La Revolución Científica
Enviado por Christian95 • 15 de Febrero de 2013 • 1.913 Palabras (8 Páginas) • 335 Visitas
La revolución científica aportó una nueva imagen del universo y de la naturaleza. Se producen dos grandes giros en la cosmologia y en física gracias sobretodo a Copérnico, Kepler y Galileo. Aparece un nuevo método científico, el experimental, y un nuevo modelo de interpretación de la naturaleza, el mecanicista.
Anteriormente a Copérnico, se tenía como centro del universo a la Tierra, inmóvil y rodeada por los demás astros que giran a su alrededor. Esta creencia se basaba en la experiencia, pues si la Tierra girara alrededor del Sol, deberíamos notar la enorme velocidad. Aunque Copérnico demostró más tarde que no.
En aquella época existían mucho estudios sobre los astros y sus movimiento, en especial, el Sol y la Luna. De ésta última se averiguó que no brillaba con luz propia, sino reflejada, y se pudo llegar a predecir con exactitud eclipses solares y lunares. Además, se estudió el movimiento de las estrellas fijas y de los cinco planetas conocidos: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Se llegó a pensar que el Sol y la Luna eran también planetas, aunque después se comprobó que los planetas no brillan con luz propia y además se mueven de forma aparentemente errática. También se observaron cometas y meteoritos.
Por aquella época surgió un cierto culto por la astrología, y se dividió el cielo en doce signos del zodiaco.
Anterior a todo esto, los pitagóricos describieron el universo bajo términos matemáticos, pues consideraban que era un medio para la purificación del alma y la aplicación en importantes formas.
Uno de los primeros en colocar la Tierra como una esfera inmóvil flotando en el espacio es Platón.
Este modelo pitagórico podía explicar el movimiento del Sol, pero no el de la Luna y los demás planetas. Aún así, tuvo mucha fuerza y perduró durante miles de años.
La física de Aristóteles explicaba que existían dos tipos de movimientos, el natural y el contranatural, y solo daba la necesidad de explicación al último. En cualquier lugar por debajo de la órbita lunar, todo tiene a moverse en línea recta. Todo tiene un lugar propio y siempre tenderá hacia él. Cualquier otro movimiento era contranatural, y necesitaba de una constante fuerza. Para él, entre la Tierra y el anillo exterior de estrellas fijas, se sitúan esferas concéntricas invisibles donde están el Sol, la Luna y los planetas. Los cuerpos más allá de la Luna se movían únicamente de manera circular, eran incorruptibles y solo existía un tipo de cambio, el de posición. Sin embargo, en la región inferior, todo es imperfecto y puede ser sometido a todo tipo de cambios. Esta idea perduró hasta Newton, que demostró que todo el universo se rige bajo las mismas leyes.
Aristóteles, además, creía que más allá de la Luna solo existía el elemento éter, mientras que en la zona inferior existían los cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), que tendían a su lugar propio.
Para él, el universo era finito, con la Tierra como centro. Ésta estaba formada por una capa sólida de tierra, una de agua, otra de aire y finalmente una de fuego que se extendía hasta la Luna.
Durante la conocida como Edad Tenebrosa (400-1.000 d.C) se impusieron unas estrictas y antiguas ideas sobre el mundo. Se llegó a negar incluso que la Tierra fuera esférica. El universo era un espacio esférico cerrado y muy limitado, creado por Dios en un pasado no muy lejano. Estaba destinado a su destrucción. Bajo el suelo se encontraba el Infierno, y más allá del Universo se encontraba el Cielo. Hay un retroceso pseudomítico entre los siglos V y XII, basado en algunos pasajes de la Biblia que es considerada dogmática. La ciencia es considerada un saber inútil y de distracción. A partir del siglo XIII la cosmología aristotélica es cristianizada por Tomás de Aquina.
Eudox, alumno de Platón, supuso que el movimiento de los planetas no era provocado por la rotación de una sola esfera, sino por el de cuatro, que combinadas daban lugar a diferentes ejes y velocidades. Calipo, otro aprendiz de Platón, añadió 7 esferas más. En total se pensaron 33 esferas.
Aristóteles modificó esta teoría añadiendo un motor inmóvil, que transmitía el movimiento por todo el sistema. Además añadió 22 esferas más, haciendo un total de 55, que servían para mantener el sistema en rotación.
Ptolomeo, gracias a los descubrimientos de Apolonio e Hiparco, logró explicar mediante su teoría del epiciclo-deferente la excentricidad del Universo y las retrogradaciones y cambios de tamaño y brillo de los planetas.
Durante el Renacimiento se seguían las explicaciones cristianizadas de Aristóteles para explicar y para predecir las de Ptolomeo (tablas de astronomía técnica). Copérnico pretende unir la cosmologia con la eficacia de éste, pero el editor del libro por miedo a las posibles represalias lo presenta como un libro fenomenista y predictivo.
Copérnico supuso un gran cambio en el mundo de la astronomía. Afirmó que el Sol era el verdadero e inmóvil centro del universo y que las estrellas y planetas giraban alrededor de él. Además, comprobó que la Luna giraba alrededor de la Tierra, y que ésta última giraba con tres tipos de movimientos (rotación, traslación y trepidación). También fijó las estrellas fijas mucho más lejos e inmóviles.
Las teorías de Copérnico no son censuradas en su inicio, pero a partir del siglo XVII son perseguidas por la Iglesia, aunque atrajeron a los científicos.
Tycho Brahe volvió a colocar la Tierra como centro del cosmos, con la Luna y el Sol girando alrededor y el resto de planetas girando entorno a éste último. Negó la existencia de las esferas cristalinas y de la inmutabilidad del cielo.
Johannes Kepler, discípulo de Brahe, creyó que Dios lo creó todo basándose en proporciones matemáticas perfectas, negando la teoría platónica. Formuló unas leyes, en las cuales afirmaba que los planetas se movían en órbitas elípticas en torno al Sol, que áreas iguales se recorrían en períodos iguales y que el cuadrado de estos períodos son proporcionales al cubo de sus distancias medias al Sol.
Galileo Galilei pretendió demostrar que Copérnico tenía razón.
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