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Ética para náufragos - José Antonio Marina


Enviado por   •  27 de Abril de 2023  •  Trabajo  •  3.657 Palabras (15 Páginas)  •  49 Visitas

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Ética para náufragos
o del naufragio de la ética

Atilana Guerrero Sánchez

Sobre Ética para náufragos, de José Antonio Marina (Anagrama, Colección Argumentos 159, Barcelona 1995, 243 páginas)

Planteamiento de la cuestión

El presente trabajo consiste en un comentario sobre el libro de José Antonio Marina titulado «Ética para náufragos». Para ello, no nos atendremos al método de exposición doxográfico-crítico, habitual en un ejercicio de filosofía académica universitaria, que obligaría a tratar de las últimas investigaciones de las últimas corrientes del pensamiento ético –como si de una ciencia se tratara–; en su caso, intentaremos ejercitar la filosofía académica dirigiéndonos a «las cosas mismas», considerando como contenidos del presente que urge analizar, entre otros, a los libros reconocidos como «de filosofía».

Y, en efecto, se puede decir que nos hallamos ante un fenómeno social y editorial de primera magnitud. El éxito al que la literatura ética nos tiene acostumbrados se distingue en este caso, sobre todo, por las características especiales del autor: profesor de filosofía de bachillerato y representante informal de la materia en los relativamente recientes debates sobre la reforma educativa en distintos medios de comunicación. Tanto el éxito del libro como que su autor sea profesor de bachillerato serán datos relevantes a la hora de analizar el contenido de la obra.

Por otro lado, sólo desde una concepción idealista absoluta y elitista puede resultar impertinente interesarse por la acogida que una obra literaria o filosófica tiene en su ámbito social, al cual, queramos o no, se dirige. Desestimamos, por tanto, posibles objeciones del estilo: «la verdad no se mide por el número de lectores», o, en sentido contrario, «no será verdad lo que a nadie interesa». Nuestro interés pretende moverse desde una perspectiva en la que los fenómenos, lejos de esconder la verdad (aletheia), son un momento hacia su construcción (verum est factum), pues, no se trata de no dejarse engañar por las apariencias sino de encontrar la estructura que permita reunirlas con cierto sistema. El sistema que aquí se pretende ejercitar es el materialismo filosófico de Gustavo Bueno, y la tesis a sostener la siguiente: «Ética para náufragos» no es una obra de verdadera filosofía.

Demostrar semejante afirmación constituirá el núcleo del argumento de nuestro comentario, pero, antes de nada, hay que aclarar que la tesis no se ofrece como un juicio de valor negativo, aun cuando este pueda extraerse por otras razones. Nuestra tesis tiene sobre todo carácter gnoseológico, en tanto se propone precisar la realidad de un discurso difícilmente encuadrable en la tradición del saber que en torno al siglo IV a.C. se inicia con la academia platónica. No es que no encontremos en la obra términos técnicos de dicha tradición, es más, se cita a Séneca, Kant, Aristóteles o Hume, e incluso se adopta cierta metodología crítica al apoyarse en algunas categorías científicas, sobre todo psicológicas. Aun así, todo ello, al servicio de un fin, y esto es lo importante, quizá merecedor del premio Mejor Libro del Año, pero ajeno a la disciplina filosófica: la salvación individual de los hombres que acudan a su lectura.

En el siguiente apartado explicaremos el sentido determinado en que nos referimos a «salvación individual» y cómo la ética, en tanto se propone cumplir con esta misión, deja de ser una reflexión crítica o filosófica. En su lugar, aparecerán discursos de metafísica como doctrina sapiencial o del «saber vivir».

Ética para «individuos flotantes»

No es habitual que una obra a primera vista de carácter ensayístico comience del siguiente modo: «Estoy frente al mar que se luce bajo el sol pavoneándose. Este resplandeciente lugar batido por todos los vientos y por el aupado sonido de las olas no parece adecuado para hablar de ética.» No es habitual, repito, que el autor de un libro de ética nos informe sobre el lugar en que se encuentra, en primera persona, en un tono tan «confidencial». Sin embargo, este tipo de «cuñas» poéticas –que se reiteran en cada capítulo– no son lo que parecen, arrebatos sentimentales, sino, en palabras de su «creador»: «un voluntario intento de construir las torres altas del estilo y transfigurar la realidad inventando en ella esa posibilidad libre que es la belleza.» ¿Qué necesidad habría, nos preguntamos, de este tipo de «alardes» estéticos? La respuesta desde la perspectiva emic del autor bien podría ser esta: una buena metáfora de la vida es el acto de escribir: cuando escribimos poéticamente es como cuando vivimos creativamente; sin caer en los automatismos de la rutina, sosteniéndonos sin más ayuda que la de nuestro propio ímpetu, a la Münchausen. Como la ética es el producto más genuino de la creatividad humana, por seguir con la metáfora de la narración, de ella depende el que vivamos con buen estilo. Una teoría de la inteligencia humana como la propuesta nos explica de qué modo controlar nuestras operaciones mentales para conseguir un estilo determinado de ocurrencias, que al fin y al cabo, viene a ser lo que nos dijo Aristóteles que era la felicidad.

La respuesta etic, es decir, desde nuestra interpretación, invertiría, en todo caso, el sentido de la flecha metafórica viendo a la narración no como una metáfora de la vida, sino más bien a la vida, como una metáfora de la narración, y no de cualquiera: de la misma narración que nos ofrece este libro. Diríamos, según el tipo de metáfora atributiva que se ejercita continuamente, hasta el punto de olvidar la analogía, convirtiéndose en delirio imaginativo, que el señor José Antonio Marina nos muestra los efectos de su teoría de la «inteligencia creadora» en su propia persona, es decir, en su texto. Por eso, este libro es un «manual de supervivencia». Paradójicamente, para «vivir» hay que «leerlo».

Ahora bien, acudiendo a Platón nos preguntamos: ¿realmente puede la ética enseñar a vivir?, ¿no será más bien al contrario, que sólo el que vive bien se interesa por ella? Protágoras y Sócrates son los que en el diálogo que lleva el nombre del sofista ya discutieron este asunto. El sofista se cree capaz de enseñar a «ser ciudadano», pero el filósofo le responde que esa virtud no es enseñable, porque el ciudadano ya debe serlo para estar dispuesto a escucharle.

No vamos, por tanto, a reinterpretar puntualmente el contenido de la doctrina expuesta en este libro, según su autor, una ética basada en una teoría de la «inteligencia creadora» –tampoco Sócrates daba una definición alternativa del «ser ciudadano», le bastaba con saber que no se podía saber. Fieles a nuestra tesis de partida, el sentido general de nuestra interpretación se encamina, entonces, a considerar que la «verdad» de este libro está en su lectura. ¿Qué quiere decir esto?, ¿es posible que «leer» sea una operación cuya finalidad recaiga en sí misma? Veamos.

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