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Los Juegos Aztecas


Enviado por   •  22 de Octubre de 2013  •  2.012 Palabras (9 Páginas)  •  376 Visitas

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Los Juegos Aztecas

La pasión del juego

Los juegos colectivos siempre han sido, en especial cuando se transforman en competiciones entre tribus o pueblos, unas muestras de pasión exacerbada. Esto ha ocurrido desde que comenzaron a practicarse en las tierras de Oriente en el año 6.000 a.C., donde ya se escribía lo siguiente: los hombres son más apasionados en los juegos que en las cuestiones serias. Algo que no puede asombrarnos, si tenemos en cuenta lo fácilmente que pasan los aficionados al fútbol del más desmedido entusiasmo a una rabia desesperada, que la mayoría de las veces vuelcan sobre el árbitro de turno.

Los aztecas practicaban algunos juegos con gran violencia. Por ejemplo, el tlachtli o la pelota. Comenzaron viéndolo como un deporte y, luego, lo convirtieron en todo un ritual. Se sabe que lo empezaron a jugar los toltecas en el año 500 a.C., ya que se han encontrado las pruebas en unas excavaciones realizadas en La Venta.

El «brutal» y deportivo juego de la pelota

El tlachtli se jugaba en un campo con forma de una "i" mayúscula, en cuyos lados se colocaban unas gradas de asientos escalonados para los espectadores. En el centro de una de las paredes se encontraba la «canasta», que era un círculo de piedra o de madera, que generalmente se colocaba en un sentido vertical, casi como en el baloncesto, donde la canasta se instala en un plano horizontal al suelo de la cancha. El objetivo era el mismo: conseguir que la pelota atravesara el orificio del círculo de piedra y, al mismo tiempo, impedir que el adversario lo lograra antes.

La pelota estaba hecha de varias capas de hule presionado, lo que le daba una gran dureza y consistencia. A los jugadores se les permitía golpearla con los pies, las caderas y los codos, pero nunca con las manos. Todos ellos iban bien protegidos como un especie de acolchonamientos, compuestos de petos, rodilleras, mandiles de cuero, mentoneras y medias máscaras que protegían las mejillas; y podían empujarse, golpearse y ponerse «zancadillas» mientras estuvieran jugando. Esta brutalidad convertía el juego en una diversión que apasionaba a los espectadores.

A pesar de ir tan protegidos, algunos jugadores recibían unos golpes en el vientre tan terribles que se desplomaban en el suelo entre espasmos de muerte. Una vez finalizaba la competición, casi todos los participantes debían ponerse en manos de los sacerdotes-médicos, con el fin de que les extrajeran la sangre acumulada en las caderas y en otras partes del cuerpo. Además, necesitaban ser curados de muchas heridas y de graves contusiones.

Por otra parte, dado que habían participado dos equipos bien entrenados, casi siempre representando a una tribu o a un clan poderoso, sus seguidores en ningún momento habían dejado de intervenir con sus gritos de ánimo, insultos y protestas. Sin embargo, en el momento que el juego se ritualizó, al llevarlo a los templos, se impusieron ciertas normas y, en casos excepcionales, los perdedores pasaban a ser víctimas de los sacrificios humanos. Algunos historiadores han llegado a escribir que esta misma «suerte» la corrieron los ganadores en momentos de grandes calamidades, cuando la ofrenda de corazones a los dioses debían ser lo más elevadas posible y de la mejor calidad, por eso se recurría a los grandes héroes.

En relación a este juego fray Bernardino de Sahagún escribió lo siguiente:

Las pelotas eran del tamaño aproximado de las de bolos (unos quince centímetros de diámetro) y eran sólidas hechas con una goma llamada ulli..., que es muy ligera y rebota como una pelota inflada. Durante el juego los que se hallaban presentes hacían apuestas de oro, turquesas, esclavos, ricas mantas y casas... En otras ocasiones, el señor jugaba pelota por diversión... También con él iban buenos jugadores de pelota, quienes jugaban ante él y otros principales jugaba?? en el equipo adversario y ganaban oro y chalchigúites y, cuentas de oro y turquesas y ricos mantos y maxtíes y casas, etc... El campo de juego de pelota consistía en dos paredes separadas veinte o treinta pies, que eran hasta de cuarenta o cincuenta pies de longitud; las paredes estaban blanqueadas y medían alrededor de ocho y medio pies de altura y en medio del campo había una línea que era usada en el juego... En el centro de las paredes, en medio del campo, se hallaban las piedras, como muelas de molino ahuecadas, una frente a la otra y cada una tenía u,? agujero bastante grande para contener la pelota... Y el que hacia pasar la pelota por él ganaba el juego. No jugaban con las manos. sino golpeaban la pelota con las nalgas; empleaban para jugar guantes en las manos y un cinturón de cuero en las nalgas, para golpear la pelota...

Al buen fraile le debieron contar sus informadores un juego de pelota muy deportivo, cuando antes de la conquista había consistido en auténticas batallas animadas por un público que necesitaba ganar a toda costa, por lo mucho que estaba apostando.

Como casi todo lo que hacían los aztecas, el tlachtli ofrecía un significado religioso y mítico. Se suponía que todo el recinto de juego era el mundo, donde la pelota cumplía las funciones de un astro, que bien podía ser el sol o la luna. Hemos de tener en cuenta que el tlachtli significaba, de acuerdo a una interpretación sagrada, el cielo donde las divinidades o las criaturas sobrenaturales jugaban a la pelota con algunos de los astros.

Se contaba la leyenda de que una mala tarde el emperador Axayácatl estaba jugando frente al señor de Xochimilco. En un momento de máximo entusiasmo, se atrevió a apostar todo el mercado de México contra el magnífico jardín que poseía su contrincante. Pero lo perdió luego de haber creído que su

victoria era indiscutible. Dado que podía causar tanto daño a su pueblo si se pagaba la apuesta, a la mañana siguiente unos soldados mexicanos llegaron ante el ganador, al que entregaron los documentos que le acreditaban como nuevo propietario de los mercados. Sin embargo, con los papeles se habían cuidado de poner un collar de flores, que al colocar alrededor del cuello del confiado señor de Xochimilco les sirvió para estrangularlo.

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