Capitulo VII Anillo Giges
Enviado por • 22 de Noviembre de 2013 • 465 Palabras (2 Páginas) • 656 Visitas
“Es placentero, una vez a salvo,
recordar las fatigas”.
Eurípides.
En el hombre hay potencias racionales, como la inteligencia, otras irracionales, como el oído, y
también unas que pueden obedecer a la razón. Es el caso de los apetitos, ya sea el irascible o el
concupiscible. Tanto en el caso de estas potencias como en el de las racionales, se da una
ambigüedad, es decir, existe la posibilidad de que se empleen para bien o para mal. Y donde hay
ambigüedad hay lugar para la virtud: ella logra que lo que era ambivalente (ad opposita) quede
orientado en una dirección (ad unum). Tradicionalmente se han señalado dos virtudes
fundamentales o cardinales que se ocupan de ordenar esos apetitos que pueden obedecer a la
razón: la fortaleza y la templanza. Cuando las caracterizamos como virtudes de nuestra
corporeidad, no estamos sugiriendo que sólo se limiten a ella: toda virtud supone el ejercicio de
las potencias racionales.
a) Fortaleza
Hemos dicho muchas veces que los hombres buscamos el bien. Sin embargo, a diferencia de los
animales, no lo conseguimos de manera espontánea. Con frecuencia nos equivocamos, de modo
que, en vez de obtener un bien auténtico, nos conformamos con un bien aparente. Hay muchas
razones que explican esta divergencia, entre ellas, el hecho de que los auténticos bienes muchas
veces sean difíciles de alcanzar, sean arduos. Por otra parte, además de las dificultades que se
presentan en el camino del bien, muchas veces su posesión dista de ser pacífica. Así, el
entusiasmo inicial muchas veces va seguido por la rutina, y los apoyos que se recibieron al
comenzar un proyecto se transforman en críticas e incomprensiones. Cuando los aqueos se
cansan del asedio a Troya y pretenden volver, Ulises los increpa, diciéndoles: “Con todo, es una
vergüenza permanecer tanto tiempo aquí y volver de vacío”. Para acometer en la búsqueda del
bien y perseverar en su realización se requiere una capacidad de ánimo muy especial, que
podemos llamar fortaleza.
La adquisición de la fortaleza
Como toda virtud, la fortaleza se adquiere por repetición de actos. Cuando se examinan los
libros que se escribieron en la Antigüedad o en el Medioevo sobre este tema, se verá que el
prototipo de la fortaleza o de la valentía está dado por el soldado o por el atleta. Hoy no
diríamos eso, pero los esquemas de análisis de esos autores del pasado conservan en buena
medida su vigencia. Para nosotros, mucho más que para enfrentar la guerra, la fortaleza es
necesaria en otros campos. Fundamentalmente hoy se requiere una fuerza de voluntad muy
grande para
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