Antecedentes y organización militar mexica
Gerson GalindoTrabajo17 de Noviembre de 2015
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Antecedentes y organización militar mexica
El ambiente general, en el hábitat de nuestros ancestros, analizado desde los puntos de vista político, económico, científico, cultural y religioso, podría sintetizarse, no sin riesgo de equivocación, teniendo en cuenta que la conquista pretendió, por razones económicas, políticas y religiosas aniquilar una cultura tan disimbola. Destruyendo por ende documentos y monumentos que actualmente serian valiosos instrumentos de información histórica; y como triunfadores falseando la verdad, medio psicológico de justificación, recurso humano de todos los tiempos.
La federación de Anáhuac o triple alianza, no era un verdadero imperio, que lejos de constituir una autocracia, era una hermandad o amistad de gobernantes.
El Tlahtoani era el ejecutor supremo, y el Cihuacohuatl administrador supremo; ambos se consideraban jerárquicamente iguales en funciones de Gobierno y eran elegidos entre los descendientes de soberanos y siempre consultaban con el Tlahtocan “Consejo Supremo”.
La organización de las unidades del ejercito Mexicatl mantenía, dentro de un sencillo orden, cierta flexibilidad. El Calpulli con los mejores hombres, formaba un “Escuadrón” y este variaba de acuerdo a la importancia del barrio desde 200 a 400 hombres. Los barrios menores el diez por ciento servían en las fuerzas armadas. Este ejercito se colonia de unos seis mil hombres repartidos en veinte escuadrones comandado por un Tepochtlato y en orden descendente los Escuadrones se dividían en Escuadras de veinte hombres a las ordenes de un Tiachcouh. Los jefes y los generales de distintas graduaciones tenían bajo su mando grupos de Escuadrones y quedaban todos bajo la autoridad suprema del Tlacochcalcatl o Tlacatecuhtli; e inmediatamente hacia la cúspide venían los comandantes de los grandes Calpulli de México.
Los seis mil infantes del ejército, se reforzaban con unos mil flecheros integrantes de la infantería ligera, y otros mil hombres que como boteros combatían en canoas cuando las operaciones militares se desarrollaban en los lagos, las islas, las márgenes o riberas cercanas.
E ejército de Texcoco, aliado de los aztecas contaba con efectivos aproximadamente equiparables a los de México, el de Tacaba ascendía a dos mil hombres, por lo cual el Ejército de la federación del Anáhuac, cuando operaba dentro del Valle de México o sus cercanías, se formaba con unos dieciséis mil a dieciocho mil combatientes, numero que aumentaba considerablemente con las fuerzas de los pueblos vasallos, en los casos mas frecuentes, al realizarse operaciones bélicas en zonas distantes del Valle de México.
La triple Alianza, fue conceptuada como la primera potencia militar de MesoAmérica, pues las demás naciones de su extensísima comarca se hallaban en declinación o muy divididas en múltiples señoríos autónomos o semi-autónomos. No obstante, pueblos vigorosos y dignos como Tlaxcala y algunos zapotecas, mixtecas y michoacanos, resistían generalmente con buen éxito las embestidas del poderoso Ejército de Anáhuac.
La triple Alianza no contaba con un estado mayor, comparado con la época actual, ya que estas funciones estaban diseminadas en diversa autoridades y dependencias.
La permanente practica de la guerra hacia necesaria la estructuración del armamento, que se dividía en “ofensivo y defensivo”. La infantería ligera estaba formada por “honderos y flecheros”; la infantería pesada o de línea empleaba también armas arrojadizas, punzo cortantes y contundentes, pero distintas a las anteriores.
Las armas defensivas del ejército Mexicatl y de sus aliados eran de dos clases: las que protegían la cabeza y partes del cuerpo, que pudieran denominarse adinámicas, y las móviles o dinámicas, como escudos de diversas especies. Entre las primeras contaban los cascos de guerreros distinguidos; que tenían forma de cabezas de animales: serpientes, águilas tigres y leones (ocelote y puma); otras armas eran los petos o sayos, de gruesos tejidos de algodón o de fibras, que cubrían el cuerpo, complementados con los escudos (chimalli), elaborados con madera y pieles.
Organización y táctica de la fuerza expedicionaria española
La milicia española que al mando de Cortés zarpo de Cuba el 18 de febrero de 1519, se integro con: 11 embarcaciones y 508 soldados, entre ellos 32 ballesteros, 13 escopeteros y 16 hombres de caballería, además de 109 marineros; su artillería contaba con 10 cañones de bronce y 4 falconetes. Complementaban tales efectivos 200 indios y negros, obreros y cargadores y de esta suerte la pequeña tropa expedicionaria disponía de las tres Armas clásicas y servicios elementales. La infantería estaba constituida por 11 tercios, una compañía de ballesteros y otra (mínima) de escopeteros y arcabuceros. La Caballería la formaban 11 Caballeros con armadura, escudo, lanza y espada. La Artillería con sus piezas se dividía en 3 Baterías.
