FRANCISCANOS, TEOLOGÍA DE LOS SaMun
Enviado por r0land6664 • 23 de Julio de 2014 • Tesis • 2.290 Palabras (10 Páginas) • 263 Visitas
FRANCISCANOS, TEOLOGÍA DE LOS
SaMun
I. Visión histórica
Por una parte Francisco de Asís mantuvo una actitud de repulsa a los estudios, pues temía que de ellos brotara un peligro para la piedad, y rechazó la ciencia que deja seco el corazón y no sirve al amor. Por otra parte, mostró gran aprecio de la auténtica teología en su testamento: «Debemos honrar y venerar a todos los sabios de Dios, como a hombres que nos dan espíritu y vida.» A pesar de la inicial resistencia contra los estudios, se realizó un cambio sorprendentemente rápido. Alrededor del año 1250 había ya más de 30 escuelas de la orden. Los f. descollaron pronto entre los maestros más célebres. No sucumbieron al peligro temido por Francisco, sino que supieron combinar una gran sabiduría con una profunda piedad y sencillez. Fue decisiva para la teología franciscana la erección de estudios propios de la orden en las universidades de París y Oxford, que entonces estaban a la cabeza en materia teológica. En París, el año 1236 Alejandro de Hales (+ 1245) entró en la orden franciscana siendo ya maestro, con lo cual hizo que la orden tuviera por primera vez una cátedra en la universidad de París. Aquí destacó particularmente Buenaventura (+ 1274), que sin duda es la mejor encarnación del espíritu de la teología franciscana. Como general y «segundo fundador de la orden», aseguró un puesto firme a los estudios científicos en la orden franciscana. Él es el «príncipe entre los místicos» (con el título de Doctor seraphicus). En Oxford los f. erigieron un estudio propio en 1229. Su primer maestro, Roberto Grosseteste (+ 1253), que procedía del clero secular, marcó su sello en esta escuela, que presenta los siguientes rasgos esenciales: 1) estudio de la Biblia, 2) estudio de la lengua griega como medio necesario, 3) instrucción matemática y física. El estudio franciscano de Oxford se desarrolló rápidamente hasta llegar a ser la escuela más importante de la universidad de Oxford, y en general la escuela más influyente de los franciscanos.
Desde el punto de vista cronológico hay que distinguir: 1) la antigua escuela franciscana, que abarca la primera generación, es decir, los contemporáneos de Buenaventura (sus doctrinas características son agustinianas: materia espiritual, rationes seminales, pluralidad de formas, conocimiento bajo la luz increada, carácter substancial [no accidental] de las potencias del alma; sin embargo, en principio no se rechaza a Aristóteles, p. ej., la doctrina del hilemorfismo); 2) la escuela franciscana intermedia, a la que pertenecen los teólogos del tiempo posterior a Buenaventura hasta Juan Duns Escoto (en medio de un agustinismo fundamental, se aproxima más a Aristóteles); 3) la moderna escuela franciscana, que se remonta a Duns Escoto (t 1308) y se llama escotista. Escoto permaneció fiel al agustinismo, pero a la vez tuvo en gran estima a Aristóteles y Avicena. Como gran pensador especulativo (Doctor subtilis), analizó críticamente el caudal de la tradición, y además creó un sistema original. Entre sus discípulos y seguidores hubo teólogos importantes, pero ninguno alcanzó su altura. «Por tanto, la gran escuela franciscana de hecho con Duns Escoto llegó a su fin» (Dettloff). La decadencia general no pasó sin dejar huella en la teología franciscana. En conexión con la especulación acerca de la potencia absoluta de Dios, pasaron a primer plano meras sutilezas. La libertad soberana de Dios, tan acentuada por Escoto, ya no fue considerada en su unión con el amor, y degeneró muchas veces en arbitrariedad (--> escotismo).
II. Espiritualidad
No existe una teología franciscana cerrada. Por esta razón, desde el punto de vista del contenido, la t. de los f. no puede caracterizarse a base de las tesis concordemente propugnadas en ella. Su peculiaridad no radica tanto en la doctrina cuanto en una espiritualidad propia. Esta queda concretada en determinados móviles intelectuales y modos de pensar, que estructuran y acuñan la teología franciscana. Mucho de esto se halla también fuera de la t. f. Pero allí no constituyó, o por lo menos no en igual medida, un elemento configurador del pensamiento teológico.
Las principales fuentes históricas de donde brota la peculiaridad de la teología franciscana, que llega a su apogeo en la alta -> escolástica, son el -> agustinismo y especialmente la personalidad de san Francisco. Los dos estudios más importantes de la orden en París y Oxford recibieron ya de sus primeros maestros un sello agustiniano. Aun cuando en el transcurso del tiempo se aceptó cada vez más el caudal aristotélico, sin embargo se mantuvo fundamentalmente la primitiva orientación agustiniana. No es casual el hecho de que la mayor parte de los agustinianos medievales fueran franciscanos, pues la espiritualidad franciscana y el agustinismo están íntimamente emparentados; en cambio el aristotelismo estuvo representado especialmente por Tomás de Aquino y su escuela. Mucho más importante que el agustinismo, cuyas tesis características pertenecen principalmente al terreno filosófico, es la espiritualidad que Francisco dejó en herencia a su orden. Esa espiritualidad aparece en los siguientes elementos estructurales, característicos de la teología franciscana, que se traslucen con suma claridad en Buenaventura y Escoto.
1. La t. f. gira en torno a lo existencial y personal, así como en torno a la historia bíblica. El interés de Francisco está en el seguimiento de Cristo, es decir, en aquella realización cristiana de la existencia que conduce a la salvación. Anuncia exclusivamente el cumplimiento completo del evangelio, no una piedad especial. Exige solamente lo que exige la Escritura. Esta orientación de la t. f. se ve ya en la posición respecto de la filosofía, que no se cultiva por sí misma, sino con miras a la teología. Los problemas filosóficos son tratados bajo el aspecto teológico. La razón de esta actitud está en que la filosofía es incapaz de conducir a la salvación. Apud philosophos non est scientia ad dandam remissionem peccatorum (Buenaventura). La teología no sólo debe comunicar el saber de la salvación, sino, ante todo, conducir a la salvación misma. Por consiguiente, su objetivo principal no es tanto el conocimiento, cuanto la acción y la santificación del hombre. (ut boni fiamus[Buenaventura]). Es una ciencia, pero, todavía más, una sabiduría. Tiene relación con esto el hecho de que la t. f. piense con categorías personales más intensamente que las otras teologías contemporáneas. Lo cual se ve en la primacía del querer sobre el conocer, en la acentuación de la libertad divina y de la humana, y en el primado del amor. Así, p. ej., Escoto, en contraposición a Tomás de Aquino, defiende la libertad del hombre incluso en el caso de la visión de Dios, y
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