Persona
Enviado por LeeMaritza • 1 de Diciembre de 2013 • Tesis • 2.430 Palabras (10 Páginas) • 280 Visitas
INTRODUCCIÓN
Este ensayo está hecho con el fin de conocer un poco más sobre el tema de persona, ya que se sabe que este concepto es muy extenso, además es importante saber qué es lo que somos como personas humanas.
Persona es más que una palabra, abarca muchos más conceptos que se darán en el desarrollo de este trabajo, aunque sinceramente no se acabaría con tan extenso tema.
Cada persona en algún momento de su vida se a preguntado el porqué de su existencia, filosofando sobre la razón de vida, del ser humano y de uno mismo. Cada uno busca contestarse estos cuestionamientos a medida que puede. Unos buscan las respuestas en la religión o tal vez en la ciencia, pero al final lo que nos une es la inquietud por la búsqueda de saber el “¿Por qué estamos aquí?” “¿Cuál es nuestra función en la vida?” “¿Qué es lo que aportamos o si solo estamos de paso en ella?”
Ideas, hay millones de ellas, una por cada persona en el mundo; similares, opuestas, respaldadas en la ciencia, en los libros; pero siempre se llega a un mismo punto: aquí estamos, sea cual sea la respuesta, nuestro objetivo, nuestro camino a seguir, nuestra razón de ser, nuestra tarea de vida, somos y vivimos en este momento.
Esta búsqueda del ser me dio la pauta para encontrar el motivo de la realización de este ensayo en el que realmente involucrara a la persona como tema.
Puedo hablar de una sola persona, pero es difícil hablar de todas en general.
Es por eso que solo aquí, daré una breve explicación de lo que es ser persona, su definición y características.
“PERSONA…”
Una persona es un ser capaz de vivir en sociedad y que tiene sensibilidad, además de contar con inteligencia y voluntad, aspectos típicos de la humanidad. Para la psicología, una persona es alguien específico (el concepto abarca los aspectos físicos y psíquicos del sujeto que lo definen en función de su condición de singular y único).
En la filosofía el concepto de persona ha sido motivo de extensos debates. Entre las teorías que se han elaborado hay tres que son las que han adquirido más aceptación.
Persona es un término latino que tiene su equivalente en el griego y es prósopon, que hace referencia a las máscaras que utilizaban los actores en el teatro clásico. De este modo, de acuerdo a la etimología podríamos decir que persona prósopon significa personaje.
El concepto de persona se ha complicado notablemente en los últimos años a causa de la irrupción en el campo de la filosofía de teorías que, con el incoercible afán de originalidad, no reparan, unas Teces, en la tradición filosófica de que son deudoras, y otras, en los ostensibles errores a que sucumben. Esas teorías se fundan por lo general en el concepto de espíritu como ente metafísico independiente, tanto bajo una consideración universal, en cuanto existencia al margen y sobre la diversidad de los seres inmediatamente dados como reales, cuanto bajo una consideración individual, en cuanto sustancia especifica o en cuanto heterogéneo a las demás categorías que definen ontológicamente al individuo.
Exhumando viejas ideas ontológicas, hablan estas doctrinas de una concepción estratiforme de la realidad: al lado de la realidad material o física, superponen los estratos vida, psique, espíritu...; y puntualmente vienen a identificar a la persona con el espíritu.
Ya hemos demostrado en otras ocasiones cuan perturbadora es esta idea, por el motivo de ser la palabra espíritu uno de los términos más multívocos del lenguaje filosófico, hecho que indujo a Kant, después de serias reflexiones críticas, a negar que el espíritu constituyera una realidad trascendente, y a establecer que, como concepto, no es más que la expresión de la inmanente necesidad de lo absoluto, que yace en la naturaleza del hombre, siendo éste, con su conciencia de ser y existir el único hecho ontológico rigurosamente demostrable, o más bien inmediatamente dado y evidente, mientras que lo absoluto a que aspira —susceptible de ser postulado si se quiere bajo la denominación de espíritu puro— no es, en un orden trascendente, más que el inaccesible paradigma de nuestra historia de hombres, y en el orden individual real, la cifra suprema de nuestro íntimo y más puro querer. Elevado a unidad el concepto, la suma y compendio del deber ser; el
Ideal, esto es, la idea, lanzada desde la conciencia a la trascendencia. De este modo tan limpio y elegante, y a la vez tan consecuente, el espíritu, considerado en toda su generalidad deja de ser sustancia para convertirse en capacidad de realización ideal. Hegel consumará luego la evolución realmente liberadora, al definir el espíritu como actividad absoluta; como la ley que rige el proceso dialéctico, según el cual la Idea, en y por la cultura, se conoce a sí misma.
Dejando aparte la circunstancia de que la afirmación —y jerarquización— del espíritu como realidad metafísica en sí implica invariablemente, quiérase o no, un retroceso hacia los supuestos medievales, filosóficos o teológicos del pensar acerca de la persona, diremos solamente que tal afirmación envuelve en todas sus versiones un capital error de método, consistente en la introducción de un elemento innecesario para explicar una hipótesis. Ese elemento es la reducción de ciertos hechos de conciencia a términos ontológicos, tan sólo porque la resultante ideal de tales hechos posee atributos que, en parte justificadamente, estimamos superiores a los que de ordinario son considerados en el sujeto que los produce. (En efecto, para el personalismo espiritualista, el espíritu reside en la capacidad de elevarse a la conciencia y voluntad de realizar valores).
Nadie duda un instante en afirmar que el Bien, la Verdad, la Belleza, son en cuanto a valores superiores a este ente a veces deleznable que se llama Hombre; pero eso no legitima filosóficamente el acto de abstraer esos valores de su origen; la inadvertencia de que son rigurosamente impensables con independencia de un ser que los produzca, y que, por consiguiente, sólo bajo supuestos metafísicos tiene beligerancia la hipótesis que presenta al espíritu y a las supremas entidades axiológicas como realidades ontológicas trascendentes.
Esta distinción, no escisión, entre las vivencias j sus contenidos, nos lleva de la mano al estudio del aspecto social del concepto de persona. A la conciencia individual le es esencial la unicidad; no puede pasar a otra conciencia o hacerse idéntica de ella; la conciencia y la vivencia son intransferibles. En cambio, los contenidos de la conciencia se alimentan de lo social desde sus grados más simples, por lo
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