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Principios De Kant


Enviado por   •  15 de Mayo de 2014  •  4.601 Palabras (19 Páginas)  •  238 Visitas

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Primer principio

Todas las disposiciones naturales de una criatura están destinadas a desarrollarse alguna

vez de manera completa y adecuada. Esto se comprueba en todos los animales por la observación

exterior y por la observación interior o desarticuladora. En la ciencia natural teleológica un órgano

que no ha de ser empleado, una disposición que no ha de alcanzar su fin, representan una

contradicción. Porque si renunciamos a ese principio, ya no nos encontramos con una naturaleza

regular sino con un juego arbitrario; y el desconsolador "poco más o menos" viene a ocupar el

lugar de los hilos conductores de la razón.

Segundo principio

En los hombres (como únicas criaturas racionales sobre la tierra) aquellas disposiciones

naturales que se apuntan al uso de su razón, se deben desarrollar completamente en la especie y no

en los individuos. La razón en una criatura significa aquella facultad de ampliar las reglas e

intenciones del uso de todas sus fuerzas mucho más allá del instinto natural, y no conoce límites a

sus proyectos. Pero ella misma no actúa instintivamente sino que necesita tanteos, ejercicio y

aprendizaje, para poder aprender cómo usar a la perfección de todas sus disposiciones naturales;

o, si la naturaleza ha fijado un breve plazo a su vida (como ocurre), necesita acaso de una serie

incontable de generaciones que se trasmitan una a otra sus conocimientos para que, por fin, el

germen que lleva escondido la especie nuestra llegue hasta aquella etapa de desarrollo que

corresponda adecuadamente a su intención. Y este momento, por lo menos en la idea del hombre,

debe constituir la meta de sus esfuerzos, pues de lo contrario habría que considerar las

disposiciones naturales, en su mayor parte, como ociosas y sin finalidad; lo cual cancelaría todos

los principios prácticos y, de ese modo, la naturaleza, cuya sabiduría nos sirve de principio para

juzgar del resto de las cosas, sólo por lo que respecta al hombre se haría sospechosa de estar

desarrollando un juego infantil.

Tercer principio

La naturaleza ha querido que el hombre logre completamente de sí mismo todo aquello que sobrepasa

el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad

o perfección que la que él mismo, libre del instinto, se procure por la propia razón.

Porque la naturaleza nada hace en balde y no es pródiga en el empleo de los medios para

sus fines. El hecho de haber dotado al hombre de razón y, así de la libertad de la voluntad que en

ella se funda, era ya una señal inequívoca de su intención por lo que respecta a este

equipamiento. No debía ser dirigido por el instinto ni tampoco cuidado e instruido por

conocimientos venidos de fuera, sino que tendría que obtenerlo todo de sí mismo. La invención

del vestido, de su seguridad y defensa exteriores (para lo que

no le proveyó de los cuernos del

toro, de las garras del león ni de los dientes del perro, sino de sus meras manos), de todos los

goces que hacen agradable la vida, su misma comprensión y agudeza, y hasta la bondad de su

voluntad tenían que ser por completo obra suya. Parece, casi, que la naturaleza se ha complacido

en el caso del hombre en una máxima economía, y que ha medido el equipo animal del hombre

con tanta ruindad, con tan ceñido ajuste a la máxima necesidad en una existencia en germen,

como si quisiera que una vez que se hubiera levantado el hombre, por fin, desde la más profunda

rudeza hasta la máxima destreza, hasta la interna perfección de su pensar y, de ese modo, (en la

medida en que es posible sobre la tierra), hasta la felicidad, a él le correspondiera todo el mérito y

sólo a sí mismo tuviera que agradecérselo; como si le hubiera importado más su propia estimación

racional que cualquier bienestar. Porque en el curso del destino humano le aguarda al hombre

todo un enjambre de penalidades. Parece que a la naturaleza no le interesaba que el hombre

viviera bien; sino que se desenvolviera a tal grado que, por su comportamiento, fuera digno de la

vida y del bienestar. Siempre sorprende que las viejas generaciones parecen afanarse penosamente

sólo en interés de las venideras, para prepararles un nivel sobre el cual levantar

todavía más el edificio cuya construcción les ha asignado la naturaleza; y que sólo las generaciones

últimas gozarán la dicha de habitar

en la mansión de toda una serie de antepasados, que no la

disfrutará, ha preparado sin pensar en ello. Y aunque esto es muy enigmático, no hay más remedio

que reconocerlo una vez aceptado que, si una especie animal está dotada de razón, como clase

que es de seres racionales morales todos, pero cuya especie es inmortal, tiene que llegar a la

perfección del desarrollo de sus disposiciones.

Cuarto principio

El medio de que se sirve la naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es

el ANTAGONISMO de las mismas en sociedad, en la medida en que ese antagonismo se convierte a

la postre en la causa de un orden legal de aquellas. Entiendo en este caso por antagonismo la

insociable sociabilidad de los hombres, es decir, su inclinación a formar sociedad que, sin

embargo, va unidad a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla. Esta

disposición reside, a las claras, en la naturaleza del hombre. El hombre tiene una inclinación a

entrar en sociedad; porque en tal estado se siente más como hombre, es decir, que siente el

desarrollo de sus disposiciones naturales. Pero también tienen una gran tendencia a aislarse;

porque tropieza en sí mismo con la cualidad insocial que le lleva a querer disponer de todo según

le place y espera, naturalmente, encontrar resistencia por todas partes, por lo mismo que sabe

hallarse propenso a prestársela a los demás. Pero esta resistencia es

la que despierta todas las

fuerzas del hombre y le lleva a enderezar su inclinación a la pereza y, movido por el ansia de

honores, poder o bienes, trata de lograr una posición entre sus congéneres, que no puede

soportar pero de los que tampoco puede prescindir. Y así transcurren los primeros pasos serios de

la rudeza de la cultura, que consiste propiamente en el valor social del hombre; los talentos van

desarrollándose poco a poco, se forma el gusto y, mediante una continuada

...

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