Ciudadania Para Armar
Enviado por belengomez24 • 5 de Agosto de 2014 • 7.751 Palabras (32 Páginas) • 971 Visitas
1)- Luego de la lectura de la presentación, el prólogo y el índice, decidí seleccionar los siguientes capítulos para la lectura en profundidad:
Capítulo 2: Hacia un abordaje formativo de las situaciones de la vida cotidiana escolar. Guillermo Micó.-
Capítulo 5: Concepciones del derecho: su impacto sobre los métodos de enseñanza. Nancy Cardinaux.-
Capítulo 6: Desigualdad, cultura y diversidad: Conceptos que desafían hoy la enseñanza. Laura Santillán.-
Capítulo 7: El pasado reciente en la escuela, entre los dilemas de la historia y la memoria. Florencia Paula Levín.-
Capítulo 9: Hacia una didáctica de la formación ética y política. Isabelino A. Siede.-
CAPÍTULO 2: “Hacia un abordaje formativo de las situaciones de la vida cotidiana escolar”. Guillermo Micó.-
Introducción
En las escuelas, como en cualquier establecimiento institucional, suceden muchas cosas. No podría ser de otro modo. La convocatoria que la organización – escuela realiza tiene ese objetivo: que se susciten múltiples y diferentes situaciones. Cruces entre los intereses personales y el interés común, tensiones entre la necesidad de acuerdos y las disputas entre el condescendiente sentido común y el debate argumentado, a lo que Elsie Rockwell llama experiencia escolar cotidiana.
Permanecer en la escuela, en cualquier escuela necesariamente deja huellas en la vida. El contenido de esa experiencia varía de sociedad a sociedad.
La práctica institucional de las organizaciones escolares tiene una función mediadora respecto de las estructuras, en cada establecimiento educativo, se percibe un clima institucional particular, propio. Estos fenómenos de la climatología escolar hacen que cada escuela sea más o menos habitable, respirable, asfixiante, acogedora o expulsiva. Practicas, discursos, fenómenos de la cotidianeidad escolar son: contexto formativo real tanto para maestros como para alumnos. A partir de esas prácticas, los alumnos se apropian de diversos conocimientos, valores, formas de vivir y de sobrevivir.
La vida cotidiana de la escuela tiene carácter formativo, siempre. Depende de los dispositivos y estrategias, que la escuela ofrezca para que aquellos colocados en situación de vivientes de la vida cotidiana escolar aprendan o desarrollen las destrezas y las competencias propicias. No es suficiente con vivir la vida cotidiana de la escuela para entender de qué se trata.
No siempre la vida cotidiana ha sido considerada contenido público curricular; las enseñanzas y los aprendizajes que pueden asociarse a un contenido de esa índole han corrido la misma suerte.
Durante décadas, saber vivir en la escuela fue un conocimiento transmitido en el propio ámbito, y de boca en boca en los intercambios familiares y en otros espacios sociales.
Hasta no hace mucho, el precepto, habitual y común a todas las escuelas, parece haber sido en la escuela, se hacen tales y cuales cosas; y no tienen lugar las otras.
Hubo un habla para las escuelas, palabras y frases y hubo otras proscriptas en su geografía.
Muchos de nosotros, seguramente, advertimos un abismo entre las ofertas prometedoras de la escuela de nuestros padres, y más aun de las propias. Para qué la escuela, para qué me sirve esto, para qué sirve lo que hacemos son frases hoy recurrentes y fáciles de escuchar.-
Convivir hoy fuera de las escuelas
Sucede lo contrario: por un lado, la realidad que ingresa en la escuela no coincide con la que conforma el imaginario de los discursos institucionales; y por otros, las representaciones escolares acerca de lo social y de lo particular. Ya nadie ni nada es como la escuela decía que eran o que debían ser. Si la escuela pudo pensarse como uno de los determinantes de la cultura, es necesario que hoy empiece a plantearse la caducidad de ese puesto. Podríamos pensar la relación de la escuela y la cultura de la misma manera en que Teófilo Neira plantea las distintas esferas de este mundo nuevo: la cultura, dados sus rasgos específicos, se alimenta ininterrumpidamente de cuanto las distintas generaciones son capaces de sentir y experimentar.
Según este autor, el momento actual se caracteriza por las contradicciones que resultan de un devenir cultural en direcciones y dimensiones distintas, aun con expresiones violentas, con el sello de la aceleración, del vértigo que supone la exigencia del cambio permanente. Hay un mercado de lo recién hecho. De esta manera, crece, junto con la demanda de la novedad, de la autonomía, incompatible con la tradición y el respeto por el pasado.
La escuela se ha convertido en un frente sobre el que las fuerzas de la actualidad se desatan de una manera soterrada y criptica. Tienen que desarrollar su personalidad y tomar plena posesión de sí mismos.
Para Zygmunt Bauman, la vida se licua porque formamos parte de una sociedad moderna liquida… aquella en que las condiciones de actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden en unos hábitos y en una rutina.
Tiene poco sentido aprender de la experiencia y confiar en las estrategias del pasado.
Ni los pronósticos, ni los cálculos son confiables. La precariedad y la permanente incertidumbre son las características de este tipo de vida. Lo desechable esta a la orden del día. Modernizarse o morir es el lema. Por un lado, se ubica se ubican cerca del poder, las personas ligueras, hábiles, volátiles. Por otro lado, el resto de los participantes.
Alain Touraine también plantea la presencia de un orden diferente: nuestra cultura ya no gobierna nuestra organización social, a su vez no gobierna la actividad técnica y económica. Cultura y economía, mundo instrumental y mundo simbólico se separan.
A fines del siglo XIX pasábamos de las comunidades a la ciudad, parece haberse invertido el proceso. Vivimos juntos pero en comunidades. Vivimos juntos y comunicados impersonal y técnicamente o nos limitamos a una comunicación intracomunitaria que reacciona ante una cultura de masas amenazadora y ajena.
A las preguntas sobre como convivir y como compatibilizar intereses personales y grupales, se responde desde dos posiciones encontradas: volver al pasado, o por el contrario, profundizar la ruptura en la medida que es liberadora de las ataduras sociales e históricas y que nos hace ciudadanos del mundo. Ambas respuestas presentan sus riesgos. La primera trata más de rechazos que afirmaciones, de ideologías que, conducen a excluir a quienes no las reivindican.
La segunda es seductora, pero no va más allá de las expresiones culturales.
El elogio del vacío nos deja sin defensa frente a la violencia, la segregación, el racismo, y nos impide establecer comunicaciones con otros
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