Democracia Y Partido Politicos

Son varios los lugares comunes que circulan en artículos, libros, cursos y conferencias sobre los partidos políticos: que no es imaginable hablar en occidente de sistemas políticos sin referirse a aquellos; que democracia y partidos políticos son congénitos; que las democracias modernas son democracias de partidos; que la única salida de las crisis políticas es el fortalecimiento de los partidos políticos. Al mismo tiempo se escuchan diatribas alrededor de los males o problemas de la democracia, por cuanto se les sindica de estar en crisis por: ser fuente de corrupción y descrédito de la democracia; propiciar el clientelismo como moneda de cobro de favores al ejecutivo y forma de pago a sus electores; excluir a nuevas fuerzas sociales que deciden buscar espacio propio para su proyecto; interferir en otras esferas del poder político, particularmente en la judicial; no aplicar internamente la democracia. Como son débiles, los partidos están siendo sustituidos por grupos de interés que han proliferado en los países más industrializados hasta convertirlos en brazo, o apéndice, de sus carteles lícitos o ilícitos, hasta llegar a determinar la conformación de los partidos y el comportamiento de sus dirigentes en los órganos del poder político. Parecería confirmarse lo que Robert Michels, remozando tesis centenarias, afirmaba en su libro (1969): que toda organización partidaria representa un poder oligárquico fundado sobre una base democrática y la estructura de la organización acaba ahogando el principio democrático básico. “Lo que es aplasta a lo que debe ser.”

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