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Epica Medieval


Enviado por   •  22 de Diciembre de 2013  •  1.628 Palabras (7 Páginas)  •  607 Visitas

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LA ÉPICA MEDIEVAL EN ESPAÑA

Las gestas castellanas

La escasez de textos genuinos.

Es bien cierto que, frente al centenar de cantares de gesta franceses conservados y que podemos leer con detención y estudiar con detalle, sólo ha llegado hasta nosotros una muy exigua manifestación de la épica medieval española: el Cantar del Cid y los cien versos del fragmento del Roncesvalles en su forma genuina, a lo que podemos añadir el tardío Rodrigo, la refundición culta del dedicado a Fernán González y extensos fragmentos del que versa sobre los siete infantes de Salas, aislados en la prosa alfonsí. Por mucha diferencia que pudiera existir entre el alcance cultural de Francia y de España, cuyas literaturas medievales van por caminos muy distintos, esta desproporción entre una y otra epopeya llama la atención y ha de tener alguna o algunas explicaciones.

Ya hemos llamado la atención sobre los dos tipos de manuscritos gracias a los cuales ha llegado hasta nosotros la epopeya medieval francesa: el utilitario manuscrito de juglar, como el de Oxford del Cantar de Roldán, y el manuscrito de biblioteca, muchas veces lujoso y ricamente ornamentado. El primer tipo, destinado al bagaje del juglar, por su pobre apariencia estaba destinado a perecer, y por esto son tan pocos los manuscritos juglarescos franceses persistentes, y es un auténtico milagro que se hayan salvado el del Cantar del Cid y las hojas del Roncesvalles, que son de este carácter. En cambio, el manuscrito de biblioteca, generalmente confeccionado para que un gran personaje pudiera leer antiguas leyendas, tenía en su formato, en la calidad de su caligrafía y en la belleza de su ornamentación la mejor garantía de conservarse, incluso en siglos poco interesados por la literatura medieval, y así llegar hasta nosotros.

La calidad del manuscrito puede ser una de las razones que explican la desproporción entre el acervo francés y el español de la epopeya que hoy poseemos; pero también merece un intento de explicación por qué en Francia se copiaron manuscritos de biblioteca y no en España. No deja de extrañar que en la brillante corte de Alfonso el Sabio, en la que se confeccionaron tan bellos y monumentales manuscritos con obras en verso y en prosa del monarca, no se transcribieran las antiguas gestas castellanas, por las que éste sentía tanta admiración.

Las prosificaciones de gestas

Y aquí, precisamente, debe encontrarse parte de la solución de este problema. Característica propia de la historiografia castellana es la admisión de temas históricos transfigurados por la leyenda y su aceptación, o a veces rechazo, como fuentes; y esta actitud frente a cantos, cantares o incluso fábulas, que los juglares divulgaban y por los que el erudito historiador sentía a veces predilección y respeto y otras consideraba no aceptables, aparece con gran frecuencia en la Primera Crónica General, que desde el año 1270 mandó redactar y revisó Alfonso X, y en sus numerosas refundiciones. Véase cómo el rey Sabio se opone a las fantasías históricas que conocemos gracias al Cantar de Roldán: «Et algunos dicen en sus cantares et en sus fablas de gesta que conquirió Carlos en España muchas cipdades et muchos castiellos, et que ovo í muchas lides con moros.. » y añade que hay que dar crédito a los escritos serios de los historiadores y «non a las fablas de los que cuentan lo que non saben». Hay aquí el rechazo de la información juglaresca de la epopeya («cantares... fablas de gesta») cuando recogen y divulgan lo que en verdad no puede admitirse.

Con más frecuencia se encuentran en la Primera Crónica General y sus derivaciones claras referencias a relatos juglarescos sobre la historia legendaria de España, y muy a menudo se tienen en cuenta como auténticas fuentes de información sobre lo ocurrido en el pasado: «Et algunos dizen en sus cantares et en sus fablas», «et dizen algunos en sus cantares, segund cuenta la estoria», «et algunos dizen en sus romances et en sus cantares», «et dizen en los cantares de las gestas», etc. Alguna vez Alfonso el Sabio halla discrepancias entre lo que se lee en historiadores profesionales que escriben en latín, como las tan conocidas crónicas de Rodrigo Ximénez de Rada y de Lucas de Tuy, y lo que narran los cantares de gesta, y no se abstiene de señalar la discrepancia, otorgando tanta autoridad al cronista como a la epopeya; y así cuando trata del asesinato del último conde de Castilla duda si «fue como el arçobispo y don Lucas de Tuy lo cuentan en su latín» o como «dize aquí en el castellano la estoria del romanz dell infant García».

Este respeto histórico a lo que narran las gestas llevó a la historiografía erudita española, tanto en castellano como en catalán, a incorporarlas a los libros mediante el procedimiento de la prosificación. Como es natural, en estas serias obras historiográficas escritas en prosa no se podían alterar el estilo ni la andadura intercalando

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