Gloria Anzaldúa

Desde muy joven, Gloria Anzaldúa ya sabía quién era, qué podía hacer y qué era justo. Siempre trataba de vivir según sus propios términos sin importar las expectativas y opiniones ajenas.

Había una rebeldía en ella que se negaba a aceptar órdenes de autoridades externas, llegando a desafiar las órdenes de su propia voluntad consciente. Por ello, odiaba las restricciones, incluso las autoimpuestas. Le daba rabia cuando alguien le imponía una orden sin considerar sus intereses. Así, desde niña, nunca obedecía. Su cultura no aprobaba sus actitudes.

Para encontrar su personalidad y naturaleza intrínseca que había sido enterrada bajo la personalidad que le fue impuesta, Gloria Anzaldúa tuvo que separarse de su familia y abandonar su hogar y su tierra.

La cultura moldea nuestras creencias, transmitiéndonos una versión de la realidad basada en paradigmas dominantes, conceptos predefinidos que existen como incuestionables.

Los hombres están en el poder por lo que hacen las reglas, las leyes y la cultura; las mujeres las transmiten. La cultura insiste en que las mujeres están sometidas a los hombres y espera que las mujeres acepten el sistema de valores que se le impone. Para una mujer de la cultura de Gloria, había tres direcciones hacia las que volverse: hacia la Iglesia como monja, hacia las calles como prostituta, o hacia el hogar como madre. Hoy en día existe, para algunas, una cuarta opción: convertirse en personas autónomas mediante la educación y la carrera profesional.

Los humanos temen lo sobrenatural (tanto lo terrenal como lo divino) y la cultura y la religión tratan de protegernos de estas dos fuerzas. Se teme a la mujer por la virtud de crear seres en su vientre y por la virtud de estar en comunión con los ciclos de la naturaleza. La mayoría de las religiones tratan de proteger a la mujer (de sí misma) pues la consideran carnal, animal y más cercana a lo terrenal. La cultura trata de proteger a las mujeres, manteniéndolas en roles rígidamente definidos.

En la cultura de Gloria, se buscaba alejar a las niñas de los hombres: Las madres enseñaban a las niñas que no se podía confiar en los hombres pues solo querían una cosa, eran egoístas e infantiles. Se evitaba que las niñas estuviesen solas con hombres (incluso de su familia). La cultura le daba dobles mensajes a las niñas: primero un mensaje rebelde de protegerse frente al hombre y, después, un mensaje conformista de  obedecer al hombre.

Los derechos tribales eran necesarios pues aseguraban la supervivencia de la tribu. Para la cultura, el bienestar familiar, la comunidad y la tribu eran más importantes que el bienestar individual. El individuo existe primero como pariente y después como individuo.

En la cultura de Gloria el egoísmo está condenado, sobre todo en las mujeres. Con la ambición (condenada en la cultura mexicana y valorada en la anglosajona) llega la envidia. El respeto está reservado para aquellos con poder en la comunidad (el hombre). La mujer solo se encuentra por encima de los desviados. La desviación es aquello que está condenado por la comunidad. La mayoría de las sociedades tratan de deshacerse de los desviados.

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