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Identidad Personal


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2012  •  1.351 Palabras (6 Páginas)  •  1.204 Visitas

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La identidad personal

Alfredo Fierro

La personalidad no nace, se hace. Claro que hay en ella elementos que vienen dados, factores genéticos, que cabe colocar bajo la noción −ahora recuperada por la psicología− de “temperamento”. Pero mucho en ella es adquirido, aprendido: constituye el resultado de la experiencia y dentro de esto, en alguna medida, de la experiencia educativa.

Así pues, la personalidad se aprende o, si se prefiere, se “construye”. La metáfora de la “construcción”, que es fecunda en otros ámbitos para dar a entender cómo se producen algunos procesos, y que da cuerpo a expresiones como «construcción del aprendizaje» y «construcción de la inteligencia», es apropiada también desde luego para la personalidad.

A la personalidad la configuran −la construyen− experiencias desde el primer momento, desde la infancia. Algunas teorías, y no sólo el psicoanálisis, atribuyen especial importancia a esas experiencias. Pero la construcción de la persona es realmente un proceso tan largo como la vida misma. Es, en expresión de Carl Rogers (1961/1979), el del proceso de devenir persona, de convertirse en persona, un proceso que nunca cabe dar por culminado.

En el curso de ese proceso, la adolescencia constituye un momento especialmente destacado. Es un periodo todavía de acelerado ritmo en los cambios de la persona, de manera semejante a los primeros años de la infancia y en marcada correspondencia ahora con las transformaciones de maduración biológica y también de las demandas sociales que recaen sobre el adolescente. Se trata, pues, con más intensidad que en otros momentos de la vida, de un “estado de devenir”, y no sólo de un “estado de ser”. Se trata en verdad de un “estado naciente”, en el cual casi todo es posible todavía: se está naciendo a una existencia social y cultural propia o, mejor, personalmente apropiada, en la que la persona misma, por primera vez en su vida, toma decisiones que le ubican en la sociedad en la que vive.

Aproximación primera: Los tópicos y los análisis

Al hablar de adolescencia y de adolescentes salen enseguida algunas ideas y palabras, caracterizadoras de esa etapa; y salen de modo tan ineludible, al parecer, que se han convertido en lugares comunes, en tópicos: edad de transición, de crisis, de conflicto e inestabilidad, de emancipación, de rebeldía frente a la sociedad de los adultos; años en que el sexo y la identidad pasan a un primer plano. Como todos los tópicos, también éstos contienen mucho de verdad en lo que dicen, mientras, por otro lado, necesitan depuración gracias a una mirada más cuidadosa.

La edad adolescente lo es, sí, de transición, pero en cierto modo todo el curso de la vida humana lo es; y además sería erróneo colocar en su carácter transicional

tanto énfasis que se olvidara su valor intrínseco, en sí y por sí misma. Es verdad, pues, que en los cambios tanto físicos y fisiológicos cuanto comportamentales o psicológicos que acompañan a la pubertad, la adolescencia aparece como un periodo de transición de la infancia a la adultez. Pero caracterizarla sólo como periodo eminentemente transicional y preparatorio para la vida de adulto es una pobre y parcial descripción. Si encima sólo se le reconoce valor en cuanto momento de transición y preparación, corre riesgo de no ser juzgado como intrínsecamente valioso e interesante. Del mismo modo que se desnaturaliza a la infancia cuando se ve en el niño a un adulto en miniatura, se deforma al adolescente cuando se le contempla tan sólo como un adulto en potencia.

Suele subrayarse también que es un periodo de profundos cambios, marcado por la inestabilidad psicológica. La estabilidad psicológica de la persona se supone estar fraguándose en esos años y no consolidarse hasta el final de la adolescencia, justo para marcar entonces el comienzo de la edad adulta. Pero incluso en los adultos esa estabilidad es muy relativa, bastante menor de la que de ordinario se ha imaginado; y los años de la primera infancia −apenas hace falta decirlo− son mucho más inestables y de cambio que los de adolescencia.

Forma parte, asimismo, de la imagen al uso ver la adolescencia como edad turbulenta, de ebullición y estallido de fuerzas ahora repentinamente aparecidas y todavía no controladas u orientadas. La

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