La Autonomía Educativa Universitaria En Tiempos De Decadencia Cultural: Tendencias Históricas Y Propuesta De Acción.
Enviado por amoscriollo • 27 de Noviembre de 2014 • 3.733 Palabras (15 Páginas) • 286 Visitas
I. Introducción.
“Me la imagino así: un grupo de estudiantes de todas las edades sumadas en una sola, la edad de la plena aptitud intelectual, formando una personalidad real a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión, y que, recurriendo a toda fuente de cultura, brote de donde brotare, con tal que la linfa sea pura y diáfana, se propusiera adquirir los medios de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber.” Diría Justo Sierra sobre la Universidad Nacional, en su discurso inaugural en el año de 1910, dos meses antes del estallido de la Revolución Mexicana. Resulta curioso, francamente, que aluda a dos cosas que, para efectos del presente ensayo, resultan de central importancia: la “mexicanización” del saber y la formación de una personalidad real.
La misión de nuestra Universidad es esa que como propósito fundacional le dio el maestro Sierra. Si bien los tiempos en que vivió fueron otros y muy ajenos a la realidad que le sucedió (no tan lejanos, por alguna extraña razón, que en breve explicaré, a nuestra situación actual), cabe mencionar que como ideal semejantes aspiraciones siguen vigentes. Solo haría falta definir los que es la “mexicanización” del saber y, más importante a mi parecer, a qué se refiere la curiosa, muy sobreusada pero poco entendida, palabra “personalidad”.
El rol de la Autonomía Educativa Universitaria en semejante tarea resulta fundamental. Uno de sus más acérrimos promotores, el Lic. José Vasconcelos, quien curiosamente fue también uno de sus más acerbos críticos, menciona en un discurso con motivo del nuevo (ahora ya clásico e icónico) Escudo de la, ya Autónoma, Universidad Nacional: “[los revolucionarios carrancistas], en efecto, habían convertido nuestra Preparatoria en mala réplica de una secundaria protestante norteamericana.”
Puede verse que hubo tendencias extranjerizantes dentro de la misma Revolución Mexicana; sin embargo, la Universidad como institución cultural (ya que la Escuela Nacional Preparatoria era un apéndice de ésta, como ahora lo sigue siendo) procuraba mantenerse firme a su meta original, a pesar de que la intelectualidad buscaba desprenderse de la fallida herencia positivista de Sierra y Barreda y, en algunos casos radicales como el de Vasconcelos, desprenderse de tajo de la herencia política-cultural de la Reforma.
Para entender esto hace falta colocarnos en el contexto en que vivió la intelectualidad universitaria de entonces: la dictadura de Porfirio Díaz era vista (y de hecho fue) el legado directo e indiscutible de la Reforma y el Juarismo, la educación positivista ocupó el lugar de la formación con raigambre religiosa que hasta 1857 predominó en el país. Los intelectuales mexicanos, futuros educadores revolucionarios, como aquellos pertenecientes a la generación del Ateneo de la Juventud, empezaron a cuestionar la educación científica y la mutilación que ésta hacía del espíritu humano, pues el positivismo eligió ignorar deliberadamente cuál era el lugar y los deberes del hombre ante Dios. Sería extraño si habláramos de una nación fundada atea (absurdo total, el ateísmo es incapaz de dar vida, ni a los individuos ni a los pueblos), sin embargo hablamos de una nación que nació del esfuerzo católico piadoso de los franciscanos (dadores de luz e inquisición en nuestras tierras) y la fuerza e ímpetu de los conquistadores .
Ignorar el espíritu religioso en la naturaleza de la educación mexicana, por designios autoritarios emanados de doctrinas importadas por los liberales decimonónicos liderados por Juárez, resultaba un craso error. Error del que se dieron cuenta los jóvenes del Ateneo en ese despertar espiritual que tuvo su generación respecto de su propia identidad; sólo equiparable al maravilloso despertar patriótico que tuvieron los jesuitas, expulsados por Carlos III en 1767; época en que la corona española empezaba a decaer bajo la tiranía de los Borbones, que empezaron a impulsar la agenda masónica que aún hoy día nos rige ; despertar que supo insuflar en el alma mexicana un sentimiento de independencia y autonomía, sentimiento de nacionalidad diversa: criolla, hispana e indígena, unida por el cordón espiritual de la religión Católica y que inspirara la luminosa doctrina de Lucas Alamán, fundador e ideólogo del Partido Conservador (la cual defendería a capa y espada Don José Vasconcelos).
Sin embargo, la sola aspiración a devolverle la espiritualidad y el aspecto trascendente al pueblo mexicano no bastaba (ni basta, ni bastará), hacía (y hace) falta también garantizar un respeto íntegro a la persona humana, la nacionalidad por encima de las particularidades, y la investigación científica, mismas que entonces eran totalmente controladas por los políticos a cargo del gobierno e impuestas a través del poderío del Estado, legitimado por el derecho en apariencia y por la fuerza bruta de los caudillos en la práctica.
Ahora, ya dado el contexto histórico cultural, resulta pertinente preguntar ¿Qué es la personalidad y cómo se forma? ¿Qué implica “mexicanizar” el saber?
II. La Autonomía, la persona humana, la identidad nacional y el Estado totalitario.
Otro de los intelectuales del Ateneo de la Juventud, Don Antonio Caso Andrade, filósofo cristiano y rector de la UNAM, narra brevemente cómo en 1839 el zar Nicolás I dijo a un grupo de alumnos de la Universidad de Kiev: “Veo que sabéis estudiar y que soléis hacerlo con provecho; pero esto solo no basta. La ciencia, por sí misma, no engendra buenos resultados. Necesito súbditos fieles al trono. Os reclamo devoción ilimitada, sumisión y obediencia.”
Vayamos por partes: si bien el déspota tuvo razón al decir que la ciencia por sí misma no basta, esto no implica que sea correcto someter a los creadores de conocimiento bajo el poder de un Estado legitimado por la fuerza; mucho menos aún el someter las desarrollos de la ciencia educativa al mismo. Antes que nada debe considerarse que la educación, la formación, debe servir ante todo a la persona humana.
Nótese que no se escribió “individuo”, noción que es, en realidad, un invento de la burguesía y de las revoluciones ilustradas; la educación tampoco ha de servir exclusivamente a la colectividad, que no es más que la suma de individuos, mónadas aisladas, unidas sólo por la masa y el poder cuantitativo que pueden ejercer organizándose a través de la dictadura de las mayorías (forma en que, de hecho, funciona nuestra democracia pos-revolucionaria). ¿Qué es la persona humana?
Don Antonio Caso habla de los tres grados del ser: la cosa, el individuo y la persona . La primera existe meramente en el plano de lo físico: la cosa no tiene vida, no tiene espíritu de ningún tipo, no es ni siquiera un animal. El individuo nos lleva a ascender a otro
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