Apología De Socrates
Enviado por CEDG • 26 de Septiembre de 2012 • 625 Palabras (3 Páginas) • 385 Visitas
Pues la verdad es lo que voy a decir, atenienses. En el puesto en el que uno se coloca porque
considera que es el mejor, o en el que es colocado por un superior, allí debe, según creo,
permanecer y arriesgarse sin tener en cuenta ni la muerte ni cosa alguna,- más que la
deshonra. En efecto, atenienses, obraría yo indignamente, si, al asignarme un puesto los jefes
que vosotros elegisteis para mandarme en Potidea, en Anfípolis y en Delion, decidí
permanecer como otro cualquiera allí donde ellos me colocaron y corrí, entonces, el riesgo de
morir, y en cambio ahora, al ordenarme el dios, según he creído y aceptado, que debo vivir
filosofando y examinándome a mí mismo y a los demás, abandonara mi puesto por temor a la
muerte o a cualquier otra cosa. Sería indigno y realmente alguien podría con justicia traerme
ante el tribunal diciendo que no creo que hay dioses, por desobedecer al oráculo, temer la
muerte y creerme sabio sin serlo. En efecto, atenienses, temer la muerte no es otra cosa que
creer ser sabio sin serlo, pues es creer que uno sabe lo que no sabe. Pues nadie conoce la
muerte, ni siquiera si es, precisamente, el mayor de todos los bienes para el hombre, pero la
temen como si supieran con certeza que es el mayor de los males. Sin embargo, ¿cómo no va
a ser la más reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses,
también quizá me diferencio en esto de la mayor parte de los hombres, y, por consiguiente, si
dijera que soy más sabio que alguien en algo, sería en esto, en que no sabiendo
suficientemente sobre las cosas del Hades, también reconozco no saberlo. Pero sí sé que es
malo y vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. En
comparación con los males que sé que son males, jamás temeré ni evitaré lo que no sé si es
incluso un bien. De manera que si ahora vosotros me dejarais libre no haciendo caso a Anito,
el cual dice que o bien era absolutamente necesario que yo no hubiera comparecido aquí o
que, puesto que he comparecido, no es posible no condenarme a muerte, explicándoos que, si
fuera absuelto, vuestros hijos, poniendo inmediatamente en práctica las cosas que Sócrates
enseña, se. corromperían todos totalmente, y si, además, me dijerais: «Ahora, Sócrates, no
vamos a hacer caso a Ánito, sino que te dejamos libre, a condición, sin embargo, de que no
gastes ya más tiempo en esta búsqueda y de que no filosofes, y si eres sorprendido haciendo
aún esto, morirás»; si, en efecto, como dije, me dejarais libre con esta condición, yo os diría:
«Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy' a obedecer al dios más que a vosotros y,
mientras aliente
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