LA OBSERVACION HISTORICA
Enviado por Deniss • 7 de Abril de 2015 • 7.519 Palabras (31 Páginas) • 223 Visitas
II. LA OBSERVACIÓN HISTÓRICA
1. [RASGOS GENERALES DE LA OBSERVACIÓN HISTÓRICA]
[Para empezar, coloquémonos decididamente en el estudio del
pasado.]
Los rasgos más aparentes de la información histórica [, entendida
en el sentido restringido y usual del término,] han sido descritos
muchas veces. Se nos dice que, por definición, el historiador
se halla en la absoluta imposibilidad de constatar por sí mismo
los hechos que estudia. Ñingún egiptólogo ha visto a Ramsés;
ningún especialista de las guerras napoleónicas ha oído el cañón
de Austerlitz. Por lo tanto no podemos hablar de las edades que
nos precedieron sino a partir de los testigos. Respecto de ellas,
estamos en la misma situación que el juez que intenta reconstituir
el crimen al que no asistió, o el físico, que obligado a quedarse en
cama por la gripa, no se entera de los resultados de sus experimentos
sino por los informes del asistente de laboratorio. En
breve, en contraste con el conocimiento del presente, el conocimiento
del pasado es forzosamente "indirecto".
Que haya en todas estas observaciones una1
parte de verdad,
nadie pensará en negarlo. Sin embargo, exigen que las maticemos
sensiblemente.
Supongamos que un jefe militar acaba de obtener una victoria.
Inmediatamente se pone a escribir el relato de ella. Ha concebido el
plan de la batalla. La ha dirigido. Gracias a la pequeña extensión
del terreno [porque decididos a poner todos los triunfos en
nuestro juego, imaginamos un encuentro de otros tiempos, concentrado
en poco espacio], pudo presenciar la casi totalidad de la
pelea. No dudemos sin embargo de que para más de un episodio
esencial haya tenido que remitirse a los informes de sus tenientes.2
[En su narración, adoptará la misma conducta que la que había
1 ]gran[
2 ]que a su vez fueron establecidos en gran medida gracias a los informes que
redactaban los subalternos[
76 Apología para la historia o el oficio de historiador
tenido algunas horas antes, cuando estaba en la acción. Para adaptar
entonces, en cada momento, los movimientos de sus tropas a las
vicisitudes del combate, ¿qué informaciones le habrán sido más
útiles: las imágenes confusas, más o menos entrevistas a través
de sus binoculares o los informes que le traían al galope sus correos
o sus ayudantes de campo? Rara vez el conductor de hombres
se conforma con su propio testimonio. Aun cuando se haga
tan favorable hipótesis, ¿qué nos queda de la famosa observación
directa, pretendido privilegio del estudio del presente?
En verdad, casi siempre ésta no es más que un señuelo, al menos
tan pronto como el horizonte del observador se amplía un poco.]
Toda recolección de cosas vistas se compone en gran medida de
cosas vistas por otros. Como economista, estudio el movimiento
de las transacciones que se hicieron este mes, esta semana. No tengo
otro recurso para hacerlo que las estadísticas elaboradas por
otros. Como explorador del punto extremo de lo actual, me dedico a
sondear la opinión pública sobre los grandes problemas del momento.
Hago preguntas, apunto, comparo,3
cuento las respuestas.
¿Qué me dan éstas sino la imagen, más o menos torpe, de lo que
mis interlocutores creen pensar o la que quieren presentarme como
su pensamiento? Ellos son los sujetos de mi experimento. Pero
mientras que un fisiólogo que diseca un conejillo de Indias percibe
con sus propios ojos la lesión o la anomalía que busca, sólo
conozco4
el estado de ánimo de mis "hombres de la calle" a través
del cuadro que ellos mismos aceptan proporcionarme. Porque en
el inmenso tejido de acontecimientos, de gestos y palabras que
componen el destino de un grupo humano, el individuo no percibe
sino un rinconcito, estrechamente limitado por sus sentidos y
su facultad de atención. Porque [además] nunca posee5
la conciencia
inmediata de sus propios estados mentales: todo conocimiento
de la humanidad en el tiempo, independientemente de su
punto de aplicación, sacará siempre de los testimonios de otros gran
parte de su sustancia. [A este respecto, el investigador del presente
no está mucho más favorecido que el historiador del pasado].
[Pero hay más.] ¿Será cierto que la observación del pasado, aun
de un pasado muy remoto, sea tan "indirecta"?
3 ]y[ 4
]yo mismo[
5
]gracias a una introspección sumamente frágil[
Marc Bloch II. La observación histórica 77
Son muy claras las razones por las cuales la impresión de este
alejamiento entre objeto de conocimiento e investigador se impuso
con tanta fuerza a muchos teóricos de la historia. Y es que pensaban
ante todo en una6
historia de acontecimientos, incluso de episodios;
quiero decir en una historia, que con razón o sin ella —no
es el momento aún de discutirlo— se preocupa extremadamente
por registrar con exactitud los actos, palabras o actitudes de algunos
personajes, reunidos en una escena relativamente corta donde
se juntan, como en la tragedia clásica, todas las fuerzas de crisis
del momento: jornada revolucionaria, combate, entrevista diplomática.
Se ha narrado que el 2 de septiembre de 1772, se paseó la
cabeza de la princesa de Lamballe clavada en la punta de un pico
bajo las ventanas de la familia real. ¿Será cierto? ¿Será falso? Pierre
Carón, quien escribió un libro de admirable probidad sobre
las Masacres no se atrevió a pronunciarse sobre este punto. Si él
hubiera podido contemplar el horrible cortejo desde una de las
torres del templo, sabría seguramente a qué atenerse. Supongamos
que al menos hubiera conservado debidamente en estas
circunstancias la sangre fría de un estudioso y anotado inmediatamente
sus observaciones, desconfiando no sin razón de su memoria.
En semejante caso, no hay duda de que el historiador se
siente en una posición un poco humillante respecto del verdadero
testigo del hecho presente. Es como si estuviera en la cola de una
columna donde las opiniones se transmiten desde la cabeza, de
fila en fila. No es un muy buen lugar para estar bien informado.
Hace
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