Apuntes De Moda, Desde La Prehistoria Hasta La época Moderna
Enviado por sylvieraph • 20 de Abril de 2013 • 4.202 Palabras (17 Páginas) • 969 Visitas
La historia de la indumentaria se nos ofrece
como un libro abierto en el cual podemos
descubrir los más variados aspectos
de nuestro pasado histórico. Es difícil precisar
en qué momento el ser humano decide
cubrir su cuerpo. Sin embargo, desde
la más remota antigüedad, las imágenes
plasmadas en las diversas manifestaciones
artísticas y los restos arqueológicos que
han llegado hasta nosotros nos informan
de que el vestido ha estado asociado al ser
humano casi desde su aparición en el planeta.
El acto de vestirse inmediatamente
fue acompañado de la búsqueda de diferenciación,
y en ella iría implícito el deseo
de novedad y cambio que daría origen a
ese fenómeno social que conocemos
como moda.
La moda, hoy como ayer, dirige los más
variados aspectos de nuestra vida; sin
embargo, la acepción que aquí nos interesa
es la referida al vestido. Covarrubias, en su
Tesoro de la Lengua Castellana o Española,
de 1611, no recoge el término “moda”
pero sí el Diccionario de Autoridades de
1723, que lo define como “uso, modo ù costumbre.
Tomase regularmente por el que es
nuevamente introducido, y con especialidad
en los trages y modos de vestir”, en lo
que se aprecia el especial hincapié en esa
asociación con el vestido. No obstante, el
término moda, tal y como hoy lo entendemos,
es en el siglo XVII cuando comenzamos
a encontrarlo en los documentos de la
época. En España lo encontramos mencionado
en una obra de 1662, de Agustín
Moreto, El lindo Don Diego; y en Francia,
en La escuela de mujeres de Moliere.
En cada momento de la historia y en
cada época se ha resuelto de distinta
manera la necesidad humana de protegerse,
identificarse y expresarse por medio
del vestido. Por esta razón, el vestido,
estrechamente ligado al ser humano y asociado
al fenómeno de la moda, refleja los
gustos estéticos y las tendencias del
momento en el que se desarrolla, convirtiéndose
así en uno de los signos más visibles
de las transformaciones sociales, políticas,
económicas y culturales. No en vano
decía Balzac, en su Tratado de la vida elegante,
que “el atavío es el más elocuente
de todos los estilos (…) forma parte del
propio hombre, es el texto de su existencia,
su clave jeroglifica”.
Hay dos maneras de vestirse. Una, la más
simple y antigua, se resuelve con un trozo
de tela cuya hechura no reproduce las formas
naturales del cuerpo humano. Un
trozo de tela de forma rectangular daría
respuesta a esa tipología básica de vestidos
envolventes que se ciñen al cuerpo
mediante fíbulas o cinturones, tipología
que ha sido denominada por algunos historiadores
como vestidos drapeados, por
los pliegues que hace la tela al ser ceñida
con un cinturón al cuerpo. La segunda
tipología responde a aquellos vestidos
cuyas piezas han sido cortadas y unidas
mediante costura para adaptarse a las formas
naturales del cuerpo humano. Mientras
que la primera no exige la presencia
de una persona especializada para su confección,
la segunda sí. Ambas fórmulas han
dado solución a las necesidades de indumentaria
de la humanidad hasta nuestros
días.
Como comentábamos anteriormente,
desde la Prehistoria tenemos referencias
visuales y arqueológicas que nos informan
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Amalia Descalzo Lorenzo
Apuntes de moda
desde la Prehistoria
hasta época moderna
de las diferentes indumentarias que ha ido
adoptando el ser humano. La referencia
clásica de la primera representación del
traje en España son las pinturas rupestres
de Cogull (Lérida), que muestran con claridad
personajes vestidos con pieles. Sin
embargo, habrá que esperar al primer
milenio a. C., cuando, por influencia de las
colonizaciones fenicia y griega, se desarrollan
las culturas tartésicas e íbera, para
encontrar representaciones detalladas de
la indumentaria: túnicas y mantos drapeados,
con flecos y cenefas de adorno, y
abundante joyería. Las piezas de cerámica
ibérica y las numerosas esculturas de
damas oferentes que conservan nuestros
museos reflejan también este atuendo,
que en lo esencial debió de mantenerse,
junto al uso de la toga latina.
La civilización romana, que admiró e imitó
en muchos aspectos a la griega, no se limitó
a copiarla, sino que la asimiló y la transformó.
El vestido romano tenía como prenda
básica la túnica, formada por dos piezas
de tela cuadradas o rectangulares, cosidas,
que dejan abiertos los espacios para sacar
la cabeza y los brazos, y la cual se ceñía a la
cintura con un cinturón. Una variedad de la
túnica fue la llamada laticlavia, decorada
con ribetes o clavus. También encontramos
una túnica con manga larga, hasta la muñeca,
de origen oriental. Sobre estas túnicas
se ponía un manto de hechura rectangular
llamada pallium. A diferencia de los griegos
los romanos llevaron prendas interiores. De
forma similar a la túnica, la prenda interior
confeccionada en lino recibió el nombre de
subucula, y licium, una especie de taparrabos
que se anudaba alrededor de la cintura.
La prenda típicamente romana fue la
toga, que, de hecho, solamente la podían
utilizar aquellos que tenían la categoría de
ciudadanos romanos. Consistía en una gran
pieza de lana blanca cortada en forma semicircular.
Su gran tamaño dificultaba su colocación,
y había que ser muy hábil para
ponérsela, o por el contrario contar con la
ayuda de un sirviente.
La indumentaria femenina derivaba en
parte de la griega, pues su prenda principal
estaba inspirada en el quitón griego. El
vestido principal recibía el nombre de
stola y, dependiendo de la manera en que
disponían los cierres y el cinturón para
ajustar al cuerpo, se creaban diferentes
tipologías. Ésta se vestía sobre la túnica
íntima, pues también las romanas hicieron
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