El Yo Y El Ello
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El Yo y El Ello
Sigmund Freud - El Yo y El Ello
Das Ich und das Es
Introducción por James Strachey(1)
Prólogo
Las siguientes elucidaciones retoman ilaciones de pensamiento iniciadas en mi escrito Más allá
del principio de placer (1920g), y frente a las cuales mi actitud personal fue, como ahí se
consigna, la de una cierta curiosidad benévola. Recogen, pues, esos pensamientos, los
enlazan con diversos hechos de la observación analítica, procuran deducir nuevas
conclusiones de esta reunión, pero no toman nuevos préstamos de la biología y por eso se
sitúan más próximas al psicoanálisis que aquella obra. Tienen el carácter de una síntesis más
que de una especulación, y parecen haberse impuesto una elevada meta. Yo sé, empero, que
se detienen en lo más grueso, y admito enteramente esta limitación.
Además, se refieren a cosas que hasta ahora no han sido tema de la elaboración
psicoanalítica, y no pueden dejar de convocar muchas teorías que tanto no analistas como ex
analistas adujeron para apartarse del análisis. Siempre estuve dispuesto a reconocer mis
deudas hacia otros trabajadores, pero en este caso me siento liberado de esa obligación. Si el
psicoanálisis no apreció hasta el presente ciertas cosas, no se debió a que desconociera sus
efectos o pretendiera desmentir su importancia. Fue porque seguía un determinado camino,
por el cual no había avanzado lo suficiente. Y finalmente, cuando pasa a hacerlo, esas mismas
cosas se le presentan diversas que a los otros.
Conciencia e inconciente
En esta sección introductoria no hay nada nuevo que decir, y es imposible evitar la repetición
de lo ya dicho muchas veces.
La diferenciación de lo psíquico en conciente e inconciente es la premisa básica del
psicoanálisis, y la única que le da la posibilidad de comprender, de subordinar a la ciencia, los
tan frecuentes como importantes procesos patológicos de la vida anímica. Digámoslo otra vez,
de diverso modo: El psicoanálisis no puede situar en la conciencia la esencia de lo psíquico,
sino que se ve obligado a considerar la conciencia como una cualidad de lo psíquico que
puede añadirse a otras cualidades o faltar.
Si me estuviera permitido creer que todos los interesados en la psicología leerán este escrito,
esperaría que ya en este punto una parte de los lectores suspendiera la lectura y no quisiera
proseguirla, pues aquí está el primer shibbólet(2) del psicoanálisis. Para la mayoría de las
personas de formación filosófica, la idea de algo psíquico que no sea también conciente es tan
inconcebible que les parece absurda y desechable por mera aplicación de la lógica. Creo que
esto se debe únicamente a que nunca han estudiado los pertinentes fenómenos de la hipnosis
y del sueño, que -y prescindiendo por entero de lo patológico- imponen por fuerza esa
concepción. Y bien; su psicología de la conciencia es incapaz, por cierto, de solucionar los
problemas del sueño N, de la hipnosis.
«Ser conciente(3)» es, en primer lugar, una expresión puramente descriptiva, que invoca la
percepción más inmediata y segura. En segundo lugar, la experiencia muestra que un
elemento psíquico, por ejemplo una representación, no suele ser conciente de manera
duradera. Lo característico, más bien, es que el estado de la conciencia pase con rapidez; la
representación ahora conciente no lo es más en el momento que sigue, sólo que puede volver
a serlo bajo ciertas condiciones que se producen con facilidad. Entretanto, ella era ... no
sabemos qué; podemos decir que estuvo latente, y por tal entendemos que en todo momento
fue susceptible de conciencia. También damos una descripción correcta si decimos que ha
sido inconciente. Eso «inconciente» coincide, entonces, con « latente susceptible de
conciencia». Los filósofos nos objetarán, sin duda: «No, el término "inconciente" es
enteramente inaplicable aquí; la representación no era nada psíquico mientras se encontraba
en el estado de latencia». Si ya en este lugar los contradijésemos, caeríamos en una disputa
verbal con la que no ganaríamos nada.
Ahora bien, hemos llegado al término o concepto de lo inconciente por otro camino: por
procesamiento de experiencias en las que desempeña un papel la dinámica anímica. Tenemos
averiguado (vale decir: nos vimos obligados a suponer) que existen procesos anímicos o
representaciones muy intensos -aquí entra en cuenta por primera vez un factor cuantitativo y,
por tanto, económico- que, como cualesquiera otras representaciones, pueden tener plenas
consecuencias para la vida anímica (incluso consecuencias que a su vez pueden devenir
concientes en calidad de representaciones), sólo que ellos mismos no devienen concientes. No
es necesario repetir aquí con prolijidad lo que tantas veces se ha expuesto. (ver nota)(4)
Bástenos con que en este punto intervenga la teoría psicoanalítica y asevere que tales
representaciones no pueden ser concientes porque cierta fuerza se resiste a ello, que si así no
fuese podrían devenir concientes, y entonces se vería cuán poco se diferencian de otros
elementos psíquicos reconocidos. Esta teoría se vuelve irrefutable porque en la técnica
psicoanalítica se han hallado medios con cuyo auxilio es posible cancelar la fuerza
contrarrestante y hacer concientes las representaciones en cuestión. Llamamos represión
(esfuerzo de desalojo} al estado en que ellas se encontraban antes de que se las hiciera
concientes, y aseveramos que en el curso del trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia
la fuerza que produjo y mantuvo a la represión.
Por lo tanto, es de la doctrina de la represión de donde extraemos nuestro concepto de lo
inconciente. Lo reprimido es para nosotros el modelo de lo inconciente. Vemos, pues, que
tenemos dos clases de inconciente: lo latente, aunque susceptible de conciencia, y lo
reprimido, que en sí y sin más es insusceptible de conciencia. Esta visión nuestra de la
dinámica psíquica no puede dejar de influir en materia de terminología y descripción.
Llamamos preconciente a lo latente, que es inconciente sólo descriptivamente, no en el sentido
dinámico, y limitamos el nombre inconciente a lo reprimido inconciente dinámicamente, de
modo que ahora tenemos tres términos: conciente (cc), preconciente (prcc) e inconciente (icc),
cuyo sentido ya no es
...