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Oficina Nro 1


Enviado por   •  13 de Octubre de 2013  •  1.241 Palabras (5 Páginas)  •  255 Visitas

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Oficina Nº 1.

La novela se inicia con una escena que dibuja magistralmente la reparación de un

camión conducido por un chofer de origen trinitario y en el cual viajaban Doña

Carmelina y Carmen Rosa acompañadas de Olegario. El relato novelesco se ambienta

en una ciudad en ruinas lastimada por el sol inclemente, el desamparo y el olvido que

deja la súbita riqueza del denominado oro negro.

El autor de esta novela elabora un discurso poblado de personajes capaces de expresarse

de un modo tan auténtico que plantan en la tierra fértil de la página una originalidad

metafórica de primer orden.

En el inicio de la novela el autor advierte la fuerza de un símil espléndido: en el topos

de la novela llueve como en el infierno. Desde las primeras páginas de esta novela se

puede observar la cualidad descriptiva del novelista: un cuadro móvil de cruda

estupefacción se le viene encima al lector con todas las taras de una sociedad enferma

de miseria y desigualdad. A guisa de ejemplo, dice el narrador: tres niños desnudos,

caritas embadurnadas de tierra y mocos, barriguitas hinchadas de anquilostomos,

piecesitos deformados por las niguas, corrían hasta la puerta para mirar a los viajeros.

Un itinerario sinuoso hecho de polvo y pedregales marca el trayecto de unos personajes

estigmatizados por destinos aciagos. Extensas llanuras y vastas sabanas de los llanos

centrales y orientales de una nación llamada Venezuela sirven de escenario para el

despliegue de toda una narrativa signada por la maestría de quien se sabe poseedor de

los dones misteriosos de la escritura literaria.

Es preciso insistir, una y otra vez, en la extraordinaria maestría que ostenta la escritura

del novelista. Fíjese en la relación comparativa que establece el narrador: El camión

saltaba como un caballo rabioso. Un personaje (Rupert) pronuncia una palabra

inconveniente: - Shit, dice Rupert, y en la reminiscencia anémica del lector se reaviva

una expresión de Guillermo Meneses: ¡Bulshit!, avistada en La mano junto al muro.

Por los muchos vericuetos del relato novelesco que conforma OFICINA Nº 1 vemos a

unos personajes marcados por un profundo sentimiento cristiano.

Otero Silva no escatima palabras y narra con el impulso de una fuerza psíquica que

emerge de los socavones de la tierra, es decir de su imaginación desbordante. Así por

ejemplo pone en boca de sus personajes frases y oraciones que revelan la extracción

social sórdida de los personajes.

Santa María de Ipire, Ortiz, La Guaira, Ciudad Bolívar, Trinidad, son espacios mentales

por donde transitan cientos de recuerdos y evocaciones que van formando una urdimbre

de añoranzas vividas o imaginadas por los personajes que pueblan la novela.

Por las páginas de esta novela se mueve una soledad espantosa que conmueve hasta

aquellos lectores más aparentemente insensibles. Los personajes que protagonizan la

primera parte de esta novela son seres signados por la melancolía, personajes truncos

que viven una vida irrealizada pero impregnados de una férrea esperanza que no

doblegan por nada del mundo.

La magistral prosa narrativa de Otero Silva le confiere a sus ambientaciones ficcionales

un clima de sobrecogedoras tensiones lúgubres. Veamos: Ni un rancho ni un vehículoen sentido contrario, ni un hombre a caballo, ni el canto del aguaitacaminos, ninguna

señal de vida durante largas horas.

El rasgo de esta escritura de Otero Silva se define por su elasticidad expresiva; el lector

experimenta una sensación de movilidad, tras la lectura de cada línea se suceden

imágenes en movimiento muy similares a imágenes de cine.

Muy pocas veces se ha visto una prosa tan ágil y despierta dentro del amplio panorama

narrativo venezolano. La novela es pretexto para caracterizar socialmente el momento

histórico de una Venezuela agraria en tránsito hacia su condición de República

petrolera.

George Wilkinson, un americano representante de una Compañía petrolera

multinacional personifica al capital internacional, y Arturo Villarroel, margariteño,

introvertido y silencioso, expresión del colonizado vernáculo, forman un entramado

social que aún hoy se mantiene con otros nombres.

El escritor se prodiga en diseñar caracteres psicológicos turbados y perturbados y

desasosegados, temperamentos signados por la desazón y el desconcierto. No obstante,

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