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El Zarco


Enviado por   •  2 de Septiembre de 2013  •  Ensayo  •  1.734 Palabras (7 Páginas)  •  322 Visitas

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"Repasando en su memoria todas las escenas de su niñez y de su juventud, encontraba que su carácter bravío y duro había rechazado siempre todo afecto, todo cariño, cualquiera que fuese, no habiendo cultivado sino aquellos de que había sacado provecho. Hijo de honrados padres, trabajadores en aquella comarca, que habían querido hacer de él un hombre laborioso y útil, pronto se había fastidiado del hogar doméstico, en que se le imponían tareas diarias o se le obligaba a ir a la escuela, y aprovechándose de la frecuente comunicación que tienen las poblaciones de aquel rumbo con las haciendas de caña de azúcar, se fugó [...] Una nube de bandidos no tardó en invadir las ricas comarcas de la tierra caliente. El Zarco se afiló en ella inmediatamente, y desde luego, y como si no hubiera esperado más que esa oportunidad para revelarse en toda la plenitud de su perversidad, comenzó a distinguirse entre esos facinerosos por su intrepidez, por su crueldad y por su insaciable sed de rapiña".

Y ¿Cuál es la parte donde el Zarco, el niño bueno por naturaleza, es corrompido por la sociedad? ¿Quién sembró la maldad en el corazón del Zarco, si la familia, célula de la sociedad, no hacía otra cosa más que quererle, cuidarle, procurarle la educación y el buen camino, propio de las almas providenciales? Nadie. Altamirano no se metió en las maromas de la analépsis y le pasó la pelota a Dios y al destino: El Zarco nació con el corazón negro y el alma mala. Es la excepción a la premisa de Rousseau hecha novela. Predestinada su vida, el Zarco no tiene cabida en la sociedad que construye Ignacio Manuel Altamirano. En esta novela no existe la oportunidad para que el Zarco se redima de sus errores y pueda ser incluido en el grupo social. El autor no da espacio a los matices: o estás con nosotros, o estás contra nosotros. Una especie de cristianismo fundamentalista. Y es que no podría ser de otra forma. O haber, ¿Quién iba querer de esposo a este insurrecto de primera resquebrajador del orden social desde los primeros años de su vida? Manuela. Otra insurrecta que rompe el orden, pero esta vez, el del rol de la mujer en el siglo XIX. Altamirano no perdona que una mujer cabal, guiada por el dictado de su soberana gana, reclame la libertad de elegir su destino. Y es que tampoco podría ser de otra forma: en una sociedad donde la mujer estaba destinada a ser hija tejedora, madre y esposa sumisa-desinteresada, Manuelita estaba condenada a ser excluida, a ser del bando de los otros.

Ese es uno de los temas articuladores de la concepción de sociedad que Altamirano tiene sobre el otro, ese otro que le obliga a tomar una posición un tanto autoritaria y moralista. Su proyecto novelístico y que, por lo tanto define ideológicamente el proceso de crear la Nación, construye un "otro" para incluirlo o para marginarlo.

Shantal Moof plantea que el sentimiento de exclusión es uno de los elementos más fuertes para fortalecer y edificar la identidad de un grupo. Este sentimiento prolifera en un momento de resquebrajamiento del poder del siglo XIX, donde podemos ubicar esta novela, pues contaban más de quinientos elementos las filas de sus delincuentes. El bandidaje aparece con ciertas características: crimen organizado, poder paralelo al poder de Estado, y como una fuerza que amenaza al monopolio que pretende lograr el Estado. A esta organización delictiva se contrapone otra, aunque menos fuerte y muy chambona: el ejército. Éste aparece como un aparato de Estado, y lo primero que lo caracteriza es su incapacidad para corregir al bandolerismo. Además la justicia que imparte es deficiente y corrupta: "De manera que el valiente militar había fusilado a algunos infelices campesinos y aldeanos, por simples sospechas, a fin de no presentarse ante su jefe, en Cuernavaca, con las manos limpias de sangre". Y en esto Altamirano no pierde oportunidad para lanzar una crítica a esta institución en voz del Zarco: "Dirán que atacando a esta tropa no van a recibir más que muchos balazos, y si la derrotan, cogerán cuando más unos cuantos caballos flacos, sillas viejas, uniformes hechos pedazos. ¡Si los soldados del gobierno parecen limosneros!". Por lo demás, me parece una redundancia explicar la actitud del Comandante militar ante el desafío de Nicolás.

Lo que sí me llena de curiosidad es el prejuicio imperante en la obra. Obviamente, Altamirano busca afirmar los valores nacionales mediante figuras paternales y uno que otro héroe, y por eso su amigo el narrador –digo, por quienes gustan creer que el autor de carne y hueso y el narrador son personas diferentes pero que viven en una sola, como la Santísima Trinidad donde viven tres en una- tendrá de principio a fin una visión moralista. Lo que llama la atención es cómo se vale de cierto maniqueísmo en el tratamiento del amor, la belleza y el elemento étnico. Al parecer, su experiencia personal no daba para más; no dio para ingeniar otro artificio narrativo y no este simple esquema de dualidades. Y digo "su experiencia personal" porque a uno de los biógrafos que le dio por garabatear su vida apunta que Altamirano pretendió a mujeres muy bellas y hermosas sin obtener buenos resultados. Además, como ya sabemos, Altamirano tenía ascendencia india.

Manuela y Pilar son presentadas prosográficamente,

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