Organizacion De Un Mundo De Contrastes
Enviado por chelochamorro • 27 de Julio de 2011 • 2.265 Palabras (10 Páginas) • 895 Visitas
Análisis de los gobiernos e ideologías políticas en América Latina
Tres tipos de gobiernos predominan actualmente en América Latina: los conservadores, los centroizquierdistas y los nacionalistas radicales. Los presidentes más representativos de estas variantes son Uribe en Colombia, Lula en Brasil (o Kirchner en Argentina) y Chávez en Venezuela.
La secuencia de doce elecciones presidenciales realizadas entre noviembre del 2005 y enero del 2007 ratificaron esta variedad de gobiernos, que contrasta con la unanimidad derechista prevaleciente durante los años 90. Para distinguir estas tres vertientes hay que observar la política económica, la relación con Estados Unidos, la postura del establishment y el estado de las conquistas democráticas y reformas sociales.
Indagar estas diferencias es vital para abordar un segundo problema: los regímenes latinoamericanos. Todos los gobiernos actúan en el marco de estados semejantes, pero alternan en el uso de mecanismos formales e informales de sostén político. Estas modalidades determinan la preeminencia de dos grandes variantes de régimen, que actualmente se analizan contraponiendo la república con el populismo.
TRES ALTERNATIVAS
Juan Manuel Santos es el caso extremo de un gobierno conservador. Sostiene un explícito curso neoliberal junto a políticas pro-norteamericanas, que cuentan con el contundente aval de las clases dominantes. No vacila en recurrir a la represión brutal y se opone frontalmente a cualquier mejora social.
Dilma Rousseff y Cristina Fernández de Kirchner se alinean, en cambio, en la centroizquierda. Mantienen una relación ambigua con el imperialismo y defienden los intereses generales de los capitalistas en tensión con varios sectores empresarios. Toleran las conquistas democráticas, pero obstaculizan el logro de las reivindicaciones populares. En Brasil persiste el rumbo económico neoliberal y en Argentina despunta un sendero neo-desarrollista.
Chávez encarna otra opción. Promueve un curso económico más estatista, mantiene fuertes conflictos con Estados Unidos y ha chocado con la burguesía venezolana. Su proyecto oscila entre el neo-desarrollismo y una redistribución progresiva del ingreso.
Estos tres modelos no expresan la política específica de cada gobierno. Solo brindan una tipología general, que sirve de referencia comparativa para caracterizar a los nuevos mandatarios latinoamericanos. Permite distinguir orientaciones, en un marco de amplio predominio de situaciones intermedias.
En algunos casos el alineamiento es nítido. El triunfo de los conservadores en Honduras, El Salvador y especialmente México han engrosado el campo derechista. Calderón debutó reforzando la represión en Oaxaca, criminalizando la protesta social, ratificando los convenios de libre comercio y sancionando un drástico encarecimiento de los consumos populares.
Pero el espectro de centroizquierda es más dudoso. Algunos gobiernos de este signo - como Alan García en Perú- han concertado estrechas alianzas con la reacción y se ubican muy cerca de los conservadores. En el mismo vaivén se ubica Tabaré Vázquez en Uruguay. Difunde una imagen de humanismo tolerante y se mantiene en el MERCOSUR, pero sistemáticamente tantea la posibilidad de convenios con el imperialismo.
El mismo tipo de oscilaciones se observa en la órbita del nacionalismo. Morales en
Bolivia se orienta hacia esta franja cuándo confronta con la oligarquía, pero se aproxima a la centroizquierda al atenuar el programa de nacionalizaciones, retrasar la reforma agraria y disuadir la acción radical de los movimientos sociales. En Ecuador Correa se coloca cerca de Chávez al intentar un cambio radical del sistema político, proponer el desmantelamiento de la base militar norteamericana y rechazar los contratos petroleros neoliberales.
Fidel Castro. Es el más vistoso, ubicuo e inevitable de todos los cubanos. Le dio sentido y forma a la revolución. Lleva medio siglo instalado en los titulares de toda la prensa y su pintoresca imagen es la más conocida de toda la fauna política planetaria. En diciembre del 2007, finalmente, aceptó que no podía volver a dirigir el gobierno, pero no se resigna a perder el poder: un poder que ha ejercido sin limitaciones ni contrapesos desde 1959. Ante esta situación, su hermano y heredero, el general Raúl Castro, cuando asumió la presidencia propuso consultarle todos los asuntos fundamentales que debe afrontar el país. Para formalizar el acuerdo, le pidió autorización al parlamento cubano que, de inmediato, se lo concedió, obviamente, por unanimidad.
El general Raúl Castro es otro tipo de persona. Nunca tuvo el menor inconveniente en darle un balazo en la cabeza a un adversario molesto, y jamás le quitó el sueño encerrar a un enemigo en una celda espantosa durante varias décadas, pero es una persona realista. Fidel lo arrastró a todas las aventuras que le pasaron por la, pero él no es su hermano, y su sentido común y su experiencia le dejan ver con toda claridad que su papel como gobernante no consiste en enderezar los torcidos destinos de la humanidad, sino lograr que la gente en Cuba pueda tomarse un vaso de leche después de sobrepasar la edad de los siete años, peligrosa frontera a partir de la cual la desnutrición parece que está oficialmente autorizada en el país.
En efecto: cuando Raúl Castro mira la realidad cubana, al contrario de su hermano, lo que ve es una sociedad miserable, en la que abunda la prostitución, y en la que casi todas las personas practican el comercio ilícito o el robo para sobrevivir, con graves dificultades para alimentarse o transportarse, hacinada en unas humildes casas despintadas, llenas de goteras y mal iluminadas, que literalmente se están cayendo a pedazos, en las que la electricidad y el agua potable son intermitentes. Raúl Castro sabe que el sistema económico es sádicamente improductivo, que los cubanos perciben como una cruel estafa que les paguen en una moneda devaluada con la que no pueden comprar nada que valga la pena. No ignora que el nivel de infelicidad y desdicha de la población es altísimo, que los jóvenes sólo añoran largarse del país, y que todos viven fingiendo cínicamente unas devociones políticas que realmente no sienten porque las condiciones de vida materiales son espantosas.
La ola de gobiernos que se identifican como de izquierda en América Latina y que han llegado al poder en los últimos años no representan ni un movimiento regional ni un fenómeno homogéneo.
Estos gobiernos ponen el énfasis en “la construcción de redes de seguridad social para proporcionar apoyo a los más vulnerables”, pero sin romper con
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