Los Gobiernos Radicales
Enviado por meltaglia • 24 de Marzo de 2015 • 13.329 Palabras (54 Páginas) • 316 Visitas
LOS GOBIERNOS RADICALES: DEBATE INSTITUCIONAL Y PRACTICA POLITICA
Ana Virginia Persello
El 6 de septiembre de 1930 se cerró un ciclo de la historia argentina. El golpe de estado que desalojó a Hipólito Yrigoyen del gobierno marcó el primer quiebre de la regla de sucesión del poder establecida en la Constitución de 1853. Abortaba, de este modo, la intención de articular a la experiencia liberal afianzada por los hombres del '80, caracterizada por la inserción de la Argentina en el mercado mundial como país agroexportador, la unificación del mercado interno, la nacionalización del estado y la extensión de los derechos civiles; la democratización de la vida política.
El acceso del radicalismo al poder, en 1916, fue posible en la medida que esa intención -la ampliación de la participación política- se tradujo en ley. En 1912, la sanción de la ley electoral 8871 incorporó la obligatoriedad y el secreto del voto poniendo en acto una universalidad que no se correspondía con su práctica concreta. El principio "cada hombre un voto" transformó la vida colectiva en distintos niveles. Su propósito declarado era evitar el fraude, la manipulación del elector; desplazar a los círculos enquistados en el gobierno reemplazándolos por el juego armónico de partidos organizados rotándose o compartiendo el poder; moralizar la vida administrativa eliminando las clientelas del aparato estatal. Es decir, provocar el pasaje de un sistema político que funcionaba de manera excluyente a otro de participación ampliada Sus primeras aplicaciones a nivel provincial le dieron el triunfo al partido radical en Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos y en el ámbito nacional, entre 1916 y 1930 se sucedieron tres gobiernos radicales, el de Hipólito Yrigoyen y Pelagio Luna entre 1916 y 1922, el de Marcelo T.de Alvear, entre 1922 y 1928 y el de Yrigoyen y J.E.Martínez, entre 1928 y 1930. La bandera y programa del partido era el cumplimiento estricto de la constitución.
Se inició así una nueva experiencia en la que se combinaron prácticas nuevas con viejos modos de hacer política, resistentes al cambio propuesto por la ley.
Nuevos sectores se incorporaron a la práctica del sufragio, lo cual modificó la estructura de los partidos que debieron competir en otros términos por la conquista del poder, ampliar su aparato y adaptarse a campañas electorales masivas. Cambió la composición y dinámica del parlamento; el radicalismo, ocupó por primera vez el gobierno y los tradicionales sectores gobernantes, ocuparon el rol de la oposición. El espectro de partidos se amplió, por divisiones de los ya existentes más que por el surgimiento de agrupaciones nuevas. Esto fue acompañado por un proceso de transformaciones en el aparato estatal vinculado con la particular relación que se estableció entre gobierno y partido gobernante.
El período de los gobiernos radicales, como no podía ser de otro modo, en tanto se trata de una coyuntura de cambio, estuvo atravesado por un debate -en el que participaron publicistas, intelectuales, prensa y agrupaciones políticas- sobre el sentido de las transformaciones que se operaban en la vida política. Es decir, la apertura electoral planteó como tarea la construcción de un sistema político democrático, que pusiera en acto los principios representativo, republicano y federal inscriptos en la constitución, y lo que ahora enfrentaba a los diferentes sectores era el contenido que se le asignaba a cada uno de ellos. En la medida en que el sufragio universal era un dato dado, el debate atravesaba el diseño institucional. Sus términos oponían el presidencialismo con el parlamentarismo y por ende, discutían el lugar de la soberanía; el principio de legitimidad del gobierno representativo; la forma que debía adoptar el sistema electoral; la separación o involucramiento de la política con la administración.
El gobierno representativo: Partidos políticos.
Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se difundieron ideas que contribuyeron a dar tono a un clima de época en el que predominó el análisis del pasado para comprender el presente y diagramar un nuevo orden. El análisis de la ingeniería institucional y de las prácticas políticas conllevaba un diagnóstico de crisis moral, intelectual y política, uno de cuyos elementos centrales era la ausencia de aquellos partidos que eran la condición sine qua nom para democratizar y moralizar la vida política. En su lugar, predominaba el personalismo, los círculos de notables y la manipulación del elector.
La sociología, la historia, la tradición cultural y la psicología aplicada a las masas fueron utilizadas en el momento de explicar prácticas políticas que se consideraban distorsionadas en relación al orden político pensado como deseable.
La ampliación del sufragio situó a los partidos en el centro de la escena política. La política de masas requería de organizaciones para reclutar al elector. Junto con la demanda por una participación ampliada, las organizaciones políticas, la prensa y los publicistas demandaban la organización de partidos permanentes y orgánicos. La referencia obligada, el modelo a incorporar de partidos que se adaptarían a los cambios propuestos en la ingeniería institucional eran los partidos ingleses y norteamericanos, a los que se consideraba estables, orgánicos y disciplinados.
En 1889 habían llegado a la Argentina -a la librería Jacobsen, en la calle Florida- dos ejemplares de la primera edición del libro de James Bryce, La república americana. El texto describe la organización de los partidos americanos basados en el sistema de convenciones. Estas reemplazaron a los comités que elegían a los candidatos en cónclaves. El sistema de división entre comité y convención fue adoptado por los dirigentes de la Unión Cívica y se incorporó a la carta orgánica de 1892, a sugerencia de José Nicolás Matienzo y Virgilio Tedín, quienes habían adquirido los ejemplares arriba mencionados. Aparecía como una superación de las prácticas existentes en el interior del PAN y como un medio de erradicar a las agrupaciones personalistas nucleadas con fines transitorios alrededor de notables.
Los estatutos de 1892 de la UCR -independientemente de su funcionamiento en la práctica- proponían conformar una agrupación permanente, principista e impersonal y establecer un gobierno descentralizado, dándole al partido una estructura federativa con base en los clubs (organismos locales que a partir de 1908 adoptarán el nombre de comités).
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