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Cátedra: Problemas Metodológicos de la Investigación


Enviado por   •  27 de Agosto de 2018  •  Ensayo  •  2.122 Palabras (9 Páginas)  •  215 Visitas

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Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Humanidades

Departamento de Historia

Cátedra: Problemas Metodológicos de la Investigación

SABERES QUE HACEN HISTORIA: La teoría feminista y los estudios de género “revolucionan” el campo de las ciencias sociales.

Alumna: Maruyama, Mariana / Mat. N°16894/08

ENSAYO

El acoso callejero como reproductor del sistema binario de dominación

   Todas las mujeres en algún momento de nuestra vida, hemos caminado por la calle y recibido algún piropo. Está reconocido socialmente que pasar por una obra en construcción por ejemplo, es la vía indiscutible para que corran las palabras obscenas, silbidos, miradas o esta suerte de "halagos" hacia la mujer.

   La palabra piropo está definida en el diccionario como un "cumplido, sobre todo si es ingenioso, dirigido por un hombre a una mujer"[1]. Detrás de esta ingenua definición, se esconde todo un sistema simbólico de violencia. Los piropos salen en su vasta mayoría de la boca de un hombre, y esto no es casualidad. Lejos de ser un cumplido, estas frases o gestos realizados representan el machismo imperante en nuestro conjunto social.

   En la mayoría de los casos, no hay ninguna relación entre el hombre que lanza el piropo, y la mujer que lo recibe. Son perfectos desconocidos. Y casi siempre la situación se da en público. Genéricamente, el piropo sería la forma de expresar a una mujer su "belleza", o "halagarla" físicamente. Pero poco tiene que ver con esto.

   El piropo es la reproducción cotidiana y más trivial de la superioridad masculina y de la imagen de "mujer domesticada"[2]. Simboliza la jerarquización de la sociedad a través de los cuerpos sexuados, consumada en un hecho verbal o gestual.

   El hecho de que el tema de los piropos esté tan definido respecto a  quién lo dice y quién lo recibe es un dato importante.  No sólo es reproductor del sistema patriarcal, sino que también reproduce uno de los pares dicotómicos que al feminismo le ha costado tanto romper: mujer/hombre.

   El piropo es acoso callejero, porque en su ejecución, el hombre, en una posición dominante, evalúa el físico de una mujer. Emite un "pensamiento en voz alta" acerca de ella, en posición inferior, públicamente, sin que éste haya sido requerido.

   No todas las mujeres queremos salir a la calle y escuchar obscenidades, que nos silben como si fuésemos perros, o que nos griten lo que nos harían si nos "agarraran" o nos tuvieran en la cama. Y digo no todas, porque lamentablemente un piropo le ha alegrado el día a más de una mujer. No recuerdo si fue en una publicidad de televisión o en internet que leí que una chica decía "gracias señor albañil por levantarme la autoestima". ¿Acaso la autoestima de una mujer vale por lo que un hombre desconocido opine de ella en la calle? Lamentablemente la sociedad en su conjunto es reproductora del sistema patriarcal, y muchas mujeres toman esto como natural.

  Una vez caminando por el microcentro de Capital Federal, una mujer respondió de mala manera a un piropo que le había dicho un hombre. A lo que él respondió: "Histérica, si no querés que te chiflen ¿para qué te ponés pollerita?" Esta actitud me demostró que las mujeres debemos mantener una actitud pasiva ante los piropos. Y peor aún, que nuestra vestimenta es motivadora de ello. Si nos vamos a un extremo, muchas veces "popularmente" se culpa a una mujer víctima de violación por la forma en que vestía. Se culpabiliza a la víctima. Le da un derecho casi sobrenatural a los hombres por sobre las mujeres. Y ellas, únicamente ellas, son culpables de sus desventuras.

   En el imaginario popular de los hombres, a las mujeres les gusta que les digan piropos. En el binarismo hombre/mujer tradicional, lo masculino está definido por la virilidad y la posición dominante. Por suerte los estudios de masculinidad están avanzando en el camino para desterrar esta concepción. Tomando a Michel Foucault, lo "masculino" y lo "femenino" son conceptos biopolíticos. La asignación "masculino" y "femenino" en el nacimiento, se hace de acuerdo a criterios únicamente visuales, que tienen que ver con una estética del cuerpo, una estética de la sexualidad y del sexo. La corporeidad es una construcción en sí misma. Los cuerpos sexuados como mujer y hombre, se plasman en lo femenino y lo masculino.

   Las identidades sexuales son siempre estructuras discursivas que se crean performativamente a través de códigos y articulaciones simbólicas, que cobran vida en nuestros cuerpos y que se instalan mostrándose ante nosotros como agentes de lo natural. Frente a las múltiples expresiones del cuerpo, la ideología de género nació para reducir esa multiplicidad a lo masculino y a lo femenino. Las investigaciones de Anne Fausto Sterling, por ejemplo, exponen la forma limitada del lenguaje científico para explicar la desigualdad sexual.

   Durante mucho tiempo, se ha apelado a la naturaleza para demostrar que las mujeres estamos en una posición inferior a los hombres. Luego, teorías como la del marxismo ortodoxo, nos han ubicado como reproductoras, frente a los productores, los hombres. Las explicaciones más paradigmáticas siempre han pensado en binario, y en base a jerarquizaciones de la sociedad basadas en la diferencia sexual.

   El feminismo comenzó reclamando la igualdad entre hombres y mujeres a través de los derechos civiles. Luego, a través de la diferenciación, comenzaron a reclamar los derechos específicos de las mujeres. Pero siempre la categoría "mujer" estuvo presente, y es que esta categoría construida a lo largo del tiempo, es un vasto límite para todas las demandas.

   En el mundo cotidiano, el feminismo tiene una íntima relación con la mujer. Es pensado como "cosa de mujeres", de mujeres locas, lesbianas y resentidas. Si bien la teoría feminista y los estudios de género han conquistado su lugar en la academia, éste continúa siendo casi marginal frente a los campos dominantes. Y más aún en la vida cotidiana. Hoy en día han aumentado las campañas publicitarias para denunciar la violencia de género (utilizado casi siempre como sinónimo de mujer, valga la aclaración). Esto es un avance, pero creo que hay un problema más profundo.

   La existencia de una política feminista que se proyecte como un asunto exclusivamente de la mujer o las mujeres es una gran falla del feminismo como arma política de lucha. El llamado "posfeminismo" está dando grandes pasos en este asunto, ya que ha tratado de deconstruir el sujeto mujer y el estereotipo femenino. ¿Pero cuántas personas saliendo de las puertas de la universidad saben de los textos de Judith Butler o Donna Haraway?

   Creo que el mismo feminismo ha sido cooptado por la hegemonía masculina. Hablo del feminismo más tradicional, ese que es pensado como "cosa de mujeres". Y debido a esta situación, a las nuevas corrientes más radicales se les hará más difícil abrirse camino en el mundo de todos los días. Por ejemplo, cualquiera que salga en televisión hablando de la deconstrucción del sujeto mujer o  la sexualidad performativa, generará un choque más grave que aquellos que hablan de violencia de género o violencia de mujeres.

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