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DEMOCRACIA Y PARTIDOS POLITICOS


Enviado por   •  24 de Julio de 2013  •  1.841 Palabras (8 Páginas)  •  584 Visitas

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PARTIDOS POLITICOS, PROTAGONISTAS DE UNA UTOPÍA DEMOCRATICA.

Este ensayo está encaminado a reflexionar sobre la importancia que revisten los partidos políticos, en el desarrollo de la democracia, a causa de la lectura previa del artículo “los partidos políticos en Colombia, entre la realidad y la ficción”, de Carlos Gechen.

Se puede definir como partido político, a la asociación que se basa en un compromiso (formalmente) libre, que tiene por objeto, entregar a sus derectivas político, el poder en el seno de un gobierno y a sus militantes activos, las posibilidades, ideales o materiales, de perseguir fines objetivos, de obtener ventajas personales, o realizar los dos. (Webber Max, 1.922).

La función de los partidos, es transformar las distintas preferencias de los ciudadanos en plataformas programáticas donde las diferentes dimensiones de lo público se agrupen y se traten en forma más o menos coherente. En este proceso, los partidos reducen las dimensiones de la decisión colectiva a una dimensión , dirigida a planteamientos de movimientos de izquierda a derecha, facilitando que muchas de las decisiones colectivas sean transitivas, y por tanto, estables. En dicho proceso, los partidos políticos apelan a ideologías universales e imaginarios colectivos en el proceso de representación y construcción del interes general. Sin embargo, en la práctica se ha visto que este no siempre es el caso. De hecho, los partidos no sólo no facilitan la agrupación de intereses individuales, sino que además se constituyen en un obstáculo a la construcción del interés colectivo. El que esto suceda, sin embargo, dependerá de las reglas electorales y del sistema de gobierno que determine los incentivos de los políticos a representar intereses más o menos generales.

A lo largo de la historia republicana de Colombia los partidos políticos, en su condición de actores sociales institucionalizados, se han constituido en pieza fundamental de la democracia representativa, como quiera que a ellos corresponde hacer posible la articulación de distintos sectores sociales movilizados alrededor de intereses comunes, al igual que el encausamiento de tales intereses a través de los mecanismos institucionales de operación del Estado. En este sentido, los partidos han sido claves en la configuración de la estructura política colombiana y han sido los responsables de dos características del proceso político que coexisten de manera compleja: la estabilidad democrática y los hechos de violencia política.

Si partimos de la base de que luego de duros y sangrientos esfuerzos durante años, encaminados hacia el desarrollo político de nuestro país, optado por instaurar sistemas políticos democráticos presidencialistas, debemos afirmar que no se está aplicando adecuadamente, lo anteriormente dicho, puesto que el panorama político actual en Colombia, nos muestra una gran crisis en el sistema de partidos. El surgimiento de liderazgos unipersonales de corte populista, y por qué no decirlo, autoritario, sin fundamento ideológico claro y sin una organización política estructurada que los respalde, nos lleva a asegurar que algo está funcionado mal. Uno de los principales propósitos de la Constitución de 1991 fue el de pasar de una democracia representativa a una democracia participativa. Este cambio tuvo obediencia a un lineamiento en la historia colombiana muy particular, donde el movimiento guerrillero M-19, por primera vez en la historia, participaría en unas elecciones como movimiento político formal. La razón de pasar a un sistema “participativo”, obedecía al interés que se creó por abrirles las puertas a diferentes vertientes políticas para participar activamente en la democracia a través de partidos o movimientos políticos y acabar con el tradicional bipartidismo existente. Desde el acontecimiento, anteriormente dicho , hasta la época actual, en Colombia se pasó de tener prácticamente dos partidos políticos a tener mas de 70. Por tanto, se empezó a degenerar el sistema en el país, hasta el punto absurdo de la creación de partidos casi unipersonales, con lo que se llega a niveles incalculables de ingobernabilidad en la nación. Los partidos políticos efectivamente no están cumpliendo con su tarea de ser instituciones encargadas de agrupar las preferencias políticas de una sociedad, y menos aún han podido consolidarse como los motores para la construcción de políticas públicas encaminadas a satisfacer las necesidades de la mayoría de la población; y es que en el campo formal, el país cuenta con una tipología de partidos amplia, que va desde los populistas hasta los demócratas, y siendo así , algunos no nos sentimos representados , por algunos de ellos, mejor dicho por ninguno de ellos.

Los partidos, perduran en el tiempo. El período de un individuo en el poder en un sistema democrático donde se lleven a cabo elecciones con periodicidad, es finito, tiene fecha de expiración. La de un partido no. Partiendo de esa base los partidos deben constituirse en el ámbito a través del cual los políticos puedan tener la posibilidad de llegar al poder, es decir, el partido debe ser un ente que le dé nombre, despierte confianza en la ciudadanía y reputación al individuo que quiera representarlo. Es aquí donde el juego de balances y contrapesos empieza a funcionar. En la medida en que el partido le ofrezca una infraestructura sólida que lo respalde y que a su vez genere confianza entre la población, el político no sólo se verá en la obligación de hacer una buena labor encaminada a propiciar políticas públicas de largo plazo que propendan al bienestar general, sino que también se sienta con la responsabilidad de responder ante los miembros de su partido. De lo contrario, no sólo el votante no lo reelegirá, sino que los demás políticos que forman parte de dicho partido y que están en espera, hacia el poder lo frustrarán, creándose así un círculo virtuoso de balances y contrapesos. En la realidad, hay mecanismos que en la práctica han demostrado ser muy eficaces para disciplinar a los políticos y garantizar que el votante pueda premiar o castigar directamente a sus gobernantes.

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