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Libro VII La Republica


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2012  •  1.037 Palabras (5 Páginas)  •  556 Visitas

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LIBRO VII

Alegoría de la caverna

–Y a continuación –seguí– compara con la siguiente escena el estado en que, con

respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza. Imagina una

especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta a la luz,

que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde

niños, atados por las piernas y el cuello de modo que tengan que estarse quietos y mirar

únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de

ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los

encadenados, un camino situado en alto; y a lo largo del camino suponte que ha sido

construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el

público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus maravillas.

–Ya lo veo –dijo.

–Pues bien, contempla ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que

transportan toda clase de objetos cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de

hombres o animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre

estos portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén

callados.

–¡Qué extraña escena describes –dijo– y qué extraños pioneros!

–Iguales que nosotros –dije–, porque, en primer lugar ¿crees que los que están

así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas

por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

–¿Cómo –dijo–, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles

las cabezas?

–¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?

–¿Qué otra cosa van a ver?

–Y, si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar

refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?

–Forzosamente.

–¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas

que, cada vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba

era otra cosa sino la sombra que veían pasar?

–No, ¡por Zeus! –dijo.

–Entonces, no hay duda –dije yo– de que los tales no tendrán por real ninguna

otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados.

–Es enteramente forzoso –dijo.

–Examina, pues –dije–, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados

de su ignorancia y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de

ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y

a mirar a la luz y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas,

no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que

contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora

cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos más reales, goza

de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole

a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría

perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que

entonces

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