Platon Segun Carpio
Enviado por Lucas88L • 3 de Septiembre de 2014 • 5.165 Palabras (21 Páginas) • 382 Visitas
1. La obra de Platón y su influencia
Sócrates determinaría decisivamente el pensamiento de Platón. La academia, la escuela fundada por Platón, no solo se dedico a la filosofía sino a todas las ciencias, ejerció incomparable influencia hasta que fue cerrada.
Sus obras constan de unos veinticinco diálogos, la Apología de Sócrates y trece cartas.
Platón fue uno de los más grandes artistas de la palabra, uno de los escritores más grandes de todos los tiempos, un genio literario con el que muy pocos pueden compararse. Su estilo es perfecta combinación de prosa y poesía, lo glorioso a lo suntuoso, del humor a la solemnidad, de lo cotidiano al entusiasmo más noble y al fervor religiosos, del riesgo lógico más exigente a las metáforas y alegorías más poéticas e imaginativas.
Platón es un filosofo incomparablemente más actual que la mayoría de los autores contemporáneos. Platón está vivo en cada una de las manifestaciones de nuestra cultura, más todavía, en lo que cada uno es, y si no lo notamos es justo porque damos por cosa nuestra lo que en realidad es fruto de nuestra historia. Platón es un factor esencial, sino hubiese existido Platón seríamos muy diferentes de lo que efectivamente somos.
2. Planteo del problema
Platón está persuadido de que el verdadero saber no puede referirse a lo que cambia, sino a algo permanente. Ese algo invariable y uno lo había encontrado Sócrates en los conceptos: lo universal y la singularidad y multiplicidad de los casos particulares. Platón se propondrá precisar la índole o modo de ser de los conceptos llamados ideas, e investigar todo su dominio: no solo los conceptos éticos, sino también los metafísicos, los metafísicos, etc.
El verdadero conocimiento deberá ser especialmente totalmente diferente del que proporcionan los sentidos, sino constante, riguroso y permanente. Sócrates lo convenció de que hay conocimiento objetivo, válido para todos: el conocimiento que nos dan los conceptos, las definiciones, las esencias. Frente al cambio y a lo relativo, tras de lo cambiante y aparente, Platón busca lo inmutable y absoluto, lo verdaderamente real, única manera, a su juicio, de hacer posible la ciencia y la moral.
3. El modo de ser de lo sensible, y el de las ideas. Los dos mundos.
Platón postula el mundo de las ideas o mundo inteligente. La palabra idea que significa ver. En Platón alude al aspecto intelectual o conceptual con que algo se presenta, solamente con la inteligencia por eso se dice que se trata del aspecto inteligible, es decir, de la esencia. Para Platón las ideas son algo real, cosas, más todavía, las cosas verdaderas, metafísicamente reales, más reales que montañas, casas o planetas.
Las cosas iguales, pues aspiran a ser como la igualdad en si, pero en el fondo siempre les falta algo para serlo plena o perfectamente, son insuficiente o imperfectamente iguales, deficientemente iguales constituyen una mezcla de ser y no ser.
Las cosas iguales, las cosas sensibles son contradictorias, cambiantes e imperfectas, en tanto que la igualdad (o la triangularidad) -y, en general, todas las ideas- son idénticas, inmutables y perfectas. Por ende, cosas sensibles e ideas representan dos órdenes de cosas, dos modos de ser, totalmente diferentes. La belleza es siempre la belleza; en cambio las cosas o personas bellas, por más hermosas que sean, llega un momento en que dejan de serlo, o simplemente desaparecen. Por ello es también diferente nuestro modo de conocerlas; las cosas iguales se las conoce mediante los sentidos en tanto que la igualdad no se la ve, ni se la toca ni oye, ni la capta ninguno de los otros sentidos, sino que se la conoce mediante la razón, mediante la inteligencia (por ello de la igualdad, de la belleza, la justicia, etc., se dice que son entes inteligibles).
Pero si bien cosas sensibles e ideas representan dos órdenes diferentes del ser, con todo hay entre ambos una relación, que Platón dice es una relación de semejanza o copia o imitación; relación que, al ver las cosas iguales, nos permite pensar en la igualdad, a la manera como, al ver el retrato de un amigo, nos acordamos del amigo, justamente porque hay similitud entre el retrato y él. Del mismo modo, las cosas bellas se asemejan a la belleza, las cosas buenas al bien, las cosas justas a la justicia, etc.
Platón, antes de nacer, el alma del hombre habitó el mundo de las ideas, donde las contempló y conoció en su totalidad y pureza. Al venir a este mundo y a este cuerpo, atraviesa un río, el Leteo, el río del Olvido, y ese saber suyo de las ideas se olvida, si bien queda latente, de manera que ahora, con ocasión de las cosas sensibles que ve, lo va recordando más o menos oscuramente: al ver leños iguales, "recordamos" la igualdad, al ver cosas bellas recordamos la Belleza, etc. "Aprender no es sino recordar" (Fedón 72 e; Menón 81 a ss; cf. Cap. IV, § 7). No obstante, conviene tener claramente presente que tales referencias a una vida anterior, el Leteo, etc., en parte no son propiamente "explicaciones", sino "mitos", es decir, "relatos" donde lo predominante es lo poético o figurativo, y no lo conceptual; se trata de alegorías, de símbolos, que no es preciso, naturalmente, tomar al pie de la letra. Quizá Platón no encontró una explicación conceptual que le pareciese verdaderamente suficiente, y entonces recurrió al mito; o quizá considerase que en este terreno cualquier conceptualización sería fatalmente insuficiente, en tanto que el mito permite una amplitud de interpretaciones que lo hace singularmente apto para tales temas. El hecho es que recurrió a este expediente de la pre-existencia del alma.
4. El conocimiento a priori
El conocimiento a priori quiere decir conocimiento -no "anterior" temporalmente, sino independiente de la experiencia-; no que se lo haya obtenido sin experiencia ninguna, sino un conocimiento tal que, cuando se lo piensa con claridad, nos damos cuenta de que la experiencia no puede jamás cambiarlo, ni tampoco fundamentarlo, porque lo que afirma vale con independencia de lo que la experiencia diga. Conocimiento de este tipo es, por ejemplo, la afirmación "dos más dos es igual a cuatro". Esto lo hemos aprendido, sin duda, con ayuda de la experiencia; por ejemplo, valiéndonos de un ábaco, o de los dedos de la mano; pero esa experiencia no ha sido más que una ayuda para pensar algo que no es nada empírico y jamás puede representarse empíricamente de modo adecuado, puesto que ni el "dos" ni el "cuatro" son cosas sensibles, y, en general, no lo es lo que la proposición enuncia.
El conocimiento a priori no se refiere a los hechos, no es un conocimiento de hecho (de facto), contingente, sino de derecho (de jure), necesario. La diferencia
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