LA PEDAGOGIA DE LA LITURGIA
Enviado por junior7223cr • 31 de Octubre de 2013 • 807 Palabras (4 Páginas) • 721 Visitas
LA PEDAGOGIA DE LA LITURGIA
Tal vez se trate de algo en lo que rara vez pensamos: el valor pedagógico de la liturgia. Además de celebración del Misterio, la Liturgia es enseñanza, el pueblo aprende y constituye el vehículo más apropiado para llegar al pueblo en su totalidad. Cierto, no está destinada a los incrédulos ni puede ser usada como apologética para atraerlos a la iglesia. La liturgia, por el contrario, llevar normalmente a los fieles, a los que ya creen y practican, a tener conciencia de los misterios de la salvación, en los que puede tomar parte gracias a los sacramentos de la fe.
Porque no hay ninguno de los dogmas de nuestra fe que no se vea implícitamente, o más a menudo más implícitamente, reflejado y celebrado a lo largo de la liturgia. Así lo comprobamos al revisar lo que es el Año Litúrgico. La asistencia regular a los oficios, sobre todo si va acompañada de una catequesis apropiada, – con otras palabras: sobre todo si se la explica claramente al pueblo -, aporta a la piedad ese alimento fuerte y sólido que es la doctrina de nuestra salvación. Pero, a la vez, el fiel pone en práctica lo que aprende y hace así el aprendizaje, en el sentido exacto de la palabra, se convierte en vida para el católico. Su conocimiento del misterio cristiano es una experiencia, lo cual quiere decir nace de la acción (litúrgica) y por razón de este origen conserva un carácter concreto, vivido e inalienable. De aquí deriva, como consecuencia natural la importancia y el cuidado que debemos tener con la liturgia y la necesidad de explicarla al pueblo para meterlo en esa corriente de salvación.
Nada hay en la iglesia más tradicional que esta pedagogía. Y si me urgen más, tendremos que hablar del valor evangelizador de la liturgia. En todos los tiempos se ha profesado en ella que la regla de nuestra creencia se hallaba en la debida comprensión de la disciplina litúrgica según la vieja fórmula Lex orandi, lex credendi.
Ya Pío XI en su Encíclica Quas primas (11.12.1925), en la que instituía la fiesta de Cristo Rey, lo había recordado con sorprendente claridad (y actualidad): Para que el pueblo se penetre de las verdades de la fe y para que así se eleve a los goces de la vida interior, las solemnidades anuales de las fiestas litúrgicas con mucho más eficaces que todos los documentos, aun los más serios, del magisterio de la iglesia. Por lo regular, éstos no alcanzan sino a un pequeño número, a los más cutos, mientras aquellos afectas e instruyen a todos los fieles; los unos, por así decirlo, sólo hablan una vez, las otras, lo hacen cada año y a perpetuidad; y si éstos últimos se dirigen a la inteligencia las primeras extienden su eficacia saludable al corazón y a la inteligencia, y, por tanto al hombre entero.
El hombre compuesto de cuerpo y alma, tiene necesidad de las manifestaciones solemnes de los días de fiestas para ser afectado e impresionado;
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