CONSTRUCION SOCIAL DE LA VEJEZ
Enviado por iromerog • 22 de Abril de 2013 • Ensayo • 1.373 Palabras (6 Páginas) • 387 Visitas
CONSTRUCION SOCIAL DE LA VEJEZ
Acaso uno de los rasgos que singularizan las sociedades urbano industriales actuales –en la medida en que no se registra en otras de las que tengamos noticia histórica o etnográfica– sea el de su envejecimiento demográfico. La introducción de los avances médicos y la mejora de las condiciones alimentarias e higiénicas han producido un considerable aumento de la longevidad. El índice de natalidad, por su parte, no ha dejado de menguar constantemente desde finales del siglo pasado, hasta culminar en una última fase en que se ha llegado a considerar en peligro el relevo generacional. Se ha ampliado el núcleo poblacional compuesto por mayores, en un proceso que se intuye que no va a dejar de agudizarse en las próximas décadas, y que sólo será corregido si se confirma la recuperación demográfica derivada de los flujos migratorios procedentes de países más pobres.
Esta estratégica modificación de la estructura por edad de la población, caracterizada por un incremento de la proporción de personas de edad avanzada, inspira un discurso que se empeña en presentar el fenómeno como una fuente de graves preocupaciones. Cunde la alarma acerca de cómo el Estado y una población adulta activa cada vez más reducida podrá hacer frente a los descomunales gastos provocados por el mantenimiento de una población inactiva e inútil, constituida por pensionistas. Se insiste en que el proceso de envejecimiento de la población implicará que los empresarios no encontrarán mano de obra joven, que los inmigrantes del Tercer Mundo invadirán Europa y que una pandemia de minusvalías provocará costes que harán que el Estado benefactor acabe siendo insostenible. De ello se infiere, naturalmente, que si los viejos son víctimas de una devaluación generalizada y han perdido buena parte de sus prerrogativas y el respeto que habían alcanzado antes o en otros sitios es porque se les percibe como lo que se da por sentado que realmente son, es decir, una “carga” para la familia, para la comunidad y para la Administración. Es como si, por decirlo de alguna manera, los ancianos “se hubieran buscado” el menosprecio y la marginación de que son víctimas, “culpables” como son de ser demasiados, de estar de más y de haber vivido más de la cuenta. Ahora bien, ¿cuál es la función que cumple esa visión de las personas mayores, al mismo tiempo víctimas y responsables de una situación imaginada cada vez más inaceptable? ¿Cuál es el sentido de estos lugares comunes a propósito de la ancianidad, todos ellos orientados a fijar la imagen de la vejez como estorbo o como obstáculo para la prosperidad colectiva? ¿Por qué ese empecinamiento en mostrar a la gente mayor como una especie de lastre que hay que resignarse a arrastrar, a pesar de los sacrificios y renuncias a que nos obliga?
Las respuestas a estas preguntas seguramente aparecerían vinculadas a circunstancias sociales y económicas interesadas en hacer creer que los viejos son un auténtico “problema”, circunstancias que no serían demasiado diferentes de aquellas que proclaman que también lo son, por ejemplo, los inmigrantes o las mujeres que se incorporan al trabajo. Es decir, los discursos relativos a la vejez no pueden separarse de todos aquellos otros que, en igual medida, están acudiendo en auxilio de políticas estigmatizadoras y de exclusión para proveerlas de argumentos legitimadores.
. Si por “asimilación” o “integración” entendemos aquella situación en la que una persona adquiere un estatus que antes no tenía, y si el concepto de “inclusión” nos sirve para designar la incorporación de un extraño en el sistema, ocupando un lugar de un modo u otro previsto para él en la red de las relaciones sociales, la
“marginación” implica que un individuo es expulsado, suplantado o bien ve negado el acceso a actividades y funciones básicas en la vida social. Esta forma de eliminación consiste prácticamente en apear a una persona de aspectos estratégicos de la existencia colectiva. Los marginados no ocupan –como pasa con las mujeres, la clase trabajadora o los inmigrantes, por ejemplo– un lugar subalterno en el orden social. No son explotados, segregados o discriminados. Se puede decir más bien que los marginados no existen, en la medida
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