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Literatura Puertorriquena


Enviado por   •  27 de Octubre de 2012  •  5.042 Palabras (21 Páginas)  •  699 Visitas

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Durante las últimas décadas, la literatura del Caribe Hispano se ha encargado de integrar representaciones alternativas de la nación en respuesta a un canon estrictamente universal, hegemónico y homogéneo constituido a través de la inclusión de cuerpos viables y la exclusión de cuerpos desviados, ya sean en términos de género, raza y orientación sexual. Como apunta Emilio Bejel, el imaginario cubano de la modernidad exhibe a un José Martí modelo referencial de la nación puesto que su origen criollo, activismo en política, participación en la Guerra de Independencia de 1895 y su muerte en plena batalla proveen una imagen heroica revestida de una ideología de la masculinidad incuestionable. Si bien su cuerpo se perfila como espacio de inscripción de la heteronormatividad, éste a su vez excluye y relega al espacio de la no-representación y de lo reprimido los cuerpos que, por contraste, no logran dicho ideal nacional.

En el caso de la literatura puertorriqueña, asistimos a un panorama similar ya que la inversión en una masculinidad convencional para estructurar los límites de la nación se convierte en rasgo putativo en las obras de los intelectuales primordialmente de la Generación del 30 y del 40. Así, los ensayos de Antonio Pedreira y René Marqués, en particular, delinean el camino a seguir de la juventud puertorriqueña señalando aquellos elementos que han debilitado el carácter puertorriqueño fundamentado en el determinismo geográfico, el aplatanamiento y en la (con)fusión de elementos culturales. Igualmente, la progresiva modernización y americanización de la isla se presentan como aspectos feminizantes y amenazantes de la masculinidad/nación imperante. En esta dirección, la crítica Agnes Lugo Ortiz analiza la carencia de virilidad reincidente en los cuentos publicados en la antología Cuentos puertorriqueños de hoy. Obras como “El Josco” de Abelardo Díaz Alfaro, “El sapo en el espejo” de Emilio Díaz Valcárcel o “En la popa hay un cuerpo reclinado” de René Marqués especulan sobre el temor hacia un futuro incierto plasmado a través de la emasculación de los personajes –muchos de ellos animales. En palabras de Lugo Ortiz, el “Asedio” de Díaz Valcárcel es “….a further eruption of cultural anxieties in face of what was perceived as the ‘undermining of cultural power,’ which organizes a significant part of mid-twentieth century Puerto Rican narrative” (95). Tanto en estos textos como en el famoso ensayo “El puertorriqueño dócil” de Marqués, la ansiedad ante la pérdida del legado tradicional machista e hispanófilo a través de la castración simbólica de la sociedad puertorriqueña y la docilidad del hombre visibiliza la presencia ya no tan fantasmagórica de las posibilidades sublimadas, y el retorno de lo reprimido cada vez se hace más patente. La histeria y la fobia de estos intelectuales posibilitan, sin embargo, la reorganización de la masculinidad y la restitución de subjetividades tradicionalmente abocadas al olvido.

En consecuencia, surgen una serie de escritores desafiantes de la cultura predominante que lanzados/as al espacio de la diáspora, a las calles de San Juan y La Habana exploran nuevas vías de acercamiento al cuerpo cubano y puertorriqueño. Estos y estas escritores burlan la melancolía hacia un pasado arcaico, agrario y rural rechazando la incursión nostálgica por la pérdida de la masculinidad dominante. Y por el contrario, abren nuevas vías de representación de las identidades liminales. Centrándome en las obras recientemente publicadas de la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres y la cubana Teresa Dovalpage, mi intención en este estudio es analizar nuevos enfoques de la masculinidad que cuestionan el paradigma tradicional y se reaproprian, interesantemente, de prácticas sociales derivadas de la ideología patriarcal (1). Los personajes masculinos en Sirena Selena vestida de pena, Posesas de La Habana y Muerte de un murciano en La Habana se circunscriben como cuerpos ineficientes e insuficientes y excesivos (2). Es decir, se trata de una masculinidad alternativa que refleja las posibilidades al alcance y nuevas formas de restitución, en un panorama socioeconómico contemporáneo que margina a dichos personajes como elementos antifundacionales. Efectivamente, la ineficiencia de estos cuerpos se revela en la falta de reproducción biológica y social y en la ausencia de la institución familiar convencional. La materialización de la homosexualidad los sitúa en un posicionamiento crítico cultural y los destituye del imaginario nacional. La relegación a un plano marginal y periférico coincide en las tres novelas con la narrativa de la violencia, propia de un marco cultural como el caribeño que ha condenado históricamente las prácticas antinormativas. Por otro lado, los personajes de las novelas en cuestión incorporan y resemantizan la ideología machista característica del Caribe navegando diferentes corporalidades como estrategias de supervivencia y de autoafirmación. La ausencia del padre o del locus enunciativo del patriarcado permite repensar el espacio simbólico y resignificarlo mediante múltiples prácticas sociales relacionadas con la volatilidad corporal, siguiendo los parámetros de Elizabeth Grosz.

Sirena Selena vestida de pena (2000) relata la historia de Sirena/sirenito; un joven quinceañero que se gana la vida en las calles de San Juan cantando boleros y ejerciendo la prostitución. Tras el abandono familiar, su abuela se hace cargo de él, y ambos se dedican a limpiar casas para sobrevivir. Cuando ésta muere, Sirena se encuentra sólo y el espacio urbano formará parte de lo que será su nuevo hogar. Allí crea relaciones de solidaridad y lazos familiares alternativos con Valentina, quien impide a Sirena relegarse al papel de bugarrón y a la prostitución debido a los peligros que implican la vida en la calle. Es Valentina, sin embargo, la que corre la mala suerte de morir brutalmente en tal espacio, en un mundo de drogadicción. A partir de este momento, Sirena retoma actividades lumpéricas hasta ser descubierta por Martha Divine. Cantando boleros en un bar, Martha observa el potencial de Sirena e inmediatamente establece contactos con magnates en la República Dominicana para organizar drag shows con Sirena de protagonista. Ya que Sirena no es mayor de edad y para evitar asuntos legales y a los trabajadores sociales, ambos viajarán a la isla vecina. Martha y Sirena conforman una diada “familiar” y una relación simbiótica de apoyo mutuo y de protección. Sirena se convierte en “hijo” de Marta y como tal, llegan a la República Dominicana:

El instinto maternal se le activó a Martha. Entre las dos manos, tomó la cara del sirenito y le dijo con su voz más tierna: ‘No te apures, mijito, que esto pasa pronto’. Le pasó la mano por la frente, secándole el sudor

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