La guerra interminable (las cruzadas)
Enviado por claudiofnk • 26 de Mayo de 2023 • Trabajo • 10.281 Palabras (42 Páginas) • 49 Visitas
LA GUERRA INTERMINABLE (LAS CRUZADAS)
Es indudable que tenemos una idea distorsionada de lo que fueron las cruzadas. De alguna forma la imaginación de artistas y poetas (cine, comics , teatro, cuadros, las novelas…) nos han dibujado un mundo lleno de héroes que viajaban a lejanos mundos para hacer el bien y liberar los santos lugares de los malvados infieles. Tenemos una idea quijotesca de esos nobles caballeros que iban por esas tierras “ desfaciendo entuertos, socorriendo viudas y auxiliando a los menesterosos”. Esos bizarros señores, acompañados de sus fieles vasallos, iban prestos a la batalla porque su misión, la más noble de todas las causas, era más importante que sus vidas y la de los suyos. En el corazón de los soldados de Cristo no tenía cabida el egoísmo, las tentaciones mundanas y la maldad. Morirían por un ideal, morirían por defender la única y verdadera fe y sin ningún temor, porque los sucesores de San Pedro les habían prometido las llaves del paraíso.
Por las películas y series que hay al respecto, vemos que el cruzado a su regreso se vanagloriaba de su lucha. Tanto es así, que no se quitaban el uniforme con la cruz roja en el pecho y ostentosamente la portaban allá donde fueren. El pueblo llano les respetaba y sentían por ellos veneración, dándoles gustosamente hospedaje por donde pasaban. De alguna forma representaban la lucha que toda una población cristiana deseaba hacer contra los impíos. El cruzado arriesgaba su vida para cumplir con el mandato de la Santa Iglesia Católica y con la voluntad de toda la cristiandad.
Los occidentales siempre hemos tenido un sentimiento de posesión con respecto a Israel. Esa tierra donde nació y murió Jesucristo es parte de nuestra cultura. Todos los años ponemos El Belén y en Semana Santa recordamos los últimos días de nuestro Señor por las calles de Jerusalén.
Si intentamos dividir mentalmente en dos bloques el planeta, Israel siempre estará en la parte que corresponde al mundo occidental, al mundo desarrollado, al mundo cristiano, a nuestro mundo y sin embargo es una compleja y peligrosa excepción.
Para entender bien el origen de la primera cruzada, debemos explicar lo que Jerusalén representaba y aún representa, para cada una de las culturas. Por un lado tenemos que para los judíos Jerusalén es el lugar más sagrado de todo el planeta. Allí estaba el templo de Salomón que ha sido destruido y reconstruido varias veces en la historia. En la actualidad queda el muro de las lamentaciones que es un vestigio del templo de Jerusalén.
Para los musulmanes Jerusalén es Al Quds “La Sagrada”, uno de los tres lugares de peregrinación. Sobre las ruinas del templo de Salomón edificaron la mezquita de Al-Apsa y la Cúpula de la Roca, porque desde allí el profeta Mahoma ascendió al cielo. Este territorio, con pequeños paréntesis de tiempo, ha estado en poder del mundo musulmán desde el año 638 tras quitárselo al imperio bizantino.
Para los cristianos allí está el lugar donde Cristo predicó la palabra y La iglesia del Santo Sepulcro ha sido lugar de peregrinación durante siglos. Para los cristianos medievales, Jerusalén era el centro de su mundo espiritual y según vemos en sus mapas, también geográficamente.
En conclusión; para judíos, cristianos y musulmanes, Jerusalén era y sigue siendo una ciudad santa.
En el año 1077 musulmanes Seljuk turcos tomaron el control de Tierra Santa. Estos eran menos tolerantes con las diferencias religiosas que los árabes que gobernaban hasta el momento. A los peregrinos se les prohibió visitar los santos lugares y los grandes comerciantes europeos vieron como se les cerraba sus rutas de oriente (especias, sedas…). Comienzan a difundirse rumores del mal trato que recibían los cristianos de Tierra Santa y esto es aprovechado por el emperador bizantino para pedir ayuda al Papado. Alejo I viendo el afán expansivo de los turcos y pensando que Constantinopla corría peligro, no dudo en pedir auxilio, aunque eso supusiese el reconocimiento de la supremacía de la iglesia romana sobre la ortodoxa.
El papa Urbano II en el concilio de Clermont (1095) se dirige al clero y les dice: “Los infieles, dueños absolutos de Palestina y Siria han destruido las basílicas e inmolado a los cristianos como si fueran animales. Las iglesias han sido convertidas por los paganos en establos para sus bestias…” . Llama a todos los nobles para unirse en una cruzada para recuperar la Tierra Santa bajo el lema “Dios lo quiere”. Este mensaje cala en toda la sociedad de una forma rápida, incluso las clases desfavorecidas quieren participar. Esos pobres de una Europa feudal que no veían más futuro que someterse a los caprichos y abusos del señor, vieron en esta cruzada la posibilidad de enriquecerse. Por ese motivo no dudaron en seguir a personajes como Gualterio sin Haber y Pedro el Ermitaño. Pedro era un monje que recorría los pueblos a lomos de su borriquillo, predicando la guerra. Ese hombre de habito sencillo, del que se decía que jamás probaba el vino ni la carne, tenía el don de la oratoria y el pueblo no dudaba de que por sus labios salía la palabra divina.
Los fuerzas de Gualterio y de Pedro se reunieron en Constantinopla. Llegaron a reunir un ejército de 40.000 hombres que no tenían más armas que la ambición y la sed aventuras. Al principio este ejercito de desarrapados carente de toda disciplina militar, se iba alimentando de las donaciones que recibían de los pueblos por donde pasaban. Cuando se fueron acercando a Bizancio esta chusma se había desmandado y eran frecuentes los enfrentamientos, los saqueos y los atropellos. Las tropas de Alejo I intentaban poner orden, pero viendo la imposibilidad de conseguirlo se apresuraron a embárcales para que este ejercito llegase pronto a su destino. Esta cruzada de los pobres, ejército mal armado y sin estrategia ninguna, no tardó en ser derrotada, siendo aniquilada, casi en su totalidad.
Tras esta primera remesa de cruzados, venía la organizada por los nobles de Francia, Flandes, los países Italianos y El Sacro Imperio. Entre estos nobles los más célebres fueron Raimundo de Tolosa, Godofredo de Bouillon y Bohemundo de Tarento.
Cuando todas las huestes estuvieron reunidas en Bizancio, cruzaron el Bósforo y tras seis meses de combate, los cruzados triunfaron en la ciudad de Antioquía. De allí fueron a Jerusalén y la asediaron durante nueve meses. Estuvieron a punto de desistir, pero llegaron refuerzos y víveres genoveses y con los barcos construyeron torres de asalto. La ciudad se rindió y los cristianos masacraron a sus habitantes. Raimundo de Aguilers, testigo y cómplice de los hechos, escribió: “Algunos de nosotros, los más piadosos, cortamos las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta la rodilla. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la Iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias.”
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