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El Hombre Como Ser De Voluntad


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2013  •  3.217 Palabras (13 Páginas)  •  291 Visitas

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Ser con voluntad

La persona humana tiene voluntad, que es mucho más que un apetito sensitivo o afectivo, o, incluso, intelectivo, o un querer irracional ciego. “la actividad de la voluntad implica el sometimiento de nuestra fuerza a una gran tensión. Lo que la voluntad logra es dar a la fuerza una determinada dirección. La voluntad aporta cuanto sea necesario para la actividad de que se trate en cada caso, y en esa misma medida retira energía de otras actividades posibles: mientras realizo ejercicios lingüísticos no puedo cultivar las matemáticas. Cuando la fuerza se ha aplicado repetidas veces del mismo modo, experimenta una formalización duradera. Queda sin más a disposición precisamente de esas actividades, y los órganos y capacidades implicados permanecerán coordinados entre sí. Ya no se precisa de otra actividad de la voluntad que de la fijación general del objetivo: por ejemplo, hablar ahora inglés durante sesenta minutos”[1] dice Edith Stein. Todos aceptan la existencia de una facultad que quiere y elige llamada voluntad. Pero, como ya dice Santo Tomás, es una facultad oscurísima para ser explicada. De una parte no es fácil explicar su coordinación con la inteligencia, pues si bien nada se quiere si no se conoce antes, el juicio depende del asentimiento de la voluntad. Después está la cuestión del amor, pues parece que pertenece más a la voluntad, pero al ser ciega no puede elegir sin ser iluminada por el entender, pero entender es distinto de amar y querer no siempre equivale a amar. Después está la polémica, siempre combatiente sobre cual de las dos facultades es superior. Ockam siguiendo a Scoto pone la voluntad por encima, pues la Omnipotencia de Dios está por encima del Bien y del Mal. La consecuencia de este voluntarismo religioso vendrá varios siglos más tarde con la pretendida muerte de Dios en el pensamiento, que pondrá también la voluntad del hombre por encima del Bien y del Mal. Voluntarismo extrañamente intelectualista, como una voluntad lúcida. La cuestión, como siempre, necesita un planteamiento más metafísico y más teológico.

El acto de ser personal es el que da el ser al alma y a sus facultades. La luz de entender va desde el acto de ser participado del Esse hasta la Inteligencia. El bien que reside en la persona inicia una fuerza muy intensa hacia unirse al Bien perfecto que le atrae irresistiblemente, pero no de un modo necesario, sino libre, es decir amoroso y ético. Así se produce el movimiento de la voluntad.

Ya vimos que el Logos, la Palabra del Padre, fundamenta el entender y es causa del intelecto agente, de la luz interior que lleva al hombre mucho más lejos de lo que puede dar de sí su materia; es más, ésta se reorganiza mejor ante un acto tan potente que le da vida. El Espíritu Santo explica el amar de donación, de unión, y también de admiración, con el surge el deseo y la donación como aspiración que lleva a la superación siempre insatisfecha ante lo temporal, pues busca ardientemente el amor interpersonal eterno. El Padre es el origen del acto voluntario en cuanto es el principio del movimiento ascendente hacia la unión de comunión desde las creaturas hasta la vida en Dios. En el Credo se comienza la profesión de fe diciendo: “Creo en Dios Padre Todopoderoso” como atributo correspondiente especialmente al Padre. Sin esta profundización es difícil captar la voluntad, pues si bien es ciega sin la inteligencia, es necesario ver que tiene en su origen en el bien personal íntimo que irradia, y un fin el Bien infinito externo que la atrae y la perfecciona. Dado que la generación eterna del Verbo es intelectual y amorosa, se podría pensar que es más bien intelectual el origen, pero debemos contemplar los datos de la revelación para no incurrir en reduccionismos de misterio trinitario. Jesús dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos” (Mt 7,21) “Mi Padre me ama porque yo hago siempre lo que quiere” (Jn 8,29 ) la voluntad paterna es amorosa y sabia pero es el origen de la obediencia del Hijo. “Pues todo el que haga la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt 12,50); “porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió”(Jn 5, 32). En la agonía podemos escuchar su oración al Padre: “Si es posible aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt, 26,39¸ Mc 14,32). En la oración máxima enseñada a los hombres que es el Padrenuestro enseña a dirigirse al Padre diciendo “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo”(Mt 6,10).

Es cierto que en Dios no hay facultades como en el hombre, y que todo es unidad, pero en su misterio podemos situar en el Padre una Voluntad original que es amorosa, engendrante, de modo que la generación del Verbo sea por vía intelectual y amorosa, pero también podemos captar en la distinción real de su Persona esa Voluntad. De ahí que la voluntad humana no sea sólo una facultad del alma que captamos por evidencia al ver que querer es distinto de entender, e incluso de amar. La voluntad humana surge de la presencia participada de la Voluntad del Padre en el acto de ser personal que irradia su acto en el alma, en el cerebro y en todos los miembros del cuerpo ordenadamente.

La voluntad es la potencia que es atraída por el Bien, y se mueve autónomamente hacia el Bien en general a través de los bienes próximos. Es cierto que los clásicos definen muchas veces el bien como id quod omnia appetunt, pero en su raíz la dirección es la contraria. El Bien es el transcendental del Ser que atrae a la voluntad. Todo el mundo ético es causado por esta atracción que es necesaria sólo en el sentido de que si la voluntad no alcanza el Bien transcendental del Ser (Dios bueno) se convierte en voluntad eternamente fracasada, en voluntad esclava del yo egoísta (autoexclusión infernal). Por esta razón se debe distinguir entre la actividad de la voluntad que se dirige al bien como fin, y la voluntad que se dirige a los medios que se dirigen a ese fin. La voluntad de elegir los medios marca gran parte de la actividad de la libertad. Este nivel de la libertad es imperfecto, aunque elige el camino. Pero aún no es la libertad liberada del que ha alcanzado el fin y pasa a poder amar eternamente como un amado que pasa de novio a esposo.

La voluntad elige, pero no sola, pues en su acto intervienen la inteligencia, los afectos, el cuerpo, todo lo humano, y la gracia de Dios. Pero al ser el acto de la voluntad el último acto que decide y elige, parece que la libertad resida en ella solamente. Todo el ser humano es libre, un hombre que fuese sólo voluntad no es humano, un hombre pretendidamente racional, que

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