El comandante en jefe era Hernán Cortés, a quien asistía como Cuartel maestre Cristóbal de Olid. Cada tercio y compañía iba a las órdenes de un Capitán y tenia como segundo a un Alférez.
Los barcos, que según Díaz del Castillo eran 10 navíos y un bergantín, los ocupaban: “La Capitana”, Cortés con una parte de las tropas, y en las restantes las fuerzas de Cristóbal de Olid, Pedro de Alvarado y sus hermanos. Alfonso Portocarrero, Francisco de Montejo, Diego de Ordaz, Juan Velásquez de León, Juan de Escalante, Francisco de Morla, Escobar “El Peje”, y el bergantín, Gines Nortes.
El armamento de los españoles, de mayor compilación y perfeccionamiento que el de los indígenas del nuevo Mundo, se dividía también en ofensivo y defensivo. En el primero estaban comprendidas las armas blancas, las arrojadizas y las de fuego; y el segundo componía de armaduras completas de armaduras de hierro y acero, con las cuales se cubrían los caballeros o jinetes y sus monturas, parte de ellas, como cascos, corazas y cotas de malla, las empleaban asimismo algunos capitanes y oficiales y parte de la Infantería, que además portaba escudos de hierro.
Entre las armas blancas se incluían las punzantes, como las lanzas; las cortacontundentes, como las hachas; y las punzo-cortantes, como las espadas y picas. Las armas arrojadizas eran las ballestas –ingenio similar a los arcos que utilizaban para disparar flechas y dardos de modo semejante al de aquellos, de tiro más lento, aunque de mayor alcance y precisión-. Las armas de fuego se distribuían en individuales o portátiles: arcabuces y escopetas, así como las piezas de Artillería. Entre estas ultimas estaban las culebrinas de 2 y medio a 4 libras (peso de los proyectiles) y los cañones de 8 libras. A causa de la escasez de municiones, a menudo recurrieron los peninsulares a piedras redondas, con las cuales el alcance y efecto de los tiros sobre las formaciones o posiciones indígenas disminuían notablemente; solía ser únicamente de carácter moral.
Entre los materiales de la tropa hispánica estaban comprendidos los útiles de zapa, las escalas y algunos artificios de madera y cordelería propios para salvar obstáculos, transportados y utilizados por sus tropas auxiliares de indios y negros; sobre este particular la ayuda que recibirían de sus principales aliados aborígenes, los tlaxcaltecas, seria de un valor incalculable.
En sus desplazamientos los españoles formaban tres escalones: vanguardia, grueso y retaguardia. A la vanguardia marchaba en descubierta la Caballería, seguida por fracciones de peones de infantería ligera. El grueso se constituía con los cuerpos de Infantería pesada y la Artillería y lo cubrían a sus flancos grupos de Infantería ligera. A retaguardia se colocaban una o varias compañías de peones.
Los estacionamientos se efectuaban ordinariamente en vivac o en campamento-vivac, excepto cuando acantonaban en grandes poblaciones o aldeas, teniendo especial cuidado en instalar hacia el frente y los flancos centinelas, cuya vigilancia se prolongaba por medio de fracciones de exploración o reconocimiento.
El combate lo iniciaban las tropas hispanas con los mismos elementos ligeros y rápidos que componían la vanguardia, o sean la Caballería y los peones de la Infantería ligera. La Caballería, aun con el corto numero de combatientes que emplearían contra sus rivales indígenas, enfrentarían a estos en la defensiva un férreo y compacto muro; y era en la ofensiva un alud acorazado que caía impetuosamente sobre las filas adversarias, desordenándolas a menudo; tras ese primer choque continuaba el segundo escalón de ataque, a cargo del grueso de la infantería, formada por arcabuceros y rodeleros armados con espadas, y sostenido por la Artillería, arma que causaba los mayores estragos en las densas formaciones defensivas de los nativos. La fuerza de reserva, agrupaba en tercios de peones, se empeñaban sobre los puntos comprometidos, casi siempre como refuerzo y no en su cometido especifico de forzar la decisión y consumar la derrota del enemigo.
Con el fin de resistir las acometidas mas vigorosas de sus adversarios, adoptaban los españoles un dispositivo llamado de “caracol”, de conformación circular, parecida a la rectangular que se pondría en juego años mas tarde, principalmente contra las cargas de Caballería.
Nuevos refuerzos y campañas
En octubre llegó una carabela de Garay con Miguel Díaz de Auz, cincuenta peones y siete caballos, que se pusieron a las órdenes de Cortés. Asimismo, poco después llegó otra carabela con un tal Ramírez y ciento veinte peones, lo que aumentó el ejército y permitió que salieran varias expediciones hacia los pueblos más importantes; una de ellas, capitaneada por Cristóbal de Olid, tomó por la fuerza Tecamachalco, Cuauhtinchán y Tepexic.
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