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LOS VALORES EN LA HISTORIA


Enviado por   •  6 de Octubre de 2012  •  Informe  •  2.343 Palabras (10 Páginas)  •  850 Visitas

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LOS VALORES EN LA HISTORIA

Preguntarse por el problema de los valores es prácticamente lo mismo que plantearse el problema del sentido último de la vida del hombre. Es tanto como preguntarse por su propia identidad.

En la segunda mitad del siglo XX es fácil oír que estamos en una crisis de valores. Ciertamente cada época histórica ha supuesto una crisis de valores, porque unos han dejado de tener vigencia, de "valer" y han surgido otros que antes no habían sido descubiertos o potenciados.

Además, la historia no sigue un proceso lineal, sino que es discontinuo (cfr. Ortega y Gasset). Por eso, ni hay un progreso permanente, ni todas las épocas son igualmente altas en valores. Unas son más ,valiosas" que otras. Unas épocas o culturas proponen un ideal humano más alto que otras.

Es indudable que el griego del siglo V era llamado por Platón y Aristóteles a un ideal de virtud (areté) muy elevado. En la época de la sofístico, en cambio, el ideal había perdido altura, universalidad, dimensión social.

Con sus muchísimos defectos, el ideal humano del imperio romano era superior, en su conjunto, al de los pueblos bárbaros, que, precisamente, se romanizaron civilizándose y ascendiendo a niveles más elevados en la escala de sus valores.

Los derechos humanos, la abolición de la esclavitud y la conquista de las libertades han sido logros de la Edad Moderna. Hoy, en cambio, nos encontramos ante una regresión de valores en temas tales como pornografía, divorcio, aborto, eutanasia, honradez, veracidad, etcétera.

OBJETIVIDAD DE LOS VALORES

Los cambios históricos en la apreciación de los diversos valores podrían hacer sospechar que éstos son meramente relativos a las culturas, que ni hay una escala fija de valores, ni se apoyan en una base objetiva, sino que dependen exclusivamente de la subjetividad humana. Algunos, influidos por diversas filosofías o por su interpretación del desarrollo científico, así lo piensan, y califican algunos valores de herencia del pasado sin vigencia actual y que, por tanto, conviene abandonar.

Entre los valores a desguazar se colocan a veces el pudor y la modestia, o el respeto a la intimidad, como resabios burgueses de épocas hipócritas y timoratas, cuando en realidad son expresiones o exigencias naturales del ser humano. La misma institución familiar, tan importante para el desarrollo armónico y completo de la persona y tan defendida por el Magisterio de la Iglesia (cfr. como último documento sobre el tema: Juan Pablo II, Familiarís consortío), llega a ser calificada de vestigio arcaico e inútil.

El punto clave en esta cuestión es que algunas doctrinas no quieren reconocer que hay una naturaleza humana, y, como consecuencia, hay cosas que van a favor de ella y otras en contra. Por supuesto, algunos valores son sustanciales y otros accidentales, por así decirlo; y que a veces hay equivocaciones históricas y se piensa que son de primer orden valores que tienen, sin embargo, un carácter secundario. Así, por ejemplo, llevar corbata o chaqueta es sólo una moda y no algo sustancial al hombre, como, también, llevar el pelo corto o largo. Lo mismo se puede decir de normas de urbanidad, etc. En cambio, un mínimo de pudor en cuanto a la intimidad corporal es connatural al hombre por mucho que sean los que falten a él y no le den ningún valor.

Así, también la vida humana es un valor y no puede depender de modas 0 costumbres, ni siquiera de leyes que permitan su destrucción. La propiedad privada es un valor, aunque haya leyes contrarias.

El hombre tiene una estructura interior, un modo de ser, una naturaleza propia, y hay cosas que son concordes a esa naturaleza y otras contrarias. Por mucho que cambien los usos y costumbres, hay acciones que siempre serán reprobabas. Así como existe la necesidad de alimentarse, de dormir un mínimo, respirar aire puro, etc. y si no se hace se enferma e incluso se puede morir por llevar una vida antinatural, hay, también valores morales, que exigen una determinada conducta. Si no se vive de acuerdo con ellos, se va contra la naturaleza. Por ejemplo, el hombre es social por naturaleza y no puede vivir de forma insolidaria con los demás; por lo mismo, el hombre necesita ser justo en sus relaciones con los otros.

Quizá podría decirse que nuestra época, tan sensible a la vida sana y al cuidado de la salud, que lleva a muchos a hacer tanto ejercicio físico y a vivir en contacto con la naturaleza siempre que pueden, debería ser más consecuente en valorar los aspectos morales de la conducta humana. El descuido de la moral natural ha llevado a efectos nocivos como el gran aumento de las enfermedades de transmisión sexual (SIDA, venéreas, etcétera), la extensión alarmante de la drogadicción, la violencia que está atemorizando a la sociedad actual, etcétera.

FUNDAMENTO DEL ORDEN MORAL

El orden moral se fundamenta en el bien.

Hay un bien de las cosas (las cosas son bienes en cuanto poseen unas perfecciones o cualidades). Así, por ejemplo, un manzano es un bien porque tiene unas características que le permiten aprovechar el sol, el agua y la tierra para dar manzanas, que son frutos apetecibles para el hombre.

El bien moral, en cambio, es propio del hombre y de sus acciones libres. Es el tipo de bien propio del hombre. Lo decisivo en un hombre, en cuanto hombre, es que sea bueno o malo: que sea fiel o traidor, veraz o falso, generoso o egoísta, etcétera.

El hombre es por naturaleza un ser corporal y espiritual a la vez. Por ello, tiene una perfección y bondad muy superiores a las de los seres puramente materiales. Pero, además, el hombre puede realizar operaciones muy superiores a las de los demás seres del universo.

El hombre no es un ser acabado desde el comienzo de su existencia, sino que se desarrolla y perfecciona con el tiempo. Pero esto, que también ocurre con otros seres, el hombre lo ha de realizar libremente, es consecuencia de las elecciones y decisiones frente a las diversas posibilidades de actuación que se le presentan en cada caso.

Porque decide y elige, el hombre es responsable de sus actos: ha de responder de sus acciones. Se le podrá calificar como bueno o malo según que esas acciones se adecuen o no al orden que por naturaleza debe regirlas.

El hombre está caminando durante toda su vida hacia una meta, hacia un objetivo, que es la plena realización de su naturaleza. Ese objetivo señalado por la naturaleza es lo que el hombre puede elegir en uso de su libertad, o apartarse de él.

Así, un hombre que por sus actos se hace criminal o borracho,

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