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Soren Kierkegaard


Enviado por   •  26 de Junio de 2015  •  2.327 Palabras (10 Páginas)  •  320 Visitas

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Los estadios existenciales

Según la conciencia que uno tenga de sí mismo, esto es, dependiendo de la fuerza que tenga la autoafirmación del yo, el hombre se encuentra en situaciones existenciales diversas, atraviesa distintos estadios existenciales. En las líneas que siguen intentaremos presentar las características generales de los diversos estadios.

a) El estadio estético

El estadio estético de la existencia representa el nivel más bajo de vida humana: muestra su carencia de espíritu (unidad alma-cuerpo), porque a la persona que es víctima del esteticismo le falta la conciencia de de ser un yo.

En una página de la última parte de Aut-Aut, el autor seudónimo define el estadio estético como aquella situación en la que hombre es aquello que es, y lo compara al estadio ético, en el que el hombre llega a ser aquello en lo que se convierte. De todo lo dicho en las páginas anteriores, parece clara la distinción kierkegaardiana: el hombre es un hacerse, debe alcanzar su telos (fin) —realizar la síntesis del espíritu. Si se queda en lo que simplemente es, sin poner en movimiento el proceso ético de autoconstitución del espíritu, permanece estancado en lo inmediato, en el esteticismo.

El esteticismo es una enfermedad espiritual: la sufre el hombre que carece de interioridad, porque no ha logrado realizar la síntesis entre los elementos que lo componen. El esteta lleva consigo una ruptura interior, que se debe recomponer. En Aut-Aut y en los Estadios en el camino de la vida, Kierkegaard presenta la tipología de esta enfermedad, es decir, los distintos síntomas que ponen de manifiesto que al esteta le falta un yo y que se encuentra, sabiéndolo o no, en la desesperación.

Tipos muy distintos —el borracho, el hombre de negocios, el artista, el engreído— tienen en común la misma enfermedad: el esteticismo. A todos les falta una razón profunda de vivir bien anclada en lo más íntimo de su ser: viven superficialmente. Son lo que son: se identifican con su propia actuación, se encuentran en la superficialidad.

Como al esteta le falta la unidad sintética del espíritu, su no-existencia, es decir el hecho de encontrarse en la superficialidad le lleva a la falta de autodominio, de libertad. El esteta no es dueño de sí mismo: vive siempre fuera de sí, en la superficie. La falta de profundidad, de autoconciencia de poseer un yo, hace que se identifique con su estado de ánimo. Pero los estados de ánimo varían, como cambia continuamente la superficie. El esteta vive en el momento concreto, en el instante presente. Estado de ánimo, instante fugaz: ésta es la vida del esteta. Por este motivo, nunca podrá comprometerse con algo serio, con algo que sea definitivo. No se abrirá a los demás: vivirá encerrado en su identificación con su manifestación. Será un espectador del mundo y de su propia exterioridad, porque no puede actuar fuera de su estado de ánimo. Por tanto, el esteta está al margen de los demás, se separa del resto, pero también se separa de sí mismo: el esteticismo es también encerramiento, hermetismo, egoísmo. El esteta se deja llevar, deja que la vida transcurra fácilmente sin intentar tomar las riendas de su propia existencia personal.

Identificado con su estado de ánimo mudable, está imposibilitado para el amor, porque se encuentra atrapado, no en sí mismo, sino en la superficie de sí mismo. No podrá ni siquiera escoger: delante de él se abren diversas posibilidades, pero al encontrarse instalado en la superficialidad de la vida, no encuentra razones de peso que le muevan a escoger una cosa u otra. La superficialidad es negación de libertad y, por tanto, indecisión.

El hecho de no encontrar un motivo válido para tomar decisiones lleva al aburrimiento: todo da lo mismo. Todo esteta terminará por aburrirse. Pero como el aburrimiento no es un estado de ánimo agradable, el esteta buscará un remedio para combatirlo: la diversión. Divertirse es no sujetarse a un orden establecido, a unas normas, es no comprometerse, no comportarse con lealtad con nada ni nadie. Divertirse significa arbitrariedad: una vida sin peso, sin un plan establecido, haciendo todo aquello que a uno le apetece en cada instante, movido por el estado de ánimo.

Pero la arbitrariedad es un remedio superficial contra un síntoma —el aburrimiento— de una enfermedad profunda: la desesperación.

«Se observa, por tanto, que toda concepción estética de la vida es desesperación, y que todo aquel que vive estéticamente está desesperado, tanto si lo sabe como si no (...). Esta última concepción es la desesperación misma. Es una concepción de la vida estética, porque la personalidad permanece en su propia condición inmediata: es la última concepción de la vida estética, porque en cierto sentido ha acogido en sí la conciencia de la nulidad de sí misma» [Kierkegaard 1989: 98].

b) El estadio ético

El punto final de la vida estética —la desesperación— es también el punto de partida de la vida ética. Desesperarse de uno mismo, darse cuenta de que lo inmediato no puede darle un sentido a la vida, es la única vía de salida para afirmarse a sí mismo como fundamentado en el Absoluto. Por eso, lejos de aconsejar una terapia superficial, Kierkegaard anima al esteta a la desesperación.

Escoger libremente la desesperación: he aquí el comienzo de la vida auténtica. Desesperar de uno mismo para salir del estadio estético significa desesperar de la propia finitud. Desesperar de mi yo finito, y escoger mi yo absoluto es el inicio de la vida ética. Este momento se identifica con elarrepentimiento: cuando uno se desespera de sí mismo, se da cuenta de su propia culpa, y arrepintiéndose encuentra el fundamento del yo en el Absoluto. Sin embargo, no se trata de un paso obligado: el esteta puede permanecer siempre en ese estado.

Decíamos antes que Kierkegaard definía al esteta por la inmediatez, y al ético por el hacerse. Veamos la formulación textual: «¿Pero qué significa vivir estéticamente y qué éticamente? ¿Qué es lo estético que se encuentra en el hombre y qué es lo ético? A esto yo contestaría: lo estético que hay en el hombre es aquello por lo que él es inmediatamente aquello que es, lo ético es aquello por lo que él llega a ser lo que llega a ser» [Kierkegaard 1989: 46]. La existencia ética comporta una tensión hacia un telos, un esfuerzo para llegar a ser espíritu frente a Dios. Por eso hemos dicho antes que no se es individuo, sino que se llega a serlo.

Retomando la teleología aristotélica, Kierkegaard entiende el devenir ético como la tensión entre el yo real y el yo ideal. Pero el yo ideal no es el yo fantástico del esteta que no ha logrado poner el espíritu y se dispersa en un mundo imaginario, en un mar de posibilidades. No, el yo ideal de la existencia ética

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