El Problema del Estado. La monarquía
Enviado por Cristina Erives • 16 de Noviembre de 2015 • Documentos de Investigación • 2.848 Palabras (12 Páginas) • 148 Visitas
El Problema del Estado.
La monarquía
1. La Europa del siglo XVI fue esencialmente una Europa de <
La mayoría de los Estados estaban bajo el dominio de un único soberano, estaban conformadas por un número de territorios obtenidos a lo largo del tiempo por conquistas, uniones dinásticas o sucesiones.
El mejor ejemplo de este tipo de monarquía fue la heredada por Felipe II, quien se encontró de repente como amo y señor de una variedad de tierras con sus propias leyes, instituciones y costumbres, a las que el monarca juró mantener y defender.
2. Los Tudor también gobernaron una monarquía compuesta, constituida por los reinos de Inglaterra, Irlanda y el principado de Gales, mientras que en Francia, a los Valois, aunque conformaban la monarquía más integrada de la Europa Occidental, les faltaba todavía bastante para asimilar los territorios recientemente adquiridos, como los ducados de Britania y Borgoña, con sus particulares tradiciones históricas y sus asambleas representativas, o estamentos.
A pesar de las limitaciones, durante la primera mitad del siglo XVI, el poder de los monarcas de la Europa occidental aumento en términos generales.
Algunos factores que hicieron aumentar la autoridad personal de los reyes y la coherencia de sus Estados fueron: Ejércitos más fuertes, mayores facilidades financieras, organización administrativa más eficiente y un más estrecho control sobre la iglesia nacional.
3. El estilo y los acompañamientos de la realeza tendían, pues, a caracterizarse por un ceremonial cada vez mayor a medida que avanzaba el siglo.
El título de “Majestad”, que había sido reservado tradicionalmente para el emperador, fue adoptado por Enrique II de Francia y Felipe II de España.
4. En 1548, la corte española adoptó el complicado ceremonial tradicional de la Casa de Borgoña. En Francia, en la segunda mitad del siglo, el lever y el coucher se convirtieron en ceremonias oficiales para las que se requería una especial invitación.
El desarrollo de este rígido y medido ceremonial era, sin duda, un adecuado reconocimiento del creciente poder y majestad de los reyes del siglo XVI.
5. La autoridad del monarca del siglo XVI estaba constantemente expuesta a la amenaza de los nobles, que podían muy bien considerar sus derechos al trono superiores a los de aquél. Incluso si sus derechos no eran discutidos, necesitaba la lealtad y los buenos deseos de sus magnates para que le ayudasen a mantener su poder.
6. En Inglaterra, donde la Corona había perdido prestigio desde la muerte de Enrique VIII, la suerte de Isabel dependía de la lealtad de un puñado de pares. Pembroke y Norfolk, Northumberland y Shrewsbury, entre ellos mismos dominaban Gales, el este de Anglia y el siempre peligroso norte.
7. La Francia de Catalina de Médicis estaba dividida de hecho en dos esferas de influencia controladas por tres grandes redes familiares: los Borbones, en el sur y el oeste; los Guisa, en el este, y la unión Montmorency-Chatillon, en el centro del país.
Felipe II, en general, estaba mejor situado que Isabel y Catalina, pues la cesión del gobierno central y local en manos de funcionarios reales profesionales había progresado más en Castilla que en Inglaterra y Francia. Pero incluso Felipe encontró útil buscar ayuda de un magnate.
8. El poder de los magnates, ya fuese en Inglaterra, España o Francia, partía de sus posesiones territoriales y de su amplia influencia local, lo cual les proporcionaba una posición dominante en el centro de la vida nacional.
9. El siglo XVI fue la primera gran época, del gobierno por medio del papel. Las pilas de documentos se amontonaban por todas partes a medida que el negocio del gobierno se entregaba en un grado cada vez mayor a los memoriales cuidadosamente escritos, atendidos por un creciente ejército de funcionarios.
De todas las monarquías europeas, la de España era la que había desarrollado las más elaborada maquinaria de gobierno a mediados de siglo.
10. Bajo Felipe II había nueve virreinatos en la monarquía española: Península, Aragón, Cataluña, Valencia y Navarra; en Italia, Cerdeña, Sicilia, Nápoles, y en las indias, Nueva España (México) y Perú.
11. Las actividades de cada virrey eran inspeccionadas, y su correspondencia estudiada, por el respectivo consejo. Además, y por encima de estos Consejos territoriales, estaba el Consejo de Estado, asistido por Consejos con misiones especializadas, tales como las finanzas o la guerra.
12. El trabajo serio de gobierno se llevaba a cabo en otra parte: en las distintas mesas de los Consejos, en casa de los secretarios o lo hacía el mismo rey.
Los secretarios, ya estuviesen al servicio del rey o al de los Consejos, eran figuras de gran importancia en la maquinaria administrativa como intermediarios entre el rey y sus Consejos y entre los Consejos y los virreyes.
13. Los reyes necesitaban funcionarios discretos y de fiar, cuya lealtad estuviese con la Corona más que con cualquier grupo social o facción en el Estado.
- Necesitaban ser hombres que pudieran dominar los nuevos procesos burocráticos y que tuviesen una habilidad especial en la redacción de documentos y en el manejo de los papeles.
-Debían ser hombres con capacidad para enfrentarse a los negocios de los Consejos y para actuar como intermediarios entre el gobierno central y sus funcionarios locales.
14. El funcionario real pensaba naturalmente en su cargo como un medio de avance social que podía eventualmente colocar a su familia entre las grandes casas del país.
15. Debía proteger los intereses de la Corona contra los de los particulares; pero por otra, deseaba evitar el descontento de la nobleza cuyas filas esperaba engrosar.
16. Era inevitable cierto grado de corrupción, dado que un cargo era contemplado más como una pieza de propiedad privada que asociado a la idea de un servicio público.
17. Los monarcas a causa de su incapacidad para pagar a sus servidores regularmente, de modo razonable, intentaron compensarlos garantizándoles favores ocasionales y prometiéndoles la sucesión de los cargos a los hijos o sobrinos de quienes los detentaban.
Sin embargo, esto también debilitó en cierta medida el control real sobre la maquinaria del gobierno, al convertir los cargos en patrimonios familiares y crear dinastías fijas de funcionarios o secretarios.
Las finanzas eran la clave del gobierno efectivo.
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