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Huelga De Cananea


Enviado por   •  28 de Agosto de 2012  •  5.475 Palabras (22 Páginas)  •  4.044 Visitas

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INTRODUCCION. Hace cien años estallaba la huelga de Cananea, uno de los mayores antecedentes de la Revolución de 1910. Dicho movimiento cambió el curso del país y le permitió construir grandes y novedosas instituciones, entre otras la Constitución de 1917. La guerra civil fue feroz: primero para eliminar por completo al porfirismo y sus pesadas estructuras, el ejército, por ejemplo.

Más adelante se dio una brutal pugna de facciones donde poco a poco los grandes constructores del movimiento fueron muriendo asesinados: Zapata, Villa, Carranza, por citar tan sólo algunos casos dramáticos. Sin embargo de tal revolución apareció un México distinto y mejor. Hoy sus grandes batallas y sus figuras épicas parecen algo muy remoto, pero no debemos descuidar todo ese rico material histórico. Hace exactamente cien años estalló una de las primeras grandes huelgas. Las circunstancias que la estimularon fueron la miseria y la explotación, las injusticias y las desigualdades sociales.

Después de una centuria, a pesar del maquillado rostro de México, las cosas no son muy distintas de aquellos momentos en que la desesperación condujo a millones de mexicanos a buscar el cambio por la ruta de la violencia.

Por tal razón, nuestra revista ha seleccionado como un documento significativo un fragmento del libro Las huelgas de cananea y Río Blanco, editado por la Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, de Jorge Sayeg Helú, 1980.

LA HUEGA DE CANANEA. De la importantísima lucha ideológica que se libraba así a través de la pluma, y que fue la que fundamentalmente terminó con el régimen dictatorial al haber concientizado al pueblo de México acerca de la apremiante necesidad de establecer uno nuevo, no solamente para poner fin a los prolongados años durante los que el general Díaz hubo de ejercer, tan arbitraria cuanto despóticamente, el mando supremo de la nación, sino, por encima, para tratar de mejorar a las clases necesitadas, haciéndolas salir de ese, también prolongado, estado de injusticia social en el que habían vivido –¿vivido?– hasta entonces, hubo de pasarse a la acción directa. Las huelgas que hasta entonces estuvieron severamente prohibidas, empezarán a ser esgrimidas por el proletariado de las ciudades para tratar de obtener lo que, de manera fundamental, se les negaba sistemáticamente: la reducción de sus jornadas y la elevación de sus salarios. Cananea representa, en dicho sentido, el primer movimiento obrero de importancia; la primera acción liberal independiente que los trabajadores mineros de aquella población fronteriza realizaban, a fin de obtener no solamente mejoría en cuanto a sus condiciones de trabajo, sino el respeto a su dignidad y a la igualdad en razón de la nacionalidad.

The Cananea Cooper Company, en efecto, no llegó a ser sino una de tantas industrias extranjeras que al amparo de las enormes facilidades que llegó a brindarles el porfirismo para establecerse en nuestro país, habría de llevar al máximo la irrestricta política porfiriana en este sentido, para establecer un régimen interno de trabajo basado en la discriminación entre trabajadores estadounidenses por un lado y trabajadores mexicanos por otra parte. De muchos privilegios especiales llegaron a disfrutar los “hombres blancos y de ojos azules” –como con cierta ironía llegaron a ser llamados aquellos en no pocos papeles y volantes de la época–; pues no solamente llegaron a ganar más, en igualdad de condiciones –cobraban en oro–, que los trabajadores mexicanos, sino que a ellos se hallaban destinados los puestos directivos de la compañía.

Reclamando fundamentalmente, pues, una jornada de ocho horas y un salario de cinco pesos diarios, así como que el número de trabajadores mexicanos de la empresa nunca fuera menos del 75 por ciento, y en igualdad de condiciones con los extranjeros siempre, el 1o. de junio de 1906 estallaría la justamente célebre huelga de Cananea. Mas si un doble objetivo motivó, de tal suerte, el movimiento obrero de referencia, dos serían también los principios fundamentales que hubimos de derivar de él: la fortaleza que dio a los trabajadores mexicanos la conciencia de su clase social y que no poco hubo de influir en acontecimientos posteriores, y el exacerbado nacionalismo que habría de matizar los actos todos de nuestra revolución.

Cananea representa, de esta manera, el cambio de la actitud que los obreros asumieron hasta entonces frente a los sistemas represivos del porfirismo; ya no más el acatamiento ni la resignación que hasta aquí hicieron naufragar siempre los justos reclamos de los obreros frente a los soberbios y sobreprotegidos intereses empresariales; principiaba a partir de entonces, una gallarda y rebelde actitud que habría de llamarles, paulatinamente, a la gradual conquista de sus derechos. Y es que Cananea no representa, también, sino el límite de la paciencia de los trabajadores mexicanos ante el escandaloso pisoteo que de su dignidad humana se hiciera durante aquellos prolongados años de dictadura.

Varios fueron los descontentos de obreros, como ya hemos visto, anteriores a Cananea. Entre los movimientos que de ellos hubieron de derivarse, merece ser destacado el ocurrido en El Boleo: Antes y después de la huelga de Cananea, y lo mismo de la de Río Blanco –nos informa sobre este particular Manuel González Ramírez (La huelga de Cananea; F.C.E., pág. XX)–, que fueron los movimientos obreros que conmovieron con mayor intensidad al régimen del general Díaz, el descontento traducido en peticiones y a las veces en actos violentos de parte de los trabajadores mexicanos, se hizo sentir. La acción de los trabajadores se realizó contra patronos extranjeros, porque eran estos los que tenían las industrias más poderosas y los que habían impuesto deplorables condiciones en el contrato de prestación de servicios.

La huelga de Cananea, como resulta obvio suponerlo, no respondió, en esencia, sino al mismo espíritu liberal independiente que, como ya hemos visto también, empezó a formarse en todo el país desde principios de siglo. Al llamado que al respecto hiciera desde San Luis Potosí desde el año de 1900, el ingeniero Camilo Arriaga –descendiente de uno de nuestros más preclaros liberales: Ponciano Arriaga, cuyo nombre había de ser impuesto al club que se formara a efecto de reivindicar los principios liberales hollados por la dictadura–, en el que se pedía la proliferación de los clubes liberales como el arma más idónea para hacer frente al régimen de Porfirio Díaz, respondió Cananea formando su propio club, que hubo de presidir el abogado y líder obrero de origen Tamaulipeco: Lázaro Gutiérrez de Lara, y constituyendo, posteriormente, el 16 de enero de 1906, escasos cuatro meses y medio antes del movimiento, la Unión Liberal

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