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Conocimiento Y Metodo Cientifico

kathybarbosa6 de Noviembre de 2013

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Conocimiento como crrencia Tipos de razonamiento

Introducción Inducción y probabilidad

El hábito creencia La abducción y su relación con las teorías matemáticas

Métodos de razonamiento como creencia La atención

El método científico La abducción

La lógica del método científico Notas

1. CONOCIMIENTO COMO CREENCIA

1.1. Introducción

Las cuatro máximas, premisas de razonamiento, o puntos de partida de la teoría del conocimiento de Peirce son:

“No tenemos un poder de introspección inmediato o directo, sino que, todo conocimiento del mundo interno se deriva, mediante razonamiento hipotético de nuestro conocimiento de hechos externos.

No tenemos un poder de intuición inmediato o directo, sino que toda cognición viene determinada lógicamente, por cogniciones previas.

No tenemos poder de pensar sin signos.

No tenemos concepción de lo absolutamente incognoscible, por ejemplo del noúmeno”(1).

Estas cuatro máximas o incapacidades de nuestro conocimiento determinarán el conocimiento como creencia, o el conocimiento como proceso, basado a su vez en la ley de la mente. El joven Peirce defendió claramente estas propuestas en su artículo “Algunas consecuencias de cuatro incapacidades” de 1868. Posteriormente, volvió a insistir sobre el tema en “La fijación de la creencia” de 1877 y en “Cómo hacer nuestras ideas claras” de 1878.

Según Peirce, nuestro conocimiento del mundo está basado en suposiciones o creencias. La meta a la que aspira el razonamiento humano es la búsqueda de creencias estables y verdaderas. Según la interpretación peirceana de Potter. “Dado que toda creencia esencialmente implica expectación (5.542) y mira al futuro, así deben ser las creencias teóricas de la ciencia” (2).

El conocimiento como creencia en Peirce es resultado de una doble influencia; por una parte, Hume, y por otra, la escuela escocesa de Reid; En ambos casos el conocimiento como creencia está relacionado con la formación de un hábito, aunque Hume conciba este hábito o costumbre de una forma despectiva, como causa de prejuicios y dogmas aprioristas.

La filosofía del sentido común del escocés Reid fue decisiva a este respecto. A través de él, Peirce reinterpretó la teoría del conocimiento de Kant, Hume y Descartes desde su teoría del conocimiento como proceso, sin interrumpir innecesariamente su proceso de justificación.

Las creencias siempre se las ha mirado con una cierta prevención debido a su carácter antropomórfico. Sin embargo, siempre han sido objeto de la filosofía de la ciencia, y también de la ética. En este sentido, no es nada nuevo afirmar que en el pragmatismo, conocimiento y praxis están fuertemente interrelacionados. Justo por ello, el pragmatismo tampoco suele separar con precisión la dimensión objetiva y subjetiva del propio saber, precisamente por la importancia que en su caso se otorga a las creencias en el obrar humano, como si la acción humana se dejase llevar por simples criterios prácticos. Es este un problema clásico, que surge de nuevo en el pragmatismo del siglo XIX y XX, especialmente con Peirce.

La creencia, tal como la entiende Peirce, tiene su raíz como procedimiento en la duda de Descartes, en el método reflexivo de Kant y en una versión trascendental del empirismo de Hume que el propio pragmatismo propició. En este sentido Peirce da un nuevo enfoque totalmente original a la génesis de las propias creencias.

Según esta interpretación, los autores modernos siguieron concibiendo los hábitos como un constitutivo esencial del propio proceso del conocimiento, sin admitir ya una visión atomista o discontinua de estos procesos. Pero según Peirce, no llevaron esta idea en sí misma válida hasta sus últimas consecuencias.

Para Peirce, resulta difícil delimitar o diferenciar, al menos desde el planteamiento moderno, entre el método científico, la lógica y las categorías del entendimiento. En la misma medida que todas estas formas de argumentación son partes de un mismo proceso común a todas ellas, tienden a confundirse. Para ver este proceso común a lo largo de este capítulo, también me referiré a cuatro artículos 1) “El principio de nuestra investigación” de 1866-8, 2) “Sobre la realidad” de 1872, 3) “La ley de la mente” de 1892, y 4) “Sobre el álgebra de la lógica”, de 1889. Según Ruíz-Werner, “Del mismo modo que a veces se dice que la lógica aristotélica es una lógica ontológica, cabría decir que la intención de Peirce es elaborar una lógica-preaxiológica. De ahí la aparente confusión entre lógica y metodología”(3).

