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Pricipios, Practicas Del Ocultismo


Enviado por   •  9 de Agosto de 2013  •  13.616 Palabras (55 Páginas)  •  603 Visitas

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PRINCIPIOS

FUNDAMENTALES

DE LA

PRÁCTICA

DEL OCULTISMO

Traducido por

CELIA PASCHERO

Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de que así

como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN

Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era

Rosario – Argentina

Adherida al Directorio Promineo

FWD: www.promineo.gq.nu

ENSAYO SOBRE LOS PRINCIPIOS

FUNDAMENTALES DE LA PRÁCTICA

DEL OCULTISMO.

La cuestión es ésta: "¿Qué debo hacer para desarrollar los poderes latentes en mi interior?" Si bien no es

posible dar una respuesta directa a semejante pregunta, podemos, en cambio, arrojar algo de luz sobre el tema,

aclarando los principios fundamentales sobre los cuales se establecieron las Escuelas Ocultistas de todos los

tiempos, como instituciones de cultura filosófica, ética y religiosa.

Las Escuelas de los Misterios están integradas por hombres y mujeres iluminados, que han sido aceptados

junto a los inmortales. Alcanzar esta posición superior requiere una suma de trabajo preparatorio casi

inconcebible; pues el hombre que quiera confraternizar con estos avanzados ejemplares de la humanidad, debe

elevarse hasta su mismo plano.

Comprendiendo que nada es más peligroso que la indiscriminada difusión de los secretos ocultos, los Misterios

establecieron sus escuelas con el propósito de guardar, más bien que de revelar el conocimiento. Eran los

originarios y únicos custodios de todas las ciencias y artes divinos, cuyas secretas claves sólo revelaban a

quienes consideraban aptos para recibirlas. Cuanto más aumentan los poderes del hombre, por obra de su

conocimiento, los secretos de las fuerzas sutiles de la Naturaleza no le pueden ser revelados hasta no haber

pasado por estos Misterios, que ponen a prueba sus motivaciones, y que le exigen ciertos patrones de excelencia

moral y filosófica.

Antes de que el candidato esté en situación de comenzar sus estudios de filosofía ocultista (que, si son

completados con éxito, culminarán en su condición de discípulo y en su final admisión en los Misterios), deberá

primero poner las bases familiarizándose con determinados sistemas de ética y conquistar un conocimiento por lo

menos aceptable, de varias artes y ciencias concretas.

1. El candidato debe comprender el valor de la educación. Si bien el ignorante puede ser capaz de desarrollo

espiritual, persiste el hecho de que el progreso ético se ve gravemente retardado por el desconocimiento de las

artes y ciencias prácticas. Al desconocer el gran valor de la disciplina, muchos estudiosos de las ciencias ocultas

ridiculizan los modernos sistemas de educación, que tienen el mérito de disciplinar la mente. Aprender a estudiar

es un prerrequisito del estudio eficaz. Antes de poder pensar, es necesario entrenar la mente en la razón, la

coherencia y la lógica: fundamentos del pensamiento. En un último análisis, todas las artes y ciencias llamadas

prácticas son reflejos de la secreta sabiduría. Un hombre con conocimientos matemáticos no podrá menos que

conocer mejor el plan divino, que quien carece de aquéllos. Pitágoras exigía capacitación en la música, las

matemáticas y la astronomía, a todos los candidatos que desearan ser admitidos en su escuela.

Antes de que el candidato pueda honestamente aspirar a ingresar en el "Templo de la Sabiduría", debe preparar

sus ofrendas y presentarlas en el Templo. La única posible ofrenda que puede hacer, es la de si mismo, y esta

ofrenda sólo es aceptable si resulta útil para la difusión de la sabiduría. Cuanto más cerca de la perfección se

halle aquel vehículo, mayor será su utilidad. Si puede hablar una considerable cantidad de idiomas, tiene una

positiva ventaja. Si es un experto en química, o está dotado para la oratoria y tiene claro pensamiento posee

valiosas aptitudes que pueden rápidamente ponerse al servicio de la humanidad. Si el candidato, a pesar de su

sinceridad, se presenta a la puerta del Templo ignorante y sin preparación, es necesario, en primer lugar,

pertrecharlo para su trabajo. Este entrenamiento preparatorio requiere años. La persona deseosa de consagrarse

desinteresadamente al servicio de Dios - primer requisito para entrar en el Templo - ciertamente debería anhelar,

primeramente, educarse aprendiendo cuanto el mundo material y concreto puede enseñarle. Nunca debe buscar a

los Maestros de la sabiduría hasta no tener algo de positivo valor para ofrecerles, pues la utilidad está, en gran

medida, determinada por la inteligencia.

2. El candidato debe comprender la importancia de la continuidad. La maldición del mundo moderno estriba en

su incapacidad para concluir las empresas que comienza. Así como el niño comienza muchas cosas pero no

completa ninguna, así, también, el hombre de mente infantil vacila entre varias actividades. El fracaso en lograr

algo es el resultado de dispersar las energías mentales tratando de abarcar áreas demasiado grandes. El hombre

no debería cultivar cualidad más esencial para su bienestar espiritual, que aquélla de terminar lo que comienza.

No es posible conquistar el éxito en el mundo material sin un desarrollo, por lo menos razonable, del poder de

continuidad. Esto mismo vale para las cuestiones referentes al ocultismo. Una persona que estudia varias

Corrientes filosóficas, puede considerarse a sí mismo como un hombre de mente amplia, pero si no lleva ninguna

de dichas corrientes hasta su culminación satisfactoria, es, en realidad, un "cabeza de chorlito". Una y otra vez,

esa persona se desvía y ensaya un nuevo camino, cuando unos pocos pasos más en la senda antigua, le

hubieran acercado a la meta.

3. El candidato debe reconocer sus deudas con la sociedad. Si en su afán por desarrollar su naturaleza

espiritual, el candidato descuida las tareas cotidianas que le han sido asignadas en el mundo material, no

alcanzará jamás la verdadera espiritualidad. Cada individuo que nace al mundo físico tiene obligaciones, que si no

son asumidas por él, deben recaer sobre otros. Entre los hindúes, por ejemplo, la deuda que el

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