Partidos Políticos Y Democracia
Enviado por csemmoloni • 8 de Diciembre de 2013 • 10.482 Palabras (42 Páginas) • 333 Visitas
Partidos Políticos y Democracia
“Los partidos políticos crearon la democracia... la democracia moderna es inconcebible sin partidos.”
E. E. Schattschneider (1942)
Introducción
Schattschneider creía que los partidos políticos habían creado la democracia americana a través de un "pequeño experimento republicano" (1942:3) atrayendo a las masas hacia la vida política. A pesar de este logro, Schattschneider se quejaba de que los teóricos políticos se hubieran mantenido silenciosos en relación con papel de los partidos políticos en la fundación de aquella democracia y que permanecieran así un siglo y medio después[1].
Los fundadores de la república americana intentaron crear instituciones en las que los partidos y facciones no pudieran prosperar; sin embargo los partidos surgieron cuando la democracia americana todavía estaba aún en su infancia, así como han aparecido en cada democracia sobre la tierra. Más tarde, teóricos normativos, muchos de ellos no menos escépticos que Madison o Jefferson acerca de los partidos como promotores del bien público, consideraron a los partidos políticos como una realidad desagradable, una cizaña robusta que brotaba en lo que, de lo contrario, hubiera sido el bien cuidado jardín de las instituciones democráticas.
Entre los teóricos positivistas y los estudiosos empíricos de la democracia, el interés en los partidos políticos es mayor. En la temprana posguerra, los cientistas políticos en los Estados Unidos anhelaban el fortalecimiento de partidos que permitieran “gobiernos de partidos”; sus aspiraciones están presentes también en los observadores actuales de las nuevas democracias en Europa Oriental y América Latina, quienes adjudican los déficits de estas democracias a la ausencia o debilidad de partidos políticos. Quizás, porque su mundo normativo se ordena no alrededor de las nociones de bien público, sino alrededor de la representación eficaz de inevitables intereses en pugna, los teóricos positivos de la democracia son más propensos a no ver a los partidos como una cizaña sino como un microbio necesario, alojado profundamente en el aparato digestivo, quizá carente de atractivos, pero vital para mantener el cuerpo político con buena salud. Desde una perspectiva, los partidos promueven intereses que son parciales (nótese la etimología común) o extremistas; desde otra, los partidos son el eslabón entre los intereses de los ciudadanos y las acciones del gobierno. Además de inducir a los gobiernos a ser responsables frente a los ciudadanos, los partidos ponen orden en los procesos legislativos, reducen los problemas de multidimensionalidad del espacio de asuntos a tratar en las legislaturas y proporcionan a los votantes un objetivo político al cual adherirse. El debate sobre los partidos políticos -¿son un mal inevitable? ¿son lo que hacen democrática a la democracia?- permanece irresuelto. Y no se resolverá hasta que no se alcance algún acuerdo sobre la naturaleza de los partidos -cuáles son sus objetivos y cómo están estructurados. En esta revisión bosquejo las posiciones en pugna dentro este debate y sugiero direcciones para la investigación empírica que pueden ayudar a resolverlo, o por lo menos llevarlo hacia un plano puramente normativo. A esta tarea está dedicada la segunda sección. En la primera sección, reviso las corrientes de investigación más importantes sobre los partidos políticos en la ciencia política de posguerra.
La discusión se restringe a los partidos políticos en democracias [es decir sistemas políticos en los que los puestos de gobierno importantes son asignados a través de elecciones justas y competitivas sostenidas en un cronograma regular, y en el que se protegen las libertades de asociación y expresión y los derechos políticos se extienden a casi todos ciudadanos adultos (ver Dahl, 1971)]. Para el tratamiento de partidos en sistemas no democráticos, ver Duverger (1963), LaPalombara y Weiner (1966) y Janda (1993).
Los límites de espacio me fuerzan a ignorar algunas corrientes de investigación, en particular la reciente literatura sobre la conducta de los partidos en las legislaturas. Para un ejemplo de recientes contribuciones, ver Rohde (1991); Cox y McCubbins (1992); Schickler y Rich (1997); Krehbiel (1993); y J.M. Snyder y T. Groseclose (manuscrito inédito).
Estudiar los partidos políticos: ¿cuáles son los problemas?
Los Orígenes de Partidos Políticos
Los partidos políticos son endémicos a la democracia. Sin embargo, no forman parte de ninguna definición formal de aquélla; ni las constituciones de la mayoría de las democracias establecen un rol para los partidos. Ciertamente, en la mayoría de los países los partidos operan en un ambiente poco regulado por leyes. En los Estados Unidos, los fundadores estaban absolutamente determinados contra los partidos. Madison, en El Federalista 10, no estableció ninguna distinción entre partidos y facciones -“una minoría o mayoría” unida por “algún impulso común, de pasión o de interés, adverso a los derechos de otros ciudadanos, o a los intereses permanentes y agregados de la comunidad" (1982 [1787]: 43). Sin embargo, se percataba de que el precio pagado en libertad para neutralizar los factores causales de los partidos sería demasiado grande. Los partidos, entonces, eran un derivado inevitable de la libertad propia de una comunidad republicana combinada con la propensión humana hacia la división y el conflicto.
A pesar de los esfuerzos de los fundadores, incluyendo a los autores de El Federalista, por diseñar instituciones para controlar partidos y facciones, en sólo una década desde el nacimiento del estado americano, aquéllos habían empezado a organizar la vida política de la nueva nación (ver Hofstadter, 1969).
Muchos estudiosos contemporáneos de la democracia dan una respuesta más optimista a la pregunta del por qué de los partidos. Una de las respuestas principales es que la política legislativa es inestable sin partidos; de ahí que los legisladores que quieran conseguir que una política sea adoptada o quieran que sus preferencias políticas prevalezcan, formarán partidos. Lejos de ser una consecuencia infortunada de la conjunción de la naturaleza humana con las libertades liberales, los partidos introducen efectividad en las instituciones democráticas.
Un reciente libro titulado ¿Por qué los Partidos? (Aldrich, 1995) explora los orígenes del sistema de partidos americano. Los miembros del Congreso enfrentaron decisiones importantes sobre el reembolso de la deuda y la estructura futura de gobierno. Se hizo evidente, incluso ante los pensadores anti-partido como Hamilton y Jefferson, que podría tomarse ventaja de la coordinación
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