Fenomenologia
Enviado por JosePenMac • 6 de Junio de 2014 • 3.291 Palabras (14 Páginas) • 230 Visitas
FENOMENOLOGÍA DE LA ESCUELA
Algunas palabras llegan a ser tan flexibles que dejan de ser útiles. Entre éstas se cuentan "escuela" y "enseñanza". Se filtran, como una amiba, por cualquier intersticio del lenguaje. El ABM1 enseñará a los rusos, la IBM enseñará a los niños negros, y el ejército puede llegar a ser la escuela de la nación.
Por consiguiente, la búsqueda de alternativas en educación debe comenzar por un acuerdo acerca de lo que entendemos por "escuela". Esto puede hacerse de varias maneras. Podemos comenzar por anotar las funciones latentes desempeñadas por los sistemas escolares modernos, tales como los de custodia, selección, adoctrinamiento y aprendizaje. Podríamos hacer un análisis de clientela y verificar cuál de estas funciones latentes favorece o desfavorece a los maestros, patronos, niños, padres, o a las profesiones. Podríamos repasar la historia de la cultura occidental y la información reunida por la antropología a fin de encontrar instituciones que desempeñaron un papel semejante al que hoy cumple la escolarización. Podríamos finalmente recordar los numerosos dictámenes normativos que se han hecho desde el tiempo de Comenius, o incluso desde Quintiliano, y descubrir a cuál de éstos se aproxima más el moderno sistema escolar. Pero cualquiera de estos enfoques nos obligaría a comenzar con ciertos supuestos acerca de una relación entre escuela y educación. Para crear un lenguaje en el cual podamos hablar acerca de la escuela sin ese incesante recurrir a la educación, he querido comenzar por algo que podría llamarse una fenomenología de la escuela pública. Con este objeto definiré "escuela" como el proceso que especifica edad y se relaciona con maestros, y exige asistencia a tiempo completo a un currículum obligatorio.
1. Edad.
La escuela agrupa a las personas según sus edades. Este agrupamiento se funda en tres premisas indiscutidas. A los niños les corresponde estar en la escuela. Los niños aprenden en la escuela. A los niños puede enseñárseles solamente en la escuela. Creo que estas tres premisas no sometidas a examen merecen ser seriamente puestas en duda.
Nos hemos ido acostumbrando a los niños. Hemos decidido que deberían ir a la escuela, hacer lo que se les dice, y no tener ni ingresos ni familias propios. Esperamos que sepan el lugar que ocupan y se comporten como niños. Recordamos, ya sea nostálgicamente o con amargura, el tiempo en que también fuimos niños. Se espera de nosotros que toleremos la conducta infantil de los niños. La humanidad es, para nosotros, una especie simultáneamente atribulada y bendecida con la tarea de cuidar los niños. No obstante, olvidamos que nuestro actual concepto de "niñez" sólo se desarrolló recientemente en Europa Occidental, y hace aún menos en América.2
La niñez como algo diferente de la infancia, la adolescencia o la juventud fue algo desconocido para la mayoría de los periodos históricos. Algunos siglos del cristianismo no tuvieron ni siquiera una idea de sus proporciones corporales. Los artistas pintaban al niño como un adulto en miniatura sentado en el brazo de su madre. Los niños aparecieron en Europa junto con el reloj de bolsillo y los prestamistas cristianos del Renacimiento. Antes de nuestro siglo ni los ricos ni los pobres supieron nada acerca de vestidos para niños, juegos para niños, o de la inmunidad del niño ante la ley. La niñez pertenecía a la burguesía. El hijo del obrero, el del campesino y el del noble vestían todos como lo hacían sus padres, jugaban como éstos, y eran ahorcados igual que ellos. Después de que la burguesía descubriera la "niñez", todo esto cambió. Sólo algunas iglesias continuaron respetando por cierto tiempo la dignidad y madurez de los menores. Hasta el Segundo Concilio Vaticano, se le decía a cada niño que un cristiano llega a tener discernimiento moral y libertad a la edad de siete años y a partir de entonces es capaz de caer en pecados por los cuales podrá ser castigado por toda una eternidad en el infierno. A mediados de este siglo, los padres de clase media comenzaron a tratar de evitar a sus niños el impacto de esta doctrina, y su modo de pensar acerca de los niños es el que hoy prevalece en la Iglesia.
Hasta el siglo pasado, los "niños" de padres de clase media se fabricaban en casa con la ayuda de preceptores y escuelas privadas. Sólo con el advenimiento de la sociedad industrial la producción en masa de la "niñez" comenzó a ser factible y a ponerse al alcance de la multitud. El sistema escolar es un fenómeno moderno, como lo es la niñez que lo produce.
Puesto que hoy en día la mayoría de las personas viven fuera de las ciudades industriales, la mayoría de la gente no experimenta actualmente la niñez. En los Andes, uno labra la tierra cuando ha llegado a ser "útil". Antes de esa edad, uno cuida a las ovejas. Si se está bien nutrido, debe llegarse a ser útil hacia los once años de edad, y de otro modo a los doce. Estaba yo conversando hace poco con Marcos, mi celador nocturno, acerca de su hijo de once años que trabajaba en una barbería. Hice en español la observación de que su hijo era todavía un niño. Marcos, sorprendido, contestó con inocente sonrisa: "Don Iván, creo que usted tiene razón." Percatándome de que hasta el momento de mi observación Marcos había pensado en el muchacho primariamente como su "hijo", me sentí culpable de haber corrido la cortina de la niñez entre dos personas sensatas. Naturalmente que si yo le fuese a decir a un habitante de los barrios bajos de Nueva York que su hijo que trabaja es todavía un "niño", no mostraría ninguna sorpresa. Sabe él muy bien que a su hijo de once años debería permitírsele su niñez, y se resiente de que no sea así. El hijo de Marcos no ha sido afectado aún por el anhelo de tener niñez, el hijo del neoyorquino se siente desposeído.
Así pues, la mayoría de la gente en el mundo o no quieren o no pueden conceder una niñez moderna para sus críos. Pero también parece que la niñez es una carga para esos pocos a quienes se les concede. A muchos simplemente se les obliga a pasar por ella y no están en absoluto felices de desempeñar el papel de niños. Crecer pasando por la niñez significa estar condenado a un proceso de conflicto inhumano entre la conciencia de sí y el papel que impone una sociedad que está pasando por su propia edad escolar. Ni Stephen Dédalus ni Alexander Portnoy gozaron de la niñez, y según sospecho, tampoco nos gustó a muchos de nosotros el ser tratados como niños.
Si no existiese una institución de aprendizaje obligatorio y para una edad determinada, la "niñez"
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