En Descartes, Hume, Kant y Peirce la creencia es posterior a la duda y se presenta con tres rasgos: como conocimiento, como procedimiento y como actitud humana; En los tres casos la duda se concibe desde tres puntos de vista distintos complementarios como son: la lógica, el método científico, y la ética, entendida esta última como una costumbre o forma de vida, sin establecer una rígida separación discontinua entre ellas.

Por su parte Peirce identifica la creencia con un comportamiento de tipo lógico, cuya validez ontológica sin embargo se mide por una referencia previa a una praxis ética, o meramente práctica, sin por ello confundir ambos planos de argumentación.

Esto es lo que precisamente critica Apel a algunas versiones ingenuas del pragmatismo: el olvido de la distinción entre creencia y verdad, como si la creencia fuera el fundamento de la verdad y no más bien al contrario. De todos modos, el principio rector de la lógica peirceana como principio de verdad lógica y como principio de verdad ética es la verdad entendida como proceso, sin situarse generalmente en el punto de vista de la verdad ontológica. En su opinión ambos puntos de vista se complementan.

El conocimiento como creencia está sujeto a las sensaciones que experimentamos al observar el mundo que nos rodea. De ahí que la máxima pragmática sea el conocimiento de algo según los hábitos que genera mediante su comprobación a través de los efectos sensibles que produce. “Nuestra idea de cualquier cosa es nuestra idea de sus efectos sensibles; y si nos figuramos que tenemos cualquiera otra nos engañamos, y confundimos una mera sensación que acompaña al pensamiento como una parte del pensamiento mismo”(4).

Este conocimiento a través de los hábitos, atendiendo a los efectos sensibles, no es un proceso simple. Requiere a su vez la participación de toda una potencia mental, llamada imaginación. Así que para Peirce lo que pone en marcha el conocimiento como creencia no es sólo una sensación externa, sino esa sensación ligada a un proceso de hábitos que genera nuestra imaginación. A su vez la imaginación mediatiza nuestras propias sensaciones externas en forma de anticipaciones imaginativas.

Una situación imaginada nos lleva a idear una línea de acción determinada; tal situación contribuye a la formación de hábitos que llevan a actuar realmente de la manera imaginada cuando llega la ocasión apropiada. Esta línea de acción motivada por la imaginación, produce un hábito. Este hábito, a su vez determina tanto lo que anticipamos imaginariamente como lo que después hacemos de hecho. Y a este hábito generalizado, que mediatiza la propia experiencia, Peirce lo denomina creencia.

Resumiendo, las características del conocimiento como creencia son:

1) El origen del conocimiento como creencia se encuentra en una especie de hábito-vago de experiencia o racionalidad inconsciente. Lo que implica que un conocimiento de este tipo puede ser al mismo tiempo verdadero y falso, acertado y erróneo, dado que lo propio de la creencia es admitir un cierto grado de indeterminación en algunos aspectos, mientras que en otros puede no estarlo.

2) Muchas de nuestras creencias se fundamentan en una clase de instinto, como algo innato y natural que precisamente por ser instintivo no permite enjuiciar ese peculiar tipo de indeterminación que es esencial a la creencia. Se distingue así lo que en ella hay de seguro o de inseguro, de verdadero o falso, pero sin saber exactamente las razones o causas de ello. Según Debrock y Hulswit, “Peirce sugiere que algunas de nuestras creencias son el resultado de un tipo de argumento instintivo-inductivo”(5).

Peirce cree que tenemos una especie de habilidad natural o talento para imaginar teorías correctas, distinguiéndolas de las que no tienen ninguna posibilidad de ser verdaderas. Sin esta capacidad nunca habríamos podido descubrir las creencias válidas o simplemente verosímiles que hasta ahora nos han permitido vivir felizmente, a pesar de estar mezcladas con otras que no son seguras.

3) El conocimiento como creencia es de naturaleza hipotética, lo que significa que el instinto natural del conocimiento como creencia es también hipotético. Es decir, establece a modo de tentativa, una separación entre lo válido y lo verosímil por un lado, y entre lo verdadero y lo falso por otro, sin garantizar un juicio definitivo al respecto.

Una vez que las hipótesis son confirmadas por la experiencia, pasan a ser, en un segundo momento, puestas en duda por el método científico, sin otorgarle precipitadamente una validez definitiva. Y es que toda hipótesis puede ser falseada en favor de la verdad del método científico.

4) El conocimiento como creencia pertenece a un tipo de conocimiento de carácter hipotético

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