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Como nacen las preferencias


Enviado por   •  2 de Junio de 2015  •  Ensayo  •  1.482 Palabras (6 Páginas)  •  102 Visitas

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Introducción:

Todos tenemos preferencias; optamos por colores, por sabores, por afectos, por sensaciones, pero a lo largo de nuestra vida todo este cúmulo de elecciones va evolucionando, o al menos va transformándose, en decisiones más complejas. En efecto, no somos los mismos cuando nacemos que cuando nos morimos, por nuestra existencia pasan un sinfín de experiencias que condicionan nuestra capacidad de elegir y nos hacen ver la realidad circundante de un modo distinto. La inocencia, el amor por lo básico y el placer esencial dejan lugar a opciones mucho más sofisticadas que se activan tras una sumatoria de mecanismos ocultos en nuestra psiquis.

Este artículo trata precisamente de esto, de analizar el camino que recorre nuestro pensamiento a la hora de optar por uno u otro producto, por una u otra promesa de satisfacción.

1) Los primeros pasos

Cuando el ser humano nace posee una demanda básica que la podríamos resumir en protección, cuidado y alimento. Seguramente habrá más de un lector que estará pensando en muchas otras, pero como ejemplo creo que estos tres puntos son suficientes. Entonces, podríamos conjeturar que ese pequeño ser no necesita nada más que lo esencial, lo que la naturaleza le brinda de modo generoso, sin caprichos, sin complejos entramados, sin cuestionamientos. El niño no busca el pecho de otra mamá porque su sabor sea mejor o porque la leche materna que pueda brindarle la vecina tenga algún tipo de componente vitamínico superior. A más B es igual a C, y el círculo de la oferta y la demanda se manifiesta directo, espontáneo y pleno.

Pero claro, este mundo no es perfecto y poco a poco los pequeños seres van siendo condicionados por los adultos, creándoles costumbres que van a sembrar la semilla del consumidor modelo. “Al biberón de mi nene le pongo azúcar porque es más sabroso”, dice una madre, “a mi pequeño si no le pongo chocolate en su leche no me desayuna”, dice otra, Y así, poco a poco, con gustos concedidos, con caprichos otorgados, con imposiciones de padres hacia hijos, con demandas de hijos hacia padres, se va generando los primeros “gustos”. La palabra “gusto” la colocó entre comillas porque será ni más ni menos un factor clave en la futura vida social de los individuos.

Lo que les dé placer, aquello que los satisfaga, lo distinguirá de sus pares, definirá ante los demás su forma de comprender la realidad y les permitirá crear círculos de relación absolutamente condicionados por aquellas elecciones.

2) Lo esencial no es invisible a los ojos

Para no irnos demasiado de tema podríamos decir que tras la idílica etapa de lactancia sigue la fase que me he atrevido a denominar “inicio del condicionamiento sensorial”, o en todo caso “de adquisición preliminar de preferencias”. En ella el niño comienza a ser mucho más conciente de los estímulos sensoriales y emocionales que su entorno le emite e, incentivado por él, prueba sabores, clasifica aromas, descubre cualidades y así va definiendo aquello que le gusta y lo que no, tejiendo un mapa mental mucho más sofisticado que dará por resultado su personalidad de consumo.

Tras la fase inicial y hasta los 5 años aproximadamente, el pequeño posee como principal estimulador del deseo a su círculo familiar, que como dijimos, tal vez de modo inconciente le transfiere sus propias preferencias. Esta relación “emisor / receptor” comienza a cambiar conforme van creciendo ya que, si bien el niño continúa siendo un espectador atento a los estímulos cercanos, comienza a ser incentivado por los medios de comunicación. Seguramente habrá más de un lector que sostendrá que el pequeño ya viene expuesto a los mensajes emitidos por la radio, la televisión, la Internet, etc., pero está demostrado que hasta los 5 años el niño no llega a relacionar las promesas que los mismos comunican con sus propios deseos, y tampoco está preparado para poder deducir si esas “invitaciones al disfrute” son dignas de implementar.

En efecto, los medios no van a permitir que el futuro “cliente” se mantenga al margen del círculo comercial y comenzarán a influir en su visión de la realidad a través de un uso sistematizado, y no muy sutil, del discurso. Es así que los programas televisivos enfocados al segmento infantil descargarán sobre el pequeño una diversidad de mensajes teñidos de una aparente inocencia que, poco a poco, lo irán convenciendo de que su mundo, hasta ahora tan equilibrado, se encuentra, en realidad,

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