¿Por qué Filosofía? - Rubert de Ventós
Enviado por Raquel Leal Pujol • 9 de Marzo de 2019 • Trabajo • 1.719 Palabras (7 Páginas) • 418 Visitas
“EL MALESTAR DE LA CULTURA. CAPÍTULO III”
FREUD (1993)
Raquel Leal Pujol
Febrero de 2019
Universidad Ramon Llull
Grado en Psicología: Antropología
El texto que nos aporta Rubert de Ventós nos invita a la reflexión sobre como transmitimos nuestras experiencias, porque lo hacemos y como las comunicamos. De hecho, el deber de un artista –poeta, escritor, pintor, escultor, arquitecto– es mostrar y trasmitir una experiencia vivida por él y creada en una obra –sea a través de un objeto, una imagen, una palabra– a través de su genio (mediante su don) al observador –el lector– para que éste pueda percibir esta experiencia; estos dos procesos viven en la parte sensible de las personas.
Ventós (1993), en su libro, introduce el concepto de “símbolo”:
“El símbolo es una especie de analogía (relación de semejanza entre cosas distintas) en el mundo material de una experiencia intelectual o espiritual. Suele concentrar en sí varias experiencias interrelacionadas de forma tan compleja que no se puede expresar por ningún medio racional y con tanta intensidad que el símbolo material surge de forma inconsciente.” (Ventós, 1993).
Nos explica que narramos las experiencias como si fuesen cuentos que intentamos dotar de sentido o espiritualidad (con la finalidad de acabar con una tensión interna que nos produce malestar), esta espiritualidad nos puede conducir al concepto de “sacramento”; así, hay muchos autores que entienden el arte –ya sea una narración, una poesía o una imagen creada– como un sacramento al que hay que darle una forma externa visible a una gracia espiritual; eso lo hacemos a través de los símbolos. En ocasiones, cuando el ser humano es incapaz de simbolizar algo es incapaz de transmitirlo. Un ejemplo de esto sería la incapacidad del cristianismo en traducir a imagen la Santísima Trinidad. Por esta misma razón, en la página 82, Ventós (1993) dice que cuando no encuentra el sentido a lo que ha sentido es cuando piensa; los símbolos evitan este pensamiento y nos acercan de una forma muy pura y directa a la sensación que tenemos de la imagen, del objeto o de las palabras.
El autor también introduce el concepto de “teorizar”, que se produce cuando la mente no consigue sintonizar la realidad con lo que experimentamos, elevando su nivel de abstracción. Ventós cita a Freud con el concepto “Instinto de Muerte” al no conseguir ligar o unir esta dicotomía realidad–experiencia.
En la página 83 introduce el concepto de “entropía” refiriéndose al “Instinto de Muerte”. Efectivamente, el término es acertado: la tendencia física y psíquica se caracteriza por la búsqueda de un estado de equilibrio. Des del punto de vista de la mecánica estadística, la entropía expresa la probabilidad de un estado determinado del sistema de encontrarse en un nivel energético concreto y el incremento de la entropía indica el paso de sistemas con estados de probabilidad menor a estados de probabilidad mayor. De forma más romántica, la entropía es un equilibro caótico[1] –valga el oxímoron– que debe ser entendida en filosofía como dos opuestos que se complementan para formar una sola unidad.
Esta dualidad caos–equilibrio, descrita por muchos psicoanalistas, nos obliga habitualmente a buscar un mecanismo homeostático: para Ventós, la teorización y la escritura.
Citando a Ventós (1993): “Para Kant, la única experiencia inmediata de este tipo era la experiencia estética, en la que se producía un feliz acuerdo entre lo sensible y lo inteligible. Yo entiendo, por el contrario, que tanto o más habitual e incluso fundamental– que esta sensación de lo ajustado o acorde es también su contraria.
¿No mostró Popper que, más que alcanzar la verdad, lo que la ciencia puede es detectar, identificar y eliminar el error? … Lo acorde y ajustado, en cambio, no destaca, sino que tiende a desaparecer en el conjunto del que forma parte” (Ventós, 1993).
A través de la crítica del juicio de Kant es necesario indagar en la batalla intelectual que se generó a principios del S.XVIII en Alemania, Francia e Inglaterra sobre el concepto de “estética”. El concepto fue introducido por Baumgarten aunque fue Kant quién estableció los fundamentos para la modernidad, mediante la introducción del concepto del “gusto”; uniendo lo sensible y lo inteligible. Karl Popper explica que realmente la búsqueda de la verdad solo la puede aportar un acto estético, una belleza, una verdad: la ciencia nos sirve únicamente para identificar y eliminar un error (para más información consultar el Anexo).
Rubert Ventós nos muestra la preocupación de una sociedad –un mundo– demasiado familiar a ¿es la resistencia o la excesiva adecuación de la experiencia sensible a nuestra comprensión y expectativas? o ¿nos inquietamos cuando no podemos asimilar esta experiencia? Este es el motivo por el que lo queremos teorizar y comprenderlo; acabamos siendo prisioneros de este mundo extraño.
El autor lamenta que todo esté parametrizado en símbolos, indicaciones, anuncios; que no nos permiten experimentar porque está ya constituido por experiencias. Habla de la sociedad moderna y manifiesta melancolía por los tiempos pasados. Personalmente, creo que no es una característica exclusiva de la sociedad actual y que, de hecho, esto ocurre hoy y ha ocurrido siempre.
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