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Aguascalientes Libre Por El Beso De Una Mujer


Enviado por   •  4 de Febrero de 2013  •  1.513 Palabras (7 Páginas)  •  760 Visitas

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LEYENDA DE AGUASCALIENTES LIBRE POR EL BESO DE UNA MUJER

Esta historia nació gracias al ingenio del Ingeniero Elías L. Torres, quien recuperó en un escrito lo que decía el pueblo sobre la Soberanía de Estado, lo cual levantó gran polémica en el pueblo sobre todo, en las recatadas y buenas mujeres de Aguascalientes.

Se cuenta esta narración que doña Luisa Fernández Villa de García Rojas, oriunda de Aguascalientes hija de Don diego Fernández Villa, conocido comerciante del lugar- se casó con Don Pedro García Rojas en 1822 (su primera hija doña Francisca nació en 1924).

Doña Luisa era una mujer atractiva, caritativa, generosa, que como a todos los aguascalentenses deseaba que su estado fuera independiente y sacudirse del yugo zacatecano " librarse de la tiranía de los tusos ", rezaba un incendiario manifiesto de la época, anhelo que no podía cristalizar mediante una revolución, ya que no se podía enfrentar éste contra los poderosos enemigos de Zacatecas.

Don Pedro García Rojas se distinguía por su prominencia en la política y su riqueza. Respetado y distinguido en el estado y con antecedentes marcadamente enemigos de la liberal política zacatecana. La ciudad de Aguascalientes fue fundada en 1575, según consta en la cédula de Felipe II, fechada en Madrid el 22 de octubre de ese año, siendo sus fundadores Juana de Montoro, Gerónimo de la Cueva, Alonso Alarcón y otros mas, quienes se instalaron en las cercanías de los manantiales de aguas termales que hay en esa ciudad.

El crecimiento de la población fue tan rápido, por la bondad de su clima, la exuberancia de su vegetación y la abundancia de las aguas que, treinta y seis años más tarde, el 18 de agosto de 1611, la Real Audiencia de Nueva Galicia la declaró Villa, poniéndole por nombre "Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes". Durante muchos años siguió dependiendo del Gobierno de Nueva Galicia, hoy Jalisco, y todavía cuando el Conde de Gálvez, Virrey de México, dividió la Nueva España en doce intendencias, siguió perteneciendo a Jalisco.

En 1791, el Gobierno Virreinal, quizá por la gran distancia a que se encontraba Guadalajara, resolvió agregar a la intendencia de Zacatecas, lo que hoy es Aguascalientes; con ese motivo surgió un obvio y natural disgusto de los vecinos, el cual se hizo manifiesto, por escrito. Hubo súplicas, pasquines y el descontento fue creciendo a medida que el tiempo pasaba, sin que nunca aceptaran semejante cambio, también hubo con frecuencia escándalos y motines que duraron hasta la compleja independencia del Estado.

De manera que, desde que Aguascalientes fue agregado a la dependencia de Zacatecas, el más grande anhelo de sus habitantes, era independizarse. Pasaron algunos años, y Aguascalientes era un suburbio de Zacatecas, la gente sentía gran encono con los zacatecanos, los que menos culpa tenían en el asunto. El primero de Mayo de 1835, Don Antonio López de Santa Anna, llegó a la ciudad de Aguascalientes de paso para Zacatecas.

Llevaba un contingente de 3,000 hombres, con los cuales iba a someter al orden al turbulento estado de Zacatecas, que había tenido "la audacia", de sublevarse contra él. Dice Elías L. Torres, que " la causa en el fondo era que las ideas liberales y avanzadas de los zacatecanos no se compadecía con las del gobierno central, que habían impuesto a la republica al cojo de Tampico ". La llegada del general Santa Anna a Aguascalientes, fue un gran alboroto, el pueblo se puso en movimiento, se adorno la villa y con gran júbilo fue recibido el presidente.

Pernoctaría una noche y las principales familias del lugar se disputaban el honor de recibir en su casa al invencible guerrero. La residencia de Don Pedro García Rojas y su esposa Doña María Luisa fue la elegida. Toda la calle de Morelos (en donde se ubicaba, según el historiador Don Alejandro Topete Del Valle) fue decorada por guirnaldas de flores y papel de china de colores. Dice la leyenda que el día fue muy ocupado para el general Santa Anna; órdenes para el ejército, recibo de comisiones, conferencias con los principales vecinos, con miembros del clero y de los conventos y toda esa batahola de ir y venir que en torno de los grandes se agita y mueve. Por lo tanto dieron órdenes estrictas para no permitir más el paso a nadie; había sido un día muy agitado y el general iba a descansar.

Doña Maria Luisa, que era una gran ama de casa, virtuosa en la cocina y una exquisita dama de abolengo, la que a más de su belleza tenía finos modales, desplegando toda su coquetería recibió

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