Acerca De A Vida Y La Muerte
Enviado por KIUBULE • 18 de Mayo de 2015 • 2.805 Palabras (12 Páginas) • 352 Visitas
Acostumbrados como estamos a ceñirnos a conceptos rígidos y excluyentes, la vida y la muerte se han constituido en dos motivos de preocupación con sus causas específicas. En principio, es la muerte la que produce mayor repulsa y miedo, ya que se adentra en planos desconocidos para nuestra mentalidad, cuando no se la considera como un infinito vacío, una nada sin contenido. De este modo, y por comparación, la vida resulta más aceptable, si bien los problemas que ella conlleva no dejan de conmovernos diariamente y, en algunos casos, llevan al suicidio como solución.
La vida tiene sus complicaciones y la muerte se rechaza de plano aun sin saber a ciencia cierta si es mejor o peor que la vida.
Sea como sea, vida y muerte se presentan como irreconciliables, aun para muchos de aquellos cuyas creencias religiosas ven en la muerte otro estilo de realidad o de “vida”. Y es precisamente esta aparente falta de correlación la que más duele, puesto que una de las más grandes aspiraciones de los hombres de todos los tiempos ha sido la de unir vida y muerte, franqueando esa barrera tan oscura y pesada que se ha tendido entre una y otra.
Todos quieren saber algo más sobre la muerte. Muchos quieren saber algo más sobre la vida pero con un interés más laxo, más dilatado, confiando en que hay tiempo suficiente como para vivir la vida y enterarse poco a poco de sus porqués.
Sin embargo, es bueno recordar que las cosas no siempre fueron así. Es cierto que en todo momento existieron personas cuyas preocupaciones estaban lejos de este juego de dualidades, pero la historia señala momentos en que diferentes civilizaciones se plantearon el binomio vida-muerte sin mayores traumas, conjugándolo como una unidad vital bajo dos aspectos. Vida y muerte no eran más que dos caras de una misma moneda y ambas se comprendían y se asumían desde los primeros años con las primeras enseñanzas.
Hubo pueblos –y recurrimos una vez más al ejemplo de los egipcios– para quienes la muerte era el acceso a la verdadera Vida, en tanto que el paso por la tierra constituía una preparación para acceder a ese otro estado más perfecto, más intenso y espiritual que permitía el contacto directo con los dioses; pero también la muerte era pasajera, ya que cada ser humano debía regresar al mundo terrestre para adquirir nuevas experiencias en esta dimensión material y concreta.
En el caso de los egipcios y de otros muchos pueblos de la Antigüedad (hindúes, iranios, sumerios, asirios, babilónicos, griegos, romanos, germanos, celtas y muchas de las culturas americanas precolombinas, por no citar más), no aparecía tan marcada la obsesión por relacionarse los vivos con los muertos, o la de los que se iban a morir por no perder contacto con los que quedaban en la tierra. Se sabía que la puerta entre un mundo y otro no era infranqueable y que, en todo caso, si no existía un contacto regular era para que cada cual pudiera seguir trabajando en su ámbito sin interferencias innecesarias.
Siglos de cambios de ideas y de variadas controversias religiosas (en las que tomaron parte intereses políticos y económicos también), fueron abriendo un abismo cada vez más grande entre la vida y la muerte y generando un desconcierto creciente entre los humanos. Las religiones, de una forma u otra, intentaron hacerse dueñas de las vidas y regidoras de la muerte, señalando comportamientos en la tierra que merecieran premios en el más allá, distribuyendo castigos y perdones a la manera de los tribunales ordinarios.
Conceptos asociados
El acervo tradicional propio de la mayoría de las religiones no concibe la idea de la muerte como un nuevo estado del alma sin referirse necesariamente a ideas tales como preexistencia del alma, inmortalidad, resurrección, reencarnación, trasmigración, palingenesia, metempsicosis y otras similares.
Se enfoque como se enfoque, lo cierto es que había –y hay– que asumir ciertas definiciones sobre el alma o el espíritu humanos, sobre lo que muere y lo que permanece, y sobre las condiciones en que perdura lo que permanece.
Sin entrar en consideraciones sobre la naturaleza espiritual del hombre y cuáles son los principios que pueden traspasar la muerte del cuerpo, haremos un breve repaso sobre las ideas más generalizadas al respecto.
Aceptar que tras la vida habrá otra vida permanente, feliz o atormentada, según los méritos acumulados, equivale a tener que aceptar la preexistencia del alma, pues resulta absurdo pensar en la permanencia de algo que nunca existió antes de aparecer en la vida. Su calidad de permanente después ha de venirle desde antes, salvo que debamos asumir los infinitos caprichos o acciones divinas incomprensibles para los humanos. La inmortalidad del alma fue la base para muchas religiones y filósofos de otro planteamiento: la reencarnación, es decir, el hecho de vivir varias veces en la tierra aunque bajo distintas apariencias dentro del denominador humano común, del mismo modo que la Naturaleza entera se renueva cíclicamente sin morir definitivamente en cada una de las estaciones del año.
Aquí caben a su vez varios matices: una única resurrección, no en la tierra sino en el cielo, recuperando el mismo cuerpo que se ha tenido, para gozar así de la paz eterna una vez que Dios haya juzgado a todos los hombres tras el final del mundo. Los habrá que resucitarán para vivir eternamente en el Cielo; otros lo harán en el Infierno, y otros quedarán en un estado intermedio purgando sus errores, que no habrán sido tan grandes como para merecer el Infierno ni tampoco como para permitir el acceso al Paraíso.
En la India, el término sánscrito “Samsara” sirve para designar la “Rueda de la Vida” que gira constantemente, tocando a veces el mundo manifestado y pasando en otros puntos por el mundo sutil donde se encuentran los que vulgarmente llamamos muertos. Esta rueda está en movimiento por las acciones de los hombres: como cada acción genera una reacción, es imposible detener el giro de la vida y de la muerte, hasta tanto la conciencia se eleve y promueva acciones inegoístas, liberadas de todos los deseos personales, generosos y serviciales hacia todos los seres. Entonces se detendrá la rueda, pero eso no sucederá mañana…
Los términos griegos palingenesia (palin, otra vez, de nuevo; y génesis, origen) y metempsicosis (metem, cambio; psiquis, alma) señalan ideas similares a la reencarnación que sostienen los pueblos de la Antigüedad. Por diferentes razones que más o menos coinciden en la necesidad del alma de recomponerse, de recuperar la conciencia de su naturaleza, de desprenderse de los aditamentos y coacciones de la materia, el hombre debe volver a la vida terrestre
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