Los Pueblos Indígenas Del Perú Y El Desafío De La Conquista Española - STERN
Enviado por Yasmin_Martinez • 6 de Julio de 2012 • 2.083 Palabras (9 Páginas) • 1.109 Visitas
Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española
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El paisaje escarpado de la alta sierra andina puede convertirse en algo frío y hostil. En Huamanga y otras partes meridionales de la sierra, la estación de las lluvias (diciembre y marzo) es corta, y las posibilidades de riego son limitadas. Las características ásperas y agrestes del paisaje predominan casi en todas partes, salvo en algunas punas altas. Estas tierras altas están puntuadas por una trama de valles altos y bajos entre las montañas, donde los arroyos corren hacia el oeste y el sur, hacia la costa y del sistema de lluvias de la Amazonia, hacia el norte y el este.
Por hostil y confusa que parezca esa ecología, las comunidades andinas elaboraron métodos muy eficientes de explotar su medio.
1) La organización de la vida material
Dos principios de la vida material:
• Autonomía económica: exigía que la gente se esparciera en formas dispersas de asentamiento adaptadas al rigor y a las pluralidades ecológicas de su medio ambiente. Económicamente, la dispersión reducía el efecto de las malas cosechas y facilitaba el acceso a una diversidad de zonas ecológicas adaptadas a la producción de recursos diferentes. Había grupos sociales que se asentaban en una serie de “islas” económicas, ideadas para aprovechar la diversidad de microambientes. Cultivaban maíz, patatas a grandes alturas. Las comunidades solían establecerse en las zonas más altas de la puna por el pastoreo de llamas y alpacas, la caza y extraer sal; y en valles más bajos y tierras para producir hoja de coca, fruta, algodón, entre otros. Al enviar colonizadores desde las zonas nucleares, las comunidades incorporaban en sus dominios una serie de colonias o islas cuyas condiciones naturales les permitía pastoreas animales, etc. Eran asentamientos no continuos de las comunidades. Como definían la viabilidad económica en cuanto a la autonomía económica, las comunidades hicieron todo lo posible por crear esos “archipiélagos” de productos dispersos que explotaban zonas ecológicas complementarias. Al trabajar en tantos microambientes, estos pueblos limitaron el trueque con otras etnias.
Mediante la combinación de actividades, estos pueblos redujeron al mínimo la dependencia respecto de grupos especializados de trabajadores externos al grupo de parentesco. La autonomía económica de los hogares frenó la aparición de una división compleja del trabajo basada en esa especialización. Los artesanos seguían trabajando la tierra y ejerciendo el pastoreo. El impulso hacia la autonomía económica implicaba el control directo de microambientes dispersos. La mano de obra era necesaria y la clave para un trabajo en equipo, con relaciones cooperativas
• Comunidad: Los vínculos de parentesco definían la identidad de la gente en términos de “familias” más amplias, que en sí mismas eran componentes de una comunidad o “familia” étnica. Esos vínculos de comunidad entre parientes unieron a los productores dispersos en un régimen de cooperación que proporcionaba la autonomía económica a todos los integrantes de la familia colectiva, l nivel más íntimo, el del hogar, se calificaba a un gran grupo de parientes de hermanos y “hermanas”. Esa trama extensa de parientes de hogar se unía con otros grupos para formar un AYLLU mayor, que era la unidad de parentesco básica de la estructura social andina. Formalmente, el ayllu era un linaje endógamo que afirmaba descender del mismo antepasado.
Al calificarse de hermanos descendientes de un dios-antepasado mítico, los ayllus ampliaban los límites del grupo de parentesco, para incluir un todo mayor. Al unir los hogares en ayllus, incorporar esas ayllus primarios en linajes de ayllus más extensos y forjar los ayllus en grupos más inclusivos de pueblos emparentados, el parentesco era un idioma que definía los límites de una comunidad, una tribu o un grupo étnico. Dentro de esta red imbricada de relaciones de parentesco, las personas y las familias encontraban su identidad y los medios se supervivencia. Los campos, pastos, aguas y animales no le pertenecían directamente a las familias andinas, sino que le pertenecían al dominio colectivo de sus ayllus, comunidades y grupos étnicos. Pero estas unidades existían como dependientes de redes más amplias y no como entidades libres e independientes. Era por pertenecer a un ayllu mayor por lo que un hogar ejercitaba derechos a tierras, animales y mano de obra. Los trabajos del Estado y autoridades locales se las daban a los ayllus, había una movilidad social colectiva.
Los hogares y los ayllus activaban y reforzaban vínculos comunitarios o étnicos al efectuar intercambios recíprocos de mano de obra entre “parientes”. La riqueza en la sociedad andina procedía del acceso a la mano de obra basado en la construcción de esa red de parentesco y obligaciones mutuas. El intercambio recíproco de servicios movilizados por los grupos de parientes, en el seno de sus ayllus, se convirtió en el modelo ideal ampliado hacia afuera a los vínculos entre ayllus. La reciprocidad local estaba regida por el intercambio equitativo. Los regalos e intercambios definían esas relaciones bien calculadas, y la posición variaba según las peticiones de la mano de obra la cual iba pasando de grupo de parientes cercanos y más lejanos. El término ayni, que sirve de palabra de raíz para la reciprocidad medida, tanto para el quechua como el aymara.
Tinku y justicia de los Andes: El concepto de Tinku vinculaba la justicia a un concepto de encuentro entre entidades idealmente iguales y emparejadas recíprocamente. Significaba la reunión o el encuentro entre dos cosas. El concepto de tinku de lo justo o perfecto, se refería al emparentamiento necesario de entidades distintas en relaciones idealmente equivalentes. Implicaba una obligación mutua, para restablecer el equilibrio o de reconciliar a enemigos. Esta reciprocidad también implicaba un valor cultural.
2) Estratificación, rivalidad, conflicto
Pero la realidad no siempre se adapta a esos ideales. Las relaciones de reciprocidad no funcionaban como una expresión idílica de una armonía, sino que era como una institución cultural manipulada. La competencia y la desigualdad impartían un carácter de “doble filo” a las relaciones de reciprocidad: la extensión de las redes de parentesco y de reciprocidad generaban también conflictos estructurales entre la lealtad al ayllu propio o a los parientes más cercanos, y la necesidad de cooperar en contextos comunitarios o étnicos más amplios. El mismo impulso hacia la autonomía social y económica que hacía que el intercambio igual entre parientes fuera el medio preferido de cooperación económica también engendró rivalidades
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