La Escolástica
Enviado por gervasiorubio • 11 de Octubre de 2012 • 4.406 Palabras (18 Páginas) • 376 Visitas
1.- La Escolástica:
(del latín scholasticus, y éste a su vez del griego σχολαστικός [aquel que pertenece a la escuela]), es el movimiento teológico y filosófico que intentó utilizar la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo.
La escolástica fue la corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento medieval, tras la patrística de la Antigüedad tardía, y se basó en la coordinación entre fe y razón, que en cualquier caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe (Philosophia ancilla theologiae -la filosofía es sierva de la teología-).
Dominó en las escuelas catedralicias y en los estudios generales que dieron lugar a las universidades medievales europeas, en especial entre mediados del siglo XI y mediados del XV.
Su formación fue, sin embargo, heterogénea, ya que acogió en su seno corrientes filosóficas no sólo grecolatinas, sino también árabes y judaicas. Esto causó en este movimiento una fundamental preocupación por consolidar y crear grandes sistemas sin contradicción interna que asimilasen toda la tradición filosófica antigua. Por otra parte, se ha señalado en la escolástica una excesiva dependencia del argumento de autoridad y el abandono de las ciencias y el empirismo.
Pero la Escolástica también es un método de trabajo intelectual: todo pensamiento debía someterse al principio de autoridad (Magister dixit -lo dijo el Maestro-), y la enseñanza se podía limitar en principio a la repetición o glosa de los textos antiguos, y sobre todo de la Biblia, la principal fuente de conocimiento, pues representa la Revelación divina; a pesar de todo ello, la escolástica incentivó la especulación y el razonamiento, pues suponía someterse a un rígido armazón lógico y una estructura esquemática del discurso que debía exponerse a refutaciones y preparar defensas.
1.1.- La Escolástica en América Latina e Influencia en Europa:
Dominó en las escuelas (en latín scholae) catedralicias y en los estudios generales que dieron lugar a las universidades medievales europeas, en especial entre mediados del siglo XI y mediados del siglo XV.
Su formación fue, sin embargo, heterogénea, ya que acogió en su seno corrientes filosóficas no sólo grecolatinas, sino árabes y judaísmo. Esto causó en este movimiento una fundamental preocupación por consolidar y crear grandes sistemas sin contradicción interna que asimilasen toda la tradición filosófica antigua. Por otra parte, se ha achacado a la escolástica una excesiva dependencia del argumento de autoridad y el abandono de las ciencias naturales y la experiencia empírica
Todavía, sin embargo, dará el escolasticismo una gran figura, pero ya en el siglo XVI, en la persona del jesuita español Francisco Suárez (1548-1617). En su obra más importante, las Disputas metafísicas (1597), escrita en latín, resume y moderniza toda la tradición escolástica anterior y sienta las bases del iusnaturalismo o derecho natural de Hugo Grocio. Su obra, fecunda en inspiraciones ulteriores, fue muy influyente a lo largo del siglo XVII y XVIII y todavía se pueden encontrar ecos de ella en Hegel e incluso en Heidegger. Si bien continúa la tradición aristotélica de la filosofía española, añade elementos del nominalismo.
Así, para Suárez la distinción entre esencia y existencia es solamente una distinción de razón y de hecho cada existencia tiene su propia esencia. Sólo Dios, en tanto que ser en sí, es capaz de percibir la distinción en el ser en otro, es decir, las creaturas. El cógito de René Descartes surge de la noción suareciana de sustancia espiritual creada, que razona por intuición. También la mónada de Gottfried Wilhelm Leibnitz (1646-1716) proviene de esta noción. La distinción entre esencia y existencia como distinción de razón (el concepto de sustancia de Baruch Spinoza) también tiene su origen en la filosofía de Suárez, y el sujeto trascendental de Kant se inspira en la noción de analogía de atribución manejada en esta tradición escolástica.
Hace apenas medio siglo en la mayor parte de las universidades latinoamericanas era rara la existencia de una cátedra o equipo de investigación que se dedicara al estudio de las ideas filosóficas del país en cuestión o de esta región.
En tanto que en Europa o Norteamérica tampoco era común que existieran con ese grado de especialización cátedras sobre la filosofía de aquellos países. No eran muy necesarias, pues era lógico que los profesores de filosofía se viesen precisados de una forma u otra a incluir dentro de sus estudios y lecciones a los representantes de sus respectivas culturas.
Nadie dudaba de su condición de clásicos imprescindibles y hasta los filósofos de menor talla eran nombrados o se les dedicaba alguna que otra atención para demostrar que los gigantes también tenían subalternos y dejaban discípulos mayores y menores.
Pero a ninguno de aquellos profesores se le hubiera ocurrido incluir en algunas de sus lecciones a uno de los pensadores de aquellos países periféricos que estaban condenados a no tener acceso al reconocimiento de la «cultura universal».
Cuando hacían alguna referencia a ese mundo marginado, como el caso de Hegel, por lo general era para intentar demostrar la carencia del logos en los pueblos colonizados, a los cuales se les debía «llevar la cultura», y con ella la filosofía que a su juicio era un producto exclusivo de Occidente.
Todo lo contrario ha sucedido entre los profesores tradicionales de filosofía en América Latina.
A lo largo de los siglos XVI, XVII, XVIII, fueron ejerciendo colegios y universidades en las ciudades de importancia. En Brasil la enseñanza estaba bajo el control de los Jesuitas, pero en la Isla de España y los Dominicos habían asegurado con su llegada temprana el predominio de la enseñanza y sus filosofías.
Los Jesuitas se afincaron a medida del siglo XVI, en la Bahía con la fundación de colegios, al igual que en Río de Janeiro. El Río de Plata por ejemplo, los Dominicos, hicieron su entrada primero, después los Franciscanos, fundaron sus respectivas instituciones de enseñanza, hasta que aparecieron los jesuitas quienes fundaron un colegio que se construiría en la Universidad de Córdoba a partir de 1628. (Guillermo Furlong 1952)
En el Perú también fueron los Dominicos los primeros en radicarse y después arribaron los Jesuitas, Mercedarios, Franciscanos y Agustinos. La Universidad de -Chuquisaca en el Alto Perú, estaba bajo la égida Jesuítica.
Aunque la actividad educativa alcanzó su mayor extensión en los siglos XVII, XVIII, ya desde el siglo XVI, se habían organizado en las nuevas colonias, colegios, conventos y universidades, donde la enseñanza
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