Anexo 1. con que historia debemos formar a los docentes
Enviado por Raba Lorenzo • 29 de Junio de 2016 • Síntesis • 1.394 Palabras (6 Páginas) • 335 Visitas
Los historiadores de la educación creen que su disciplina es indispensable para formar a los futuros docentes, porque solo la historia puede ayudarles a recuperar y situar en la larga duración los problemas que tienen que enfrentar. Sus enseñanza consisten sobre todo en arrojar algunas luces sobre de la larga duración de los fenómenos educativos y en situar cronológicamente a las figuras destacadas de la tradición.
En Francia, la historia que el obispo preceptor construyo para el joven príncipe estaba en relación directa con su futuro oficio; el príncipe es formado para “aprender lecciones de la historia”, presentadas como un repertorio de situaciones y estudios de casos donde el profesor lo ayuda a no volver a caer.
No existía una disciplina titulada “historia” en el currículo para los niños de las elites que frecuentan los colegios de los jesuitas o de los oratorios. Los alumnos no podían comprender los textos seleccionados por su valor moral que debían traducir. La ausencia de la disciplina escolar titulada “historia”, podría llevar a pensar que, en su inmensa mayoría, los alumnos no tenían idea alguna de las grandes etapas que dividían el devenir de los pueblos. Pero eso, seria olvidar que existía entonces una historia que todos los niños debían conocer sin distinción de rangos ni de sexo: la historia sagrada. En esa historia podía situarse, ya que reunía en el antiguo y nuevo testamento a la historia de la iglesia y la cristiandad. Los catecismos relataban historia del pueblo elegido desde el génesis hasta la vida de cristo, para continuar con la historia de la iglesia y de su decaimiento. La historia sagrada es una teología que da sentido a la vez a la historia pasada, presente y futura.
La revolución francesa, al suprimir la tradición, tuvo que educar a los futuros ciudadanos con otras pautas. Se trataba “de formar el corazón” y “de ejercitar el espíritu, proponiendo nuevos héroes de la libertad del panteón antiguo o mártires de la causa revolucionaria. Los catecismos revolucionarios debían enunciar los derechos humanos, era necesario que la historia “se convierta en una historia de pueblo y no de un reducido números de jefes”.
Las historias tradicionales religiosas y políticas era el pasado que explicaba al presente, en cambio, la revolución produjo una relectura del pasado en función del presente a la luz de los recientes “acontecimientos”. En consecuencia, nacía una nueva disciplina histórica.
Tras la revolución, la historia era un “género literario” a ser refundado y fue necesario para el siglo XIX para que se constituyera en discurso científico y en disciplina universitaria separada de las bellas artes. Se instauro la escuela laica y obligatoria, para que la historia de Francia se convirtiera en una disciplina claramente instalada en el horario escolar.
Los maestros enseñaban en ella una nueva vulgata, es decir, señalaba el fin de una época antigua e inauguraba una nueva etapa, basado en el derecho y no en los usos y costumbres. Se instaló la libertad del ciudadano y no la obediencia de los sujetos, la representación electiva y no la monarquía absoluta.
Siguiendo la misma línea, la concepción de la historia fue planteada como búsqueda de la verdad, donde existen relatos cronológicos de los “grandes acontecimientos” organizados por los “grandes hombres” que dirigieron los estados, las iglesias, los partidos o los ejércitos. Los debates entre los historiadores dieron lugar a los protagonistas anónimos de la historia para que se estudiaran las condiciones de vida del pueblo, sus sufrimientos y sus luchas, sus creencias y sus esperanzas. Es decir, la vida familiar, las relaciones con los niños y los sentimientos se volvieron objetos de la historia.
La historia de la educación se puso en marcha a fines del siglo XXI, cuando se crearon cátedras de pedagogía en las universidades. Una vez laicizada la escuela, fue necesario formar en esa nueva matriz a los docentes y a sus formadores, los profesores de las escuelas normales y a los inspectores, debido a la legitimidad política de la escuela laica es insuficiente sin el apoyo de una legitimidad intelectual. Es por eso, que la escuela controlada por la iglesia, debía reinventar su herencia.
Las innovaciones educativas de los últimos siglos fueron consideradas invenciones técnicas, ideológicamente neutras, de las cuales cualquiera podía sentirse heredero. La laicización se refería a los contenidos, la religión no era más una disciplina escolar, y al personal docente, por lo que podía conservarse otros legados del pasado, como las instituciones, las técnicas de enseñanza e incluso algunos conocimientos que debían ser adaptados a las exigencias sociales que la nación imponía a la escuela pública.
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