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El Libro Del Genesis Del Popol Vuh


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2013  •  1.806 Palabras (8 Páginas)  •  661 Visitas

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El libro del genesis del Popol Vuh

Hyalmar Blixen

En nuestro artículo anterior aparecido en este Suplemento hicimos algunas consideraciones generales acerca del libro sagrado de los mayas-quichés, libro que es la aurora de la literatura en América. Hoy particularizaremos el tema, refiriéndonos a una parte del notable relato inicial del origen del mundo conque se abre el libro, relato que demuestra, en medio de sus símbolos, el alto desarrollo mental al que había llegado el pueblo maya. En un preámbulo escrito por el copista indígena, o mejor aún, por el que hizo la transcripción de los signos alfabéticos a los silábicos, se dice:

"Grande era la descripción y el relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y repartido en cuatro partes, cómo fue señalado y el cielo fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro rincones... "

Por estas palabras nos percatamos que el Popol Vuh en jeroglíficos desarrollaba en una larga narración esta actividad inicial de los dioses que en el Popol Vuh alfabético está apenas insinuada con esta palabras citadas.

¿A qué se refería el escriba del códice de Chichicastenango? A una concepción común entre los pueblos mayas, consistente en considerar al universo a la manera de un enorme cubo seccionado originariamente en dos partes (planos del cielo y de la tierra) y luego en tres, ya que el mundo subterráneo fue, según creían, obra posterior, ocurrida en una fecha misteriosa del Tzolkin (calendario maya) que según el libro de Chilán Balám de Chumayel cae en el signo nueve- Cahuac. Consideraban al cubo cósmico atravesado en su punto céntrico por un inmenso árbol sagrado, el "yaxche" (La Gran Madre Ceiba) cuyas cuatro raices se hundían en el mundo subterráneo, dirigidas hacia cada uno de los cuatro puntos cardinales; además, sus cuatro grandes ramas apuntaban a los cardinales del plano superior y soportaban el cielo. Dice Mimenza Castillo : "en el mundo subterráneo se alojaban los Abcatunes, quienes sostenían el mundo; las regiones celestes las sostenían los cuatro Bacabes y en los cuatro ángulos del cielo moraban otros cuatro dioses, los Chakes, númenes del viento y de la lluvia. A cada uno de ellos se atribuía un color simbólico: blanco al norte, amarillo al sur, rojo al este, y negro al oeste". Estos colores, en realidad, varían según los textos de las diversas literaturas primitivas.

Lo citado aclara, pues, en parte, a qué cosa se refería el escriba del Popol Vuh al establecer que los dioses crearon los cuatro ángulos del cielo. En este libro, cada una de las divinidades de los cuatro rumbos tiene un nombre: Tzacol (creador), Bitol (formador), Alom (diosa madre "La que concibe hijos") y Kaholom (el dios padre, "el que engendra hijos").

Esta concepción del mundo según el Popol Vuh es similar a la del otro gran libro maya ya citado: el "Chilán Balám de Chumayel"; allí a los cuatro dioses de los ángulos del mundo se les llama los Mucen Cab (palabras que significan "oculto en la tierra"). También los textos en náhuatl y las crónicas de Indias señalan parecidas concepciones entre los méxicanos. Quizás estas ideas estén relacionadas con la de la rosa de los vientos, cuyo símbolo es una cruz de cuatro brazos iguales, cruz que aparece en obras de arte de casi toda la América precolombina y que no tiene relación alguna con la cruz cristiana. Adán Quiroga ha realizado un interesante trabajo de búsqueda y de interpretación acerca de este tema en su libro "La cruz en América". Pero ampliando más el campo de observación se puede ver que esta representación del mundo no es solamente americana, sino que constituye también uno de los conceptos más antiguos de las culturas de Asia y Egipto.

Imbelloni ha hecho un valioso estudio comparativo titulado "Formas templarias de los conceptos de espacio y tiempo" en el que detalla, en un cuadro, los colores que a los cardinales daban los egipcios, caldeos, hindues, tibetanos, chinos, javaneses, aztecas y mayas. Estos colores, con ligeras variantes o cambios de posiciones son sustancialmente los mismos. En realidad es grande el número de obras que puede citarse para probar la difusión que esta representación del espacio organizado geométricamente alcanzó en Asia y en Egipto. Así Chochod alude a una antigua tradición china según la cual los cardinales y la línea o eje vertical del mundo (cielo-tierra) están representados por seis than-qui (tortugas genios). Esta tradición se consigna, por otra parte, en el libro "Ritual de los Shu", en el que cada uno de estos seres orientadores de los rumbos aparece con sus colores simbólicos.

Y también se remonta al "Yi-king" (libro de las transformaciones) de redacción antiquísima, donde está encerrado lo fundamental de la más arcaica sabiduría china. Chochod puntualiza que estas ideas forman parte de un sistema en que el número cinco juega un papel primordial, ya que los antiguos chinos, en sus ritos mágicos, distinguían cinco formas elementales, cinco tipos de cereales, cinco sonoridades musicales, cinco planetas, cinco sabores, cinco colores, cinco períodos cosmogónicos de tiempo, cinco regiones terrestres, cinco vísceras, cinco puntos cósmicos (los cuatro cardinales y el centro) formado por el entrecruzamiento de las líneas tendidas entre aquellos. Parecida representación mental del mundo se encuentra en el relato anamita llamado "Van-Dao-Fu-Luc"; allí el mundo está regido por cinco Tham o Shem,

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