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Enviado por freddyzambrano • 23 de Julio de 2012 • 7.977 Palabras (32 Páginas) • 746 Visitas
IX Barbarie y Civilización
Ya hemos seguido el curso de la disolución de la gens en los tres grandes ejemplos particulares de los griegos, los romanos y los germanos. Para concluir, investiguemos las condiciones económicas generales que en el estadio superior de la barbarie minaban ya la organización gentil de la sociedad y la hicieron desaparecer con la entrada en escena de la civilización. "El Capital" de Marx nos será tan necesario aquí como el libro de Morgan.
Nacida la gens en el estadio medio y desarrollada en el estadio superior del salvajismo, según nos lo permiten juzgar los documentos de que disponemos, alcanzó su época más floreciente en
el estadio inferior de la barbarie. Por tanto, este grado de evolución es el que tomaremos como
punto de partida.
Aquí, donde los pieles rojas de América deben servirnos de ejemplo encontramos completamente
desarrollada la constitución gentilicia. Una tribu se divide en varias gens; por lo común en dos; al
aumentar la población, cada una de estas gens primitivas se segmenta en varias gens hijas, para
las cuales la gens madre aparece como fratria; la tribu misma se subdivide en varias tribus, donde
encontramos, en la mayoría de los casos, las antiguas gens; una confederación, por lo menos en
ciertas ocasiones, enlaza a las tribus emparentadas. Esta sencilla organización responde por
completo a las condiciones sociales que la han engendrado. No es más que un agrupamiento
espontáneo; es apta para allanar todos los conflictos que pueden nacer en el seno de una sociedad
así organizada. Los conflictos exteriores los resuelve la guerra, que puede aniquilar a la tribu,
pero no avasallarla. La grandeza del régimen de la gens, pero también su limitación, es que en
ella no tienen cabida la dominación ni la servidumbre. En el interior, no existe aún diferencia
entre derechos y deberes; para el indio no existe el problema de saber si es un derecho o un deber
tomar parte en los negocios sociales, sumarse a una venganza de sangre o aceptar una
compensación; el planteárselo le parecería tan absurdo como preguntarse si comer, dormir o
cazar es un deber o un derecho. Tampoco puede haber allí división de la tribu o de la gens en
clases distintas. Y esto nos conduce al examen de la base económica de este orden de cosas.
La población está en extremo espaciada, y sólo es densa en el lugar de residencia de la tribu,
alrededor del cual se extiende en vasto círculo el territorio para la caza; luego viene la zona
neutral del bosque protector que la separa de otras tribus. La división del trabajo es en absoluto
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espontánea: sólo existe entre los dos sexos. El hombre va a la guerra, se dedica a la caza y a la
pesca, procura las materias primas para el alimento y produce los objetos necesarios para dicho
propósito. La mujer cuida de la casa, prepara la comida y hace los vestidos; guisa, hila y cose.
Cada uno es el amo en su dominio: el hombre en la selva, la mujer en la casa. Cada uno es el
propietario de los instrumentos que elabora y usa: el hombre de sus armas, de sus pertrechos de
caza y pesca; la mujer, de sus trebejos caseros. La economía doméstica es comunista, común
para varias y a menudo para muchas familias[1]. Lo que se hace y se utiliza en común es de
propiedad común: la casa, los huertos, las canoas. Aquí, y sólo aquí, es donde existe realmente
"la propiedad fruto del trabajo personal", que los jurisconsultos y los economistas atribuyen a la
sociedad civilizada y que es el último subterfugio jurídico en el cual se apoya hoy la propiedad
capitalista.
Pero no en todas partes se detuvieron los hombres en esta etapa. En Asia encontraron animales
que se dejaron primero domesticar y después criar. Antes había que ir de caza para apoderarse de
la hembra del búfalo salvaje; ahora, domesticada, esta hembra suministraba cada año una cría y,
por añadidura, leche. Ciertas tribus de las más adelantadas -los arios, los semitas y quizás los
turanios-, hicieron de la domesticación y después de la cría y cuidado del ganado su principal
ocupación. Las tribus de pastores se destacaron del resto de la masa de los bárbaros. Esta fue la
primera gran división social del trabajo. Las tribus pastoriles, no sólo produjeron muchos más,
sino también otros víveres que el resto de los bárbaros. Tenían sobre ellos la ventaja de poseer
más leche, productos lácteos y carne; además, disponían de pieles, lanas, pelo de cabra, así como
de hilos y tejidos, cuya cantidad aumentaba con la masa de las materias primas. Así fue posible,
por primera vez, establecer un intercambio regular de productos. En los estadios anteriores no
puede haber sino cambios accidentales. Verdad es que una particular habilidad en la fabricación
de las armas y de los instrumentos puede producir una división transitoria del trabajo. Así, se han
encontrado en muchos sitios restos de talleres, para fabricar instrumentos de sílice, procedentes
de los últimos tiempos de la Edad de Piedra. Los artífices que ejercitaban en ellos su habilidad
debieron de trabajar por cuenta de la colectividad, como todavía lo hacen los artesanos en las
comunidades gentilicias de la India. En todo caso, en esta fase del desarrollo sólo podía haber
cambio en el seno mismo de la tribu, y aun eso con carácter excepcional. Pero en cuanto las
tribus pastoriles se separaron del resto de los salvajes, encontramos enteramente formadas las
condiciones necesarias para el cambio entre los miembros de tribus diferentes y para el
desarrollo y consolidación del cambio como una institución regular. Al principio, el cambio se
hizo de tribu a tribu, por mediación de los jefes de las gens; pero cuando los rebaños empezaron
poco a poco a ser propiedad privada, el cambio entre individuos fue predominando más y más y
acabó por ser la forma única. El principal artículo que las tribus de pastores ofrecían en cambio a
sus vecinos era el ganado; éste llegó a ser la mercancía que valoraba a todas las demás y se
aceptaba con mucho gusto en todas partes a cambio de ellas; en una palabra, el ganado
desempeñó las funciones de dinero y sirvió como tal ya en aquella época. Con esa rapidez y
precisión se desarrolló desde el comienzo mismo del cambio de mercancías la necesidad de una
mercancía que sirviese de dinero.
El cultivo de los huertos, probablemente
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