Educacion Segun San Agustin
Enviado por josemar98 • 28 de Febrero de 2015 • 3.735 Palabras (15 Páginas) • 578 Visitas
II. SAN AGUSTÍN
6. EL LUGAR DE SAN AGUSTÍN EN LA PATRÍSTICA
Son muchas las razones por las cuales San Agustín ocupa un lugar especial en la patrística, de la que es innegablemente la figura central. San Agustín no sólo reviste un excepcional interés histórico por el inmenso influjo que ejerció sobre la cultura y la educación posterior de todo el mundo occidental, sino que además posee tales dotes de vivacidad, profundidad y modernidad que, bajo ese punto de vista, está a la par con Platón y Aristóteles. Es uno de los máximos pensadores de la historia de la humanidad y no sólo el más grande Padre de la Iglesia. Pero si llegó a ser lo que fue, ello se debe a que supo plantearse con sin igual originalidad especulativa e inquebrantable fe religiosa los problemas fundamentales madurados por el cristianismo. Ya hemos visto dichos problemas claramente perfilados en Orígenes y en San Gregorio de Nisa: la Trinidad, el mal y la materia, y el destino final de las almas. Orígenes había llegado como conclusión a la salvación final de todos; Gregorio había negado la realidad de la materia y con ella la más común concepción greco-cristiana acerca de la existencia del mal. En este aspecto Orígenes y Gregorio se aproximaban a la concepción estoica de la perfección de la realidad considerada como un todo, pero al hacerlo perdían de vista el profundo dramatismo de la concepción cristiana para la cual el pecado y la perdición no tienen sólo un valor provisional y pasajero. Muy divergentes eran por el contrario sus soluciones del problema de la Trinidad, pero tanto el uno como el otro lo habían planteado según los módulos clásicos del intelectualismo griego: la perfección absoluta de Dios implica su Unidad; por consiguiente, el Hijo no puede ser puesto verdaderamente en el mismo plano que el Padre, afirmaba Orígenes. Es justamente la perfección absoluta de Dios lo que explica su triforme existencia, respondía Gregorio (con argumentaciones que más adelante esgrimirá la herejía llamada modalismo). San Agustín abordará los tres problemas de modo absolutamente nuevo y original, habiendo intuido la inanidad de tratarlos en forma puramente conceptual y la necesidad de poner al descubierto su verdadero significado sondeando ante todo las honduras de nuestra conciencia: ahí sí que se plantean verdaderamente el problema de Dios uno y trino, el problema del mal y el problema de nuestro destino de salvación o perdición. De esta audaz inversión de perspectivas la cuestión entera salía transfigurada y de ahí surgían no sólo —y no tanto— nuevas soluciones de carácter teológico, cuanto el descubrimiento de una nueva dimensión para toda la filosofía futura: la dimensión de la interioridad espiritual como supremo criterio de verdad y certidumbre.
7. VIDA Y OBRA
Aurelio Agustín nació en 354 en Tagaste, África romana. Su padre, Patricio, era pagano; su madre, Mónica, era cristiana y ejerció sobre el hijo una profunda influencia. Cultivó de joven los estudios clásicos y a los 19 años fue atraído a la filosofía por el Hortensio de Cicerón. Se adhirió entonces a la secta de los maniqueos (374). Permaneció en Cartago hasta la edad de 29 años, enseñando retórica y dedicándose-a amoríos y amistades de que más tarde se arrepintió y acusó por igual. En 383 marchó a Roma para enseñar, con esperanza de conquistar éxito y fortuna. Pero sus esperanzas se frustraron y al año pasó a Milán para ocupar el puesto de profesor oficial de retórica, concedido a él por el prefecto Simaco. En Milán sufrió la crisis decisiva de su existencia. De tiempo atrás abrigaba dudas sobre la verdad del maniqueísmo. Esta doctrina admitía dos principios, uno del bien y otro del mal, en perpetua lucha. El alma del hombre era uno de los campos de esta batalla. San Agustín había entrevistado a Fausto, el más famoso maniqueo de la época, pero ni siquiera éste había logrado disipar sus dudas. Por el contrario, la lectura de los neoplatónicos lo inclinaba hacia la tesis de que el mal era una simple negación o ausencia de realidad y que, por tanto, no contradecía la infinitud de Dios. En Milán, la palabra y el ejemplo del obispo San Ambrosio y los consejos de su madre, que mientras tanto se había reunido con a, precipitaron la crisis: Agustín se hizo catecúmeno. En el otoño de 386 deja la enseñanza y se retira con reducido grupo de parientes y amigos a Cassiciaco; cerca de Milán, donde compone sus primeras obras. En 387 recibe el bautismo de manos de San Ambrosio y a partir de ese momento se le presenta claramente la misión a que debía dedicarse: difundir y defender en su patria la verdad cristiana. Pensó en regresar; pero en Ostia, mientras esperaba embarcarse murió la madre y él permaneció todavía por algún tiempo en Roma. De vuelta en Tagaste, se ordenó sacerdote en 391; en 395 fue consagrado obispo de Hipona. Desde entonces su actividad fue incesante. El 28 de agosto de 430, San Agustín falleció cuando desde hacía tres meses los vándalos de Geserico asediaban Hipona. Los primeros escritos de San Agustín son los compuestos en Cassiciaco: Contra académicos, De la beatitud, Del orden, Soliloquios. En Roma, mientras esperaba la partida para el África, escribió De la grandeza de alma. De regreso en Tagaste compuso, entre otras obras, De la verdadera religión, que figura entre sus obras filosóficas más notables. Además, abrió la polémica contra los maniqueos a la que dedicó muchos escritos. Consagrado obispo, enderezó la polémica por una parte contra los donatistas, sostenedores de una iglesia africana independiente y resueltamente hostil al Estado romano, y por la otra contra los pelagianos que negaban o por lo menos limitaban la acción de la gracia divina. Estos escritos son en número muy grande. Mientras tanto, componía igualmente obras filosófico-teológicas, como De la Trinidad y sobre todo La ciudad de Dios, su libro más vasto, compuesto entre 413 y 426. Hacia el año 40o compuso los trece libros de las Confesiones, que son la clave de su personalidad de pensador. Al finalizar su vida, en 427, echó con las Retractaciones una mirada retrospectiva a toda su obra literaria, corrigiendo los errores y las imperfecciones dogmáticas.
8. DIOS Y EL ALMA
Al empezar los Soliloquios, una de sus primeras obras, San Agustín declara: “Quiero saber de Dios y del alma. ¿Y nada más? Nada más, en absoluto.” Y tales son realmente los términos hacia los cuales dirige, desde el principio hasta el fin, su búsqueda. Al mundo de la naturaleza San Agustín volvió la atención sólo ocasionalmente y a propósito de problemas concernientes a la naturaleza de Dios y del alma. Pero Dios y alma no son para San Agustín los objetos de dos indagaciones paralelas e independientes. Dios, en efecto, se manifiesta sólo al alma, en la más recóndita intimidad del
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