Historia Del Crédito Prendario
Enviado por JuanPabloLozano • 30 de Agosto de 2011 • 3.087 Palabras (13 Páginas) • 1.270 Visitas
ORÍGENES DEL CRÉDITO PRENDARIO
Los “Montes de Piedad” surgen en la segunda mitad del siglo XV en Italia, para aquella época, las condiciones de vida mejoraban, sobre todo en la alimentación y en la vivienda, se da el florecimiento de las letras y las artes. Las costumbres y la economía estaban cada vez más enfocadas al comercio y a los tratos al extranjero, lo cual incrementó la necesidad del dinero. Por consecuencia su coste tuvo un considerable aumento y el efectivo era escaso.
Aunado a esto, los bancos de aquella época (llamados también “tavolieri”) prácticamente no hacían préstamos a particulares porque no tenían las garantías suficientes, lo que obligaba a las personas a recurrir a los banqueros judíos, que tradicionalmente se dedicaban al mercado de los créditos porque la Iglesia prohibía a los católicos realizar préstamos con intereses.
Al estar prohibido para los católicos, los judíos realizaban un negocio lícito, toda vez que estos últimos estaban excluidos de las corporaciones de artes y oficios, y de casi todas las profesiones liberales. Con el tiempo los judíos fueron tomando importancia en el mercado de los créditos particulares, para después inclusive financiar a príncipes, papas, ciudades y autoridades públicas que acudían a ellos por ser los únicos que tenían grandes cantidades de dinero en efectivo. Esto permitió que los judíos tuvieran privilegios y derechos particulares para actuar de manera legal y oficial.
Desde el siglo XIV ya existía una serie de acuerdos entre los municipios y los judíos “foeneratores” para regular su actividad principal, que consistía en prestar dinero con los intereses más bajos posibles a cambio de una prenda. Si el señor de una ciudad deseaba ofrecer a sus habitantes el servicio de banco de prendas lo hacía a través de un judío regulando el préstamo a los particulares mediante la condotta (acuerdo). El judío constituía el capital inicial y otorgaba préstamos conforme a las condiciones pactadas, obteniendo a cambio la garantía del libre ejercicio de su actividad.
Sin embargo, cuando la Iglesia notó la importancia y el volumen de los negocios que llevaban, promovió la expulsión de estos en las ciudades en que se habían asentado. Para aquellos tiempos los artesanos, campesinos y pequeños comerciantes que tenían que recurrir al crédito por imprevistos o para hacer frente a la escasez agrícola se veían obligados a pagar muy altos intereses.
Los franciscanos fueron quienes con mayor energía se preocuparon por esta situación, sobre todo los Hermanos Menores de la Observancia, que tenían como predicador a San Bernardino de Siena, hombre que dejó huella en la época y cuyo propósito era implicarse completamente en los problemas del mundo, ayudando a los desheredados y a quienes sufrían.
Para el siglo XV, los Hermanos Menores Franciscanos Italianos buscando recuperar los preceptos de pobreza y pureza de San Francisco, enfatizaron el ataque contra la usura y el poder del dinero. El objetivo principal fueron los judíos, sin embargo también buscaban a los católicos que hacían préstamos con intereses desobedeciendo el precepto evangélico y las normas canónicas. Emplearon todos los instrumentos y argumentos a su disposición para emprender una auténtica campaña contra la usura siguiendo una estrategia precisa. En primer lugar, se describía la usura como un grave pecado y ofensa a la moral; después se mostraba como, manejada por los judíos, representaba un peligro y un flagelo para la economía de la ciudad; y por último, se explicaba que al ser un crimen condenado por las leyes eclesiásticas, la usura podía suponer la culpa y la pena de toda la ciudadanía.
En un momento determinado, los Franciscanos intuyeron con gran acierto que para combatir la usura era necesario erradicarla del tejido económico, por lo que había que crear medios para recurrir a un crédito alternativo al practicado por los judíos y, en cualquier caso, capaz de satisfacer por lo menos las necesidades de los más desafortunados. Inicia así la historia de los Montes de Piedad que, al menos en las intenciones originales, formaban parte de un conjunto de iniciativas caritativas, sociales y económicas, con la convicción de que replantear el crédito basándose en la justicia, limitar su medida y prohibir el recurso para causas ilícitas o en todo caso censurables, fuesen los criterios básicos que debían permanecer inalterados.
La palabra Monte, con la que se pretendía indicar caja pública o, sencillamente, masa de dinero, se tomó de iniciativas precedentes, concretamente de los Montes de deuda pública creados en distintas ciudades italianas a partir de finales del siglo XII.
Inicialmente los frailes promovieron la institución de bancos de préstamo a cambio de prenda sin intereses, exclusivamente con fines caritativos y solidarios. Para ello organizaron colectas destinadas a crear un fondo común. Dada su finalidad, y para no confundirlos con las iniciativas precedentes, dichos Montes se denominaron de Piedad.
Es importante observar que los frailes que predicaban contra la usura y apoyaban la creación de los Montes de Piedad no pueden ser considerados estrictamente como sus fundadores, ya que carecían tanto de la facultad como de los medios financieros necesarios. Su acción consistía en proponer e impulsar su fundación, exponiendo los beneficios de la Institución, instruyendo acerca de su funcionamiento, sugiriendo la manera para conseguir el dinero del capital inicial y ayudando a la redacción de los estatutos. Aún así, correspondía a las autoridades civiles locales decidir la fundación del Monte, aprobarla y , en su caso, obtener el permiso oficial de la autoridad superior, incluida la del Papa si era necesario.
Entre las figuras de mayor relieve promotoras de los Montes destacan fray Michele Carcano, Fortunato Coppoli, Bernardino de Busti y Bernardino de Feltre.
A Michel Carcano se le reconoce el mérito de haber contribuido de manera decisiva con sus predicaciones en la fundación del primer Monte de Piedad, el de Perugia. Con el Papa Pío II predicó en Florencia y en Venecia y, por último, alcanzó Perugia, donde sus palabras contra los usureros lograron inflamar hasta tal punto a la ciudadanía que poco después se solicitó la abolición de todos los privilegios concedidos a los judíos. Sus exhortaciones tuvieron además el clamoroso efecto de impulsar la decisión del Consejo municipal de fundar un Monte de Piedad. Fue el 28 de abril de 1462.
Fray Fortunato Coppoli se distinguió por promover los nuevos Montes de Piedad de Umbría, Las Marcas y Toscana. Es posible seguir su obra en la institución de los Montes de Foligno, Borgo San Sepolcro, Pistoia, Terni, Spello, Asis, Cagli, Spoleto y Amelia.
El personaje más significativo